“Más clase que un colegio”. Me hizo gracia el comentario de una persona a un gol impresionante que ha rondado por Twitter esta semana. Su autor fue Thierry Henry en un partido del Arsenal en el campo del Spartak de Praga. El escenario y la forma de las redes de sus porterías las reconocí perfectamente, porque fue donde vi ganar por primera vez fuera a la Real en aquel memorable 2-4 (viajamos en coche y llevaba viendo partidos a domicilio de los nuestros desde que tenía unos seis años, el tema no era broma). La jugada no tiene desperdicio. Un envío largo que el gran Titi bajó como los ángeles y, tras acomodarse el cuerpo y ejecutar una parábola perfecta con el exterior, el esférico se alojó junto al palo del arco checo. Un gol de bandera. Pocos futbolistas tan elegantes y con unas condiciones técnicas y físicas como las del mito galo, que se resumen en cualquiera de esos vídeos que recogen una veintena de txitxarros suyos de auténtica leyenda. Lo cierto es que cuando recaló en el Barcelona ya no alcanzó el mismo nivel que maravilló en el mítico Highbury, donde se convirtió en el máximo goleador en la historia del club y luchó por todos los títulos. “No me gustaba jugar en la banda en el Barcelona. Lo odiaba. Pero tenía que hacerlo por el equipo. Al final, solo hay una regla: si el entrenador te pide que hagas algo, lo haces por el bien del equipo. ¡Y el equipo gana! Si el equipo pierde, habría entendido el debate”, declaró tras retirarse.

Pocos cayeron en que el que le da el pase en largo, porque es un pase, no un despeje o una pelota rifada, es Kolo Touré. El fichaje del marfileño se convirtió en uno de los más curiosos de la triunfal era Wenger. Cuenta el periodista John Cross en su libro dedicado al técnico francés, que en 2002 Kolo fue invitado a un entrenamiento del Arsenal para hacer una prueba. En uno de los primeros balones que recibió Henry, el africano le barrió por detrás. “Era una entrada de roja en cualquier partido”. El tema fue in crescendo ya que poco después entró en juego nada más y nada menos que Bergkamp y Touré también lo derribó. “Wenger le gritó: ‘¿Qué haces? ¡No más entradas, Kolo!”. El juego siguió y poco después Kolo robó una pelota con contundencia, con tan mala suerte que le cayó a Wenger, que seguía el juego dentro del campo y, preso de sus ansias por convencer, nuestro protagonista le tumbó con sus dos piernas por delante. “Sólo se oía a Wenger gritar”. El nuevo a prueba había tumbado a Henry, Bergkamp y al todopoderoso entrenador en pocos minutos. Casi nada. Kolo apenas podía reprimir las lágrimas al sentir que había arruinado su gran oportunidad. Cuando sus colaboradores entraron al vestuario se llevaron una gran sorpresa al decirles Wenger, que incluso se había tenido que poner hielo en su rodilla: “Mañana mismo lo fichamos, me gusta su intensidad”. Esta acabó siendo la carta de presentación de Kolo Touré para convertirse en uno los invencibles que ganaron la Premier con el Arsenal sin perder un solo partido.  

La Real también estuvo a punto de lograrlo, pero perdió pie en el penúltimo escalón cuando jugaba con dos jugadores más. La historia de los dos gunners se resume en tres conceptos: calidad, compañerismo y capacidad de superación. Ingredientes que han estado presentes en la carrera y en la meteórica evolución de Robin Le Normand. Si preguntas en Zubieta quien podría haber sufrido un día de furia como el de Kolo Touré, todos te dirían que el bretón. Todavía recuerdo un vídeo en el que Isak se quejaba de un pisotón y le recriminaba a un compañero diciéndole: “Pareces Robin”. 

Una de las cuestiones más comentadas en este notable inicio de temporada txuri-urdin es que Le Normand no es el mismo que en las temporadas anteriores. Incluso los mal pensados que disparan con bala señalan que le ha sentado fatal hacerse español. Voy a evitar el juego de palabras con su apellido, pero lo de Robin no era normal. No hay que olvidar que cuando llegó a Zubieta, Imanol no podía creer el nivel del fichaje que le habían encasquetado. Pero gracias al trabajo del técnico, que en eso también es el mejor (en realidad llegó a la elite por su capacidad formativa), y a su talento y paciencia para escuchar y aprender (dos aptitudes estas muy infravaloradas en el mundo del fútbol), el bretón se erigió casi de la noche a la mañana en uno de los mejores centrales de la Liga hasta el punto de que, primero Luis Enrique, y luego Luis de la Fuente se volvieron locos por convencerle para que jugara en la selección. 

El problema de Robin es que es tan noble y tan autoexigente que el primero que sabe que no se encuentra a la misma altura que en los cuatro años anteriores, que se dice pronto, es él mismo. Por eso se agobia y se protege más, con más faltas, agarrones (cuidado con los penaltis, porque se los van a pitar) y las consiguientes amonestaciones que le han costado sustituciones prematuras para no exponerle a la expulsión. 

Sinceramente, yo no creo que esté tan mal Le Normand. Aunque ha protagonizado flojas actuaciones, es más una cuestión de que nos tenía mal acostumbrados. Por si fuera poco, lo de Zubeldia ha pasado a ser una cosa escandalosa, ya que lo hace todo bien y no comete errores. Por momentos parece hasta un robot perfecto programado para no fallar nunca, lo que acaba por ponerte un poco en evidencia si no estás tan fino a su lado (tranquilos, no pasaremos lista ni rendiremos cuentas con el azkoitiarra; es mejor dejarlo así, todos contentos).  

Entiendo la corriente que considera que la selección no les viene bien a nuestros jugadores, además de ser consciente de que se exponen al escaparate de los poderosos y al peligro de sufrir más lesiones, pero creo que Robin está haciendo un máster internacional después de haber acabado la carrera con matrícula de honor en Donostia. Verle pasar y superar con muy buena nota la práctica de mayor exigencia contra la bestia parda de Haaland, el mejor delantero centro del mundo, resultó cuanto menos emocionante. Hay algunos jugadores a los que les sienta bien volver a su equipo tras pasar un mal trago con su selección y otros a los que les viene bien competir en la selección después de no rendir tan bien como en otras fases en su equipo. En su casa. Ponernos a discutir su nivel parece tan absurdo como debatir que se hizo jugador de verdad en Zubieta y que es un canterano más. Me cuesta creer que el certificado superior que se está sacando con De la Fuente sea el último reconocimiento que le faltaba para buscar una salida a un gigante europeo como temen algunos. Porque Robin, que es uno de los nuestros a la altura del guipuzcoano que ha mamado la Real desde la cuna, sabe que como aquí no va a estar en ninguna parte. ¡A por ellos!