Es posible que a peso, nombre por nombre, individualidad por individualidad, la actual plantilla del Benfica resulte inferior a la de hace un año. Y toca mostrarse comprensivos con tal circunstancia, pues el balance económico de todos los movimientos producidos durante el presente 2023 implica para el rival de la Real Sociedad un superávit de 130 millones de euros. Engatusado por las prestaciones mundialistas de Enzo Fernández, el Chelsea pagó 121 kilos por el argentino en enero, una cifra que, unida a los 65 pactados con el PSG en agosto por Gonçalo Ramos y a otras operaciones de menor calado, ha disparado el capítulo de ingresos hasta los 199.

La forma en que el club portugués ha gestionado semejante montante recuerda, en cierto modo, al modelo de gestión de la propia Real Sociedad, un club de cantera igualmente prolífica que no suele volverse loco cuando llega dinero fresco a su cuenta corriente. El Benfica necesitaba este verano un delantero, y pagó 20 millones por Cabral. Necesitaba un pivote, y abonó 25 por Kokçu. Requería igualmente de dos laterales izquierdos, invirtiendo 13 por Jurasek y la cesión de Bernat. Y empleó igualmente 10 kilos para paliar la marcha bajo palos de Vlachodimos, contratando a Trubin. 

Completó todos estos movimientos, eso sí, con un ojo puesto en su cantera, confirmando la presencia en la plantilla del promocionado en invierno João Neves, repescando a jugadores cedidos como Gouveia o Thomas Araujo y consiguiendo retener al interesantísimo central Antonio Silva. Se trata de un proceder, en definitiva, similar al de la Real cuando recibió 70 millones del Newcastle por Isak y solo invirtió después