Una cosa no quita la otra. Que la derrota de este sábado en Anoeta resultara completamente injusta, analizado el cómputo general del encuentro, no quita para reconocer que, cuando el partido tocaba a su fin, la gran mayoría de realzales firmábamos el empate. ¿Desde qué minuto? Se hace complicado calibrar el momento, una estimación siempre muy relativa, pero el partidazo txuri-urdin había ido viendo mermada su energía con el paso del tiempo, una circunstancia completamente lógica. En el ultimísimo tramo escasearon ya las fuerzas para emplearse como al principio. Y además el rival, que para eso trabaja y analiza lo que ocurre sobre el verde, movió piezas sobre la marcha e introdujo ciertos matices tácticos. Que el partido debió llegar sentenciado a su recta final resulta tan evidente como que, justo antes del gol de Araujo, las tuvieron Ferran Torres, el propio defensa uruguayo y Gavi. Se veía venir, igual que antes se había visto venir la diana local. Esta no llegó. Sí la del Barcelona.

No sirve de consuelo, pero la Real completó más de una hora de fútbol sublime, contrarrestando a su rival y haciéndole daño a través de tres vías principales (todas ellas ilustradas mediante las imágenes que acompañan este artículo). La presión blanquiazul, de nuevo en 4-4-2 con rombo, aunque matizada en cuanto a orientación y al emparejamiento de Zubimendi con Fermín, provocó robos que debieron traducirse en algo más. Los balones largos de Remiro al desigual duelo aéreo entre Merino y Gavi, con el Barça abierto en canal, acercaron al equipo de forma efectiva al área de Ter Stegen. Y cuando los culés tuvieron que juntarse en 4-4-2, el cuadro guipuzcoano siempre tuvo claro que, sobre el papel, movilidad y precisión podían servir para aprovechar un favorable tres contra dos interior. El balance de ocasiones de uno y otro que muestran los resúmenes televisivos es para tirarse de los pelos y terminar todos calvos. ¿Jugaban con portero los txuri-urdin?

Sí, porque Remiro desempeñaba bien su mencionado rol ofensivo y porque al final le tocó parar, dentro ya de un contexto de encuentro muy distinto. Algunos realistas empezaron a sufrir para acompañar la presión. Otros no acertaron a interpretar el modo en que estaba apretando el equipo. Agradeció el Barça la frescura de Pedri y Ferran para tapar mejor dentro. Y además Xavi ajustó cositas, principalmente el reparto de espacios entre Gündogan y Gavi. El alemán quedó fijado en el sector derecho sin el balón, pasando a encargarse (mejor) de esos envíos directos a Merino. El andaluz en la izquierda, mientras, se convertía en interior en los ataques organizados, erigiéndose al final en el interruptor que encendió la búsqueda culé del gol de la victoria.  

1- LA VÍA DE LA PRESIÓN. La Real empezó con mucha energía y generando ocasiones a partir de robos adelantados. Los txuri-urdin se ordenaron de nuevo en 4-4-2 con rombo a la hora de apretar, basculando hacia el costado del balón los tres medios más adelantados y marcando individualmente Zubimendi (quinto defensa a menudo) a Fermín. El mencionado rombo blanquiazul tendía a volcarse a su derecha y a flotar a Araujo (imagen).

2- LA VÍA REMIRO A MERINO. El portero y sus compañeros tuvieron siempre muy claro cómo ordenarse cuando el meta tenía el balón en los pies y el Barça saltaba a presionar al hombre. Brais se retrasaba hasta la frontal del área propia, atrayendo a Iñigo. Gündogan también ganaba muchos metros para marcar a Zubimendi. Y Gavi se retrasaba para seguir a Merino. Los envíos de Remiro al 8 cogían al rival muy abierto, como en la imagen (ocasión de Kubo).

3- LA VÍA INTERIOR. Cuando el Barcelona no activaba la presión alta y tenía que juntar líneas, lo hacía mediante un 4-4-2 defensivo en el que Fermín figuraba en la doble punta con Lewandowski. Mediante la movilidad de Zubimendi y Merino, la Real supo desdibujar a los culés y enganchar dentro, aprovechando así su teórica superioridad numérica (tres contra dos) interior. Imagen: Zubeldia conecta con Brais mediante Zubimendi.