Los delanteros centro son un mundo aparte. No hay mayor gloria en el fútbol que el gol. Cuando escucho que un club va a afrontar un pago extraordinario por un fichaje de un futbolista, siempre discuto que solo alcanzaría ciertas cifras si es por un jugador que te asegure una buena cifra de dianas. No son pocas las ocasiones en las que la búsqueda de la portería contraria, la responsabilidad, la tensión y la presión que sufren les llevan al límite. Por eso entiendo que normalmente sean los mejores pagados de la plantilla. En esa tesitura, tampoco es muy anormal que los delanteros centro se conviertan en depredadores y que desprendan ese halo de arrogancia y egocentrismo narcisista. Uno de los mayores exponentes de ese engreimiento y altanería ha sido Ibrahimovic. En una de las pocas entrevistas en profundidad que ha concedido le preguntaron si se arrepentía de algo en su carrera: “No fui al Arsenal, pero es que yo no hago pruebas de nivel. Cuando conocí a Pep Guardiola, me dijo: Recuerda, los jugadores aquí no vienen con Ferraris. ¿Qué hice? Por supuesto. Me presenté con mi jodido Ferrari“. Nada que ver, por ejemplo, con Dybala, que cuando fichó por la Juventus, se encontró en el parking con que su compañero venezolano Tomás Rincón estrenaba un Cavallino Rampante. Este le dejó subirse y probarlo: “Qué estás esperando, cuándo te lo vas a comprar?”, le preguntó, porque era el futbolista que más cobraba al ser un refuerzo estrella. Su respuesta dejó impresionado al centrocampista: “Ya llegará mi momento. ¿Cómo me voy a presentar aquí con un Ferrari a los 21 años donde están Gigi Buffon, Dani Alves, donde hay gente que ganó campeonatos del mundo, que ganó Champions League? Yo no soy nadie. No me puedo permitir presentarme con un Ferrari”. Lo dicho, siempre he sido muy de Dybala. 

Ibrahimovic fichó por el Barcelona a los 28 años en la flor de su carrera. Procedía del Inter de Milán, era una de las grandes estrellas rutilantes, y los azulgrana pagaron unos 50 millones y a Eto’o a cambio. Guardiola estaba como loco, pensaba que iba a ser el delantero perfecto para culminar su obra maestra, pero pronto comenzó a desvanecerse su sueño. Creo que desde el primer día que apareció con el Ferrari. Después de marcar 22 goles, de varias polémicas y desencuentros con su entrenador y la sensación de no haber encajado en el mejor Barça de la historia, solo un año más tarde todas las partes decidieron que era mejor acabar con la incómoda situación y que fichara por el Milan. 

Nunca es fácil atinar con el delantero centro. Que se lo pregunten a Loren, que se volvió loco buscando el 9 ideal año tras año. 

Yo entiendo que haya gente a la que le moleste que algunos recordemos a Sorloth cada vez que marque un gol. En la rueda de prensa en la que incidió de forma repetitiva que la Real quería fichar al noruego, Roberto Olabe dejó una frase curiosa: “Un delantero puede marcar muchos goles con otro equipo y en otra Liga y venir aquí y no meter ninguno. No es fácil acertar”. Es por este motivo que llamó más la atención que dejaran escapar al nórdico y que el argumento fuese que quería cobrar mucho dinero. Hombre, si sus goles nos han metido en la Champions, me parece normal que si le quieren contratar busque ser uno de los mejores pagados. Como cualquier 9 que se precie, porque no hay nada más caro en el mercado que el gol. 

La Real defiende que después de alcanzar un acuerdo con el Leipzig, Sorloth recibió una oferta el 4 de julio que le metía en el Top3 salarial del club y que no obtuvieron respuesta hasta el anuncio de su fichaje por el Villarreal. Mientras, el jugador sostiene una versión bien distinta: “Tal vez no todos me querían que siguiera, pero yo sabía que Imanol Alguacil me quería allí, él mismo lo dijo en nuestras conversaciones. La impresión que tenía era de incertidumbre. Así que fui al Villarreal”. Alguno miente. Sinceramente, el punta no se merecía ninguna duda y sí una firme confianza en sus posibilidades porque aparte de marcar, aportaba muchas cosas más al equipo. Y sus compañeros hablaban maravillas de él. Su caso me recuerda al de Eto’o cuando subió Guardiola, que se lo quiso quitar de en medio y acabó dándole todos los títulos y marcando 38 goles. A veces es mejor no tocar lo que funciona… 

El reencuentro con Sorloth llega la misma semana en la que se ha estrenado André Silva. El luso es el fichaje estrella para la temporada de Champions y, al contrario que los entrenadores que siempre sienten la amenaza de no llegar a los turrones, este va a empezar su verdadera temporada ya con los dulces navideños en la mesa. No se puede discutir que su cesión ha sido demasiado arriesgada, porque llegó lesionado y su historial de contratiempos no es el más tranquilizador. Ahora, que quede claro, André a pleno rendimiento parece un mirlo blanco. Elegante, inteligente, buenos movimientos, cabeceador excelente… Lo tiene todo para hartarse a meter goles. El problema es que este tipo de futbolistas tan buenos tienen alguna tara para militar en nuestra Real y que llega tarde. De momento, Sorloth le saca de ventaja siete goles y una asistencia. Y habrá que ver si es capaz de alcanzar las 16 dianas y cuatro asistencias que firmó el curso pasado con la Champions. Ya le va a costar. 

La situación me recuerda a cuando Florentino Pérez prescindió de Del Bosque para contratar a un tal Queiroz: “No era el entrenador adecuado para el futuro del club. No tiene el perfil que requiere el nuevo Real Madrid. No queremos un entrenador estrella, pero sí otro tipo de técnico, más tecnificado que Vicente Del Bosque”. El tiempo no tardó en poner a cada cual en su sitio. En el fútbol muchas veces más vale lo bueno conocido. Y ojalá el mirlo blanco de André galope aún más rápido que el Cavallino Rampante de Ibra... ¡A por ellos!