Las relaciones entre vecinos nunca son fáciles. Te podrán caer mejor o peor y podrás contar con mejor o peor suerte, pero al final el contacto diario erosiona y provoca las lógicas fricciones. Sucede en las mejores familias y tanto en los barrios de gente más pudiente, como en los más pobres. La convivencia nunca resulta sencilla. No lo es de puertas hacia dentro con la gente que eliges tú, como para que no te molesten las cosas del de enfrente, que te lo ha impuesto el destino.

De un tiempo a esta parte, la convivencia de los clubes vascos ha cambiado mucho. Alavés y Eibar se han dado cuenta de que para poder crecer necesitaban una estructura en sus respectivas canteras, lo que, unida a la agresiva labor de captación habitual de Real, Athletic y Osasuna, ha terminado por convertir el trabajo con los jóvenes o niños en una especie de juego de tronos. Mientras un canterano argentino del Madrid se lleva todos los titulares de la semana y no tardan en reivindicar que la Fábrica es la mejor factoría del mundo (este no es nuestro vecino, se encuentra lejos de aquí y ya no es ni de cerca nuestro rival en la tabla, lo digo por algunos delirios en forma de derbis y demás), el equipo menos goleado de la Champions, el que mejor está jugando y la indiscutible e inesperada sensación de la misma salió contra el Salzburgo con siete canteranos, todos ellos guipuzcoanos. Casi nada al aparato. Pero lo mejor de todo es que tampoco le hemos dado demasiada importancia, nos parece normal. Los registros sobre el número de potrillos multiplican su valor cuando los utilizas en la máxima exigencia. El estilo y la vistosidad de la propuesta txuri-urdin no hace falta comentarlas porque las imágenes hablan por sí solas, muy por encima de esa estadística que dice que los partidos de la Real son en los que menos tiempo efectivo se juega. Es lo que tiene que tu vecino te haya sobrepasado y se haya convertido en una referencia en la Liga y en Europa, que intentas sacar punta a todo para desvirtuar su éxito y su mérito y acabas haciendo el ridículo. Ya saben, todos los bloques cuentan con un vecino así, el quejica y ofendidito clásico exmillonario venido a menos, con un galopante complejo de superioridad y una frustración evidente por lo que fue un día y lo que es en la actualidad. 

Javier Clemente, uno de sus gurús, de esos que nunca están pendientes de nosotros, ha declarado esta semana en Onda Vasca que “en Gipuzkoa me dicen que Ya nunca nos vais a echar mano, con el dinero de la Champions, sus fichajes, etc... y yo les respeto, pero les digo que vosotros no vais a tener nunca los títulos que tenemos en el Athletic y además volveréis a estar por detrás nuestro. ¿Cuándo volveremos a estar mejor que ellos? Pues pese a sus extranjeros en cuanto nosotros espabilemos otra vez”. Debo reconocer que estamos aterrorizados. Vamos a cambiar la cerradura de casa y todo por si acaso… Más que por lo que se pueda llevar, a día de hoy ya más bien poquito, para evitar que dé la tabarra. 

Y luego está el clásico vecino abuelo cebolleta, que te cuenta sus historias de antes de la Guerra Civil y que, desgraciadamente, pasó por unas penurias económicas por las que no tuvo más remedio que pedir ayuda. Por cierto, el que le ayudó no es un vecino muy querido por sus allegados más veteranos, que siguen alimentando una rivalidad ya inexistente al vivir en dimensiones paralelas muy distintas a ya años luz. Bixio Górriz, que casi me provoca un infarto al leerlo (le perdono porque es imposible enfadarse con él), lo explica bien en JotDown al reconocer que cuando era chaval su equipo era el Athletic: “Sí, aunque siempre salgo de ese embrollo diciendo que, cuando tuve uso de razón, me hice de la Real. Cuando era pequeño, en Irun había bastante sentimiento antirrealista. Sobre todo entre la gente mayor que era del Real Unión. A mí me gustaba mucho el fútbol y me he criado en ese ambiente muy del Real Unión”. Lo conocemos de sobra. 

La última vez que coincidieron en la misma categoría, la Real quiso repescar a Juan Domínguez, la estrella unionista, al que desde Zubieta ya le habían comunicado que iban a ficharle, y tuvieron que dar marcha atrás al elevarlo la directiva irundarra casi a un asunto político en la Diputación. Todo ello con el consiguiente disgusto para siempre de un jugador que veía pasar su último tren para triunfar en Primera con la camiseta del equipo de su alma. La Real, para los despistados. 

Después de estar en la ruina, sin visos de solución al no tener ninguna vía de financiación para tratar de resurgir de las cenizas, como suena, fue la Real la que se preocupó y le dio el empujón imprescindible para que pudiera salir adelante. Cuando le necesitó, siempre estuvo ahí. Y si no que se lo pregunten a Ricardo García, que ya no sabía lo que hacer y estaba cerca de tirar la toalla. Un gran amigo de esta casa, el presidente Igor Emery, declaró que la Real había entendido su decisión de salirse del convenio guipuzcoano al escuchar sus argumentos. Aperribay todavía no se ha pronunciado, pero por los movimientos y las llamadas que hizo nada más conocer la noticia me cuesta creerlo. El motivo es que metes por Irun a un mecenas con una sedienta ambición para controlar y asaltar sin miramientos uno de los viveros más productivos por densidad de habitantes del mundo. 

Al final los aficionados más antiguos del Unión me recuerdan al sector más bilbófilo del otro vecino, el Eibar, y a la maravillosa escena de La vida de Brian en la que tras una dura crítica a los romanos, se hace una pregunta a los presentes en una reunión del Frente Popular de Judea: “¿Y a cambio los romanos qué nos han dado?”. Tras un corto silencio alguien contesta: 

–¡El acueducto! 

–Ah sí, sí, eso sí nos lo han dado. 

–Y el alcantarillado. 

–Sí, de acuerdo, reconozco que el acueducto y el alcantarillado nos los han dado los romanos. 

–Y las carreteras. 

–Evidentemente las carreteras, eso no hay ni que mencionarlo, hombre. Pero aparte del alcantarillado, el acueducto y las carreteras... 

–La irrigación, la sanidad, la enseñanza, el vino, los baños públicos, el orden público”. 

No estaría de más que a veces algunos vecinos, que por supuesto tienen toda la libertad del mundo para elegir su camino, sean cuanto menos agradecidos y de vez en cuando se hagan la pregunta: ¿Qué nos ha dado la Real? El vecino que llama a nuestra puerta hoy, Osasuna, también podría responder a la misma cuestión… ¡A por ellos!