En 2021, a finales de noviembre y tras un sobresaliente arranque liguero, la Real Sociedad ocupaba la tercera plaza de la clasificación empatada a puntos con el segundo, el Sevilla, y con cinco de renta sobre el quinto, el Betis. Todo comenzó a torcerse, sin embargo, en el campo del Mónaco, donde en una misma noche el equipo perdió su partido de la Europa League y a los lesionados Merino y Silva. Endulzaría luego el complicado diciembre aquella victoria en Anoeta contra el PSV Eindhoven (3-0), pero en el campeonato vinieron muy mal dadas. Se cayó en el campo del Espanyol (1-0), se cayó de nuevo en casa contra el Real Madrid (0-2), y se tropezó con estrépito en el Benito Villamarín ante el Betis (4-0). El mago canario reaparecería justo después, en Donostia frente al Villarreal, algo falto aún y siendo sustituido en el minuto 53 con 1-1 en el marcador. Los amarillos terminaron imponiéndose aquel día(1-3), y el diagnóstico resultó generalizado respecto al de Arguineguín, a punto entonces de cumplir los 36 años: “Hay que fichar un relevo para cuando falte Silva”.

LA CESIÓN DE RAFINHA. Dicho y hecho. En el club debieron pensar exactamente lo mismo, porque antes de las campanadas, antes incluso de que se abriera la ventana invernal de traspasos, Rafinha Alcantara era presentado como nuevo jugador de la Real. Ahí estaba, el sustituto de Silva, contratado en principio para cubrir las espaldas al 21 y jugar un rol híbrido titular-suplente que saltó por los aires durante una tarde de primavera en Elche. Faltaba Oyarzabal, lesionado de gravedad. Portu ya no convencía, tampoco Januzaj. Así que, en ausencia de extremos, Imanol apostó por el famoso 4-4-2 de rombo en la medular, una estructura en la que el brasileño tenía cabida junto a Zubimendi, a Merino y al propio Silva. El invento funcionó, vaya sí funcionó, y justificó en verano su perfeccionamiento mediante dos maniobras muy firmes: el adiós al futbolista cedido por el PSG y una inversión potente, 14 millones de euros pagados al Celta por Brais Méndez. De aquello hace más de un año, porque el gallego aterrizó en Anoeta un 10 de julio de 2022. Quizás aquella foto, por muy vieja que ahora parezca, signifique lo que se viene reclamando durante los últimos días: “Hay que fichar un relevo para Silva”.

EL FICHAJE DE BRAIS. Y es que las cosas han cambiado por aquí de un tiempo a esta parte. Brais llegó lanzado hacia la titularidad, compartida además con el propio Silva. Pero en aquella Real que arrancó la pasada campaña seguía faltando Oyarzabal, Sadiq se acababa de romper, Barrenetxea salía aún de su complicada lesión, Carlos Fernández sufría muscularmente tras recuperar su rodilla y Mohamed-Ali Cho, en proceso de adaptación al ritmo de su nuevo equipo, pasaba demasiado tiempo en la enfermería. En resumen, escaseaban los atacantes, por lo que el 4-4-2, esta vez con Kubo y Sorloth arriba, siguió significando una magnífica opción. ¿Hasta cuándo? Pues hasta que los rivales fueron sofisticando sobre la marcha sus mecanismos para contrarrestar el rombo. Y, principalmente, hasta que la nómina de atacantes volvió a resultar de campanillas. Regresaron Oyarzabal, Barrene, Carlos y Cho. Kubo encontró en el extremo diestro del 4-3-3 un hábitat perfecto para hacer diabluras. Y el entrenador recuperó así su esquema de cabecera. Brais, un fichaje de alto coste, quedó relegado a la suplencia. Sí, se convirtió en abril en relevo habitual de Silva. También lo puede ser a partir de ahora.

DOS PÉRDIDAS. Por lo menos la rodilla del canario ha dicho basta a mediados de julio, y no a principios de septiembre. Por lo menos Sorloth se ha decantado rápido por el Villarreal, sin marear la perdiz hasta finales de agosto, ni él ni el Leipzig. Ahora el club dispone de cinco semanas para analizar, mirar y ejecutar (o no), tiempo adicional al que ya ha tenido para calibrar ambas bajas. Al fin y al cabo, quienes esperamos acontecimientos desde fuera no somos realmente conscientes de la información que manejan dentro. Silva andaba tocado desde abril. Y vayan ustedes a saber cuán grande es para Olabe y compañía el supuesto contratiempo de perder a Sorloth. Hablamos de dos bajas que han trascendido al exterior en forma de sendos bombazos. En las oficinas de Anoeta, mientras, posiblemente estuvieran más presupuestadas de lo que parece. La Real pierde mucho en ambos casos, pero seguro que se ha centrado ya en lo que estos le permitirán ganar.

MEJOR EQUIPO. Sin Silva y con Brais o con un hipotético fichaje, el equipo puede abrirse a ritmos más altos, a ataques más verticales que horizontales y a una mayor variedad de estructuras para presionar, porque soltar al canario a por un central desde la tercera altura del 4-3-3 le exigía a él y era susceptible de penalizar al equipo, residiendo la única alternativa en la siempre arriesgada opción de apretar a pares. Con Sorloth, mientras, la escuadra txuri-urdin ve marcharse más juego que gol, y esto es mucho decir cuando el noruego hizo 16 dianas en la última temporada. Se le escaparon muchas, casi otras tantas, y el presente significaría el verano ideal para optar a un punta que aúne acierto y ensamblaje con el colectivo. Cabe ahora confiar en las maniobras de un club que durante estos últimos años ha sabido moverse desde la eficacia y desde la calma: de momento, con todo el personal histérico perdido, el único movimiento confirmado ha consistido en fichar un central para el Sanse, Camara, en una operación significativa y que mira más al medio plazo que al corto. En la antesala de un curso tan ilusionante, hallar la mezcla perfecta entre ambición y cabeza va a resultar más complejo que nunca para nuestros rectores. Pero con lo que ya hay, con lo que venga y con Imanol de por medio, miro con optimismo a la posibilidad de que la Real 2023-24 termine siendo mejor equipo que la 2022-23. Porque los equipos no se tienen, ni se calibran el 31 de agosto a medianoche. Los equipos se son, y se analizan de septiembre a mayo.