Hay cosas que nunca fallan. O, como diría Aperribay, se repiten de forma recurrente. Cuando después de unos largos meses de bonanza vienen mal dadas y el equipo se lleva un buen sopapo, porque la eliminación contra la Roma lo ha sido, no tardan en aparecer los reproches y las flechas envenenadas de los futbolistas molestos por las críticas. Es curioso nuestro matrimonio de conveniencia, porque durante el esplendor en la hierba, en una balsa de flores y alabanzas, no dan señales de vida ni, por supuesto, llamadas de agradecimiento (mira, aquí voy a eximir a don Asier Illarramendi que sí me mandó un mensaje de gratitud por un artículo en el que, las cosas como son, simplemente le defendí como merecía). Mientras que cuando llegan las curvas afloran las malas caras, las respuestas breves y cortantes y, por supuesto, las quejas por algo que has escrito o has dicho. Que ellos nunca leen, eh, porque pasan por completo de la prensa, pero que se lo mandan sus amigos. Ya saben, como los famosos chistes de aquel que tiene un colega... Y era él mismo. Que conste que yo, como me ha sucedido hace bien poco, prefiero siempre ir de frente y si a alguien le ha molestado o no le ha gustado algo que yo haya escrito que venga y me lo diga. Lo hablamos, como personas normales, de tú a tú, y seguro que llegamos a una entente. Les garantizo que no se caen ni se me van a caer los anillos en el hipotético caso de que me convenzan de mi supuesto error y tenga que pedir perdón. Y los que llevan años en la primera plantilla txuri-urdin lo pueden corroborar.

A los futbolistas de hoy en día les encanta decir que no necesitan para nada a los medios. Cuestión que comparto, porque no somos imprescindibles en sus respectivas carreras (ni pretendemos serlo, al menos la gran mayoría) tal y como se encargan de asegurarse los distintos departamentos de comunicación. Pero, en cambio, muchas veces olvidan que ellos sin la a fición no serían nada. Dicen que se es realmente de un equipo cuando al mirar a tu hinchada piensas que podría ser más bella, pero nunca mejor. A 24 horas de conmemorar el segundo aniversario de la Copa para siempre, jamás pondré en duda la inmensa alegría del triunfo, aunque no fue igual. Como dejó claro Imanol a principios de esta temporada, “ahora me queda ganar otro título pero con nuestra gente”. Lo comentaba Carlos al ser preguntado sobre que a lo bueno nos acostumbramos rápido: “Es cierto que esa exigencia nos la hemos generado nosotros logrando cosas y provocando que todos aumenten la mira y quieran más. Eso es bueno, pero esa exigencia para mí tiene que ser controlada. A todos los niveles”. No puedo comprar que el alcanzar el cenit de la ilusión y la esperanza sea una cuestión del equipo (obvio) pero que, en cambio, cuando aparecen las dudas y el vértigo, son los periodistas quienes han puesto el listón muy alto. Porque para mí, el ensalzamiento en el análisis de la temporada que estamos haciendo lleva implícito el elogio objetivo y el reconocimiento merecido. Ya solo faltaba que también les molestase eso, además de que, si no recuerdo mal y a pesar de que en Zubieta no se dieron por aludidos, fue Aperribay quien abrió el melón de perseguir el tercer título de Liga. En fin, futbolistas...

Nadie mejor que el gran Gorriz para pulsar la temperatura txuri-urdin. La anécdota la conté una vez y para mí es la enésima demostración de que nada es igual sin tu gente. En el famoso gol del pobre Delibasic (mucho ánimo, estamos contigo) en Mendizorroza que parecía valer medio ascenso, mi anhelada Adela, una acérrima aficionada txuri-urdin, cayó entre los asientos arrollada por la avalancha de hinchas que pretendía abrazar al balcánico. Cuando intentó volver a ponerse de pie, se dio cuenta de que le había caído encima Bixio. En pleno éxtasis de felicidad, ¿te puede pasar algo mejor? Es el sumun del realismo, que te aplaste celebrando un gol que apuntaba a ser legendario el jugador que más partidos ha disputado con la txuri-urdin. Un momento único que se llevó a la grada Zabaleta del cielo la buena de Adela.

Antes de entrar en una tertulia en la Cope esta semana, estuve charlando con el irrepetible irundarra sobre la famosa falta de juzgado de guardia de Señor a Gajate. Sucedió en la también triunfal temporada 1986-87, cuando el zaragocista estaba más quemado que el cenicero de un bingo porque Zamora acababa de anotar el definitivo 1-0 y lo pagó con el zaguero, al que hizo una entrada criminal (la foto circula por Twitter, no se la pierdan). Agustín cayó al suelo en plena bronca de la grada, se miró la rodilla, vio que tenía una brecha, se levantó y le pegó un puñetazo en la cara que silenció Atotxa antes de salir en camilla tapado por una mantita, cómo no, aclamado entre vítores. Los pájaros disparando a las escopetas. Porque aunque le queremos mucho y sin exageraciones, Gajate era de los que repartía leña. Que se lo pregunten a Setién, que siempre suele contar que le hizo la segada más dura de su carrera en un partido en Las Gaunas en el que el mejor Logroñés de la historia estaba mareando entre olés a los realistas y al txuri-urdin se le agotó la paciencia para salir de la cueva y hacerle volar.

Eso ya no existe. Los pegadores son perseguidos como forajidos. No hay más que ver lo que está sucediendo con el azulgrana Gavi, que atufa a campaña del madridismo. De esas que son peligrosas porque te marcan de por vida aunque el chaval no sea ninguna hermanita de la caridad. Un compañero suyo de selección me contó que lo que más les llamó la atención en sus primeras convocatorias eran las entradas que hacía en los entrenamientos. Algo que me confirmó en buen tono Iñigo Martínez. El central de Ondarroa está siendo noticia toda la temporada porque no renueva su contrato y apunta a acabar en el Barcelona. Aunque muchos no lo crean, surgió el rumor de una hipotética vuelta a la Real, una opción que se antoja inviable porque Aperribay, aparte de ser gran presidente, es bastante populista y jamás se enfrentaría a un sector, el más vehemente de su parroquia, que no piensa perdonarle jamás la afrenta al canterano de Zubieta (tampoco parece que tenga este ningún interés en reabrir heridas que le causaron mucho dolor). Preguntado un alto mando blanquiazul sobre dicha posibilidad, que sin duda supondría la incorporación de un central de la casa, con experiencia y de plenas garantías en lo deportivo, su respuesta fue tajante: “No podemos hacerle eso a Pacheco”. Y tiene razón. El momento de Iñigo en la Real pasó, como el de una leyenda como Kortabarria en su día para que se consolidaran los Hombres G, Gorriz y Gajate. Al navarro le hicieron una maniobra en la oscuridad con el incomprensible y fallido fichaje de Sagnan cuando ya estaba preparado para dar el gran salto. ¿Vieron esta semana su excelente actuación ante la temible sub’21 francesa? ¿Se han olvidado ya de su noche en Old Trafford? Es el heredero natural de Iñigo. Su nivel ya se encuentra a la espera de que por fin Imanol le entregue las llaves de la zaga txuri-urdin como hizo en su día con Zubeldia y, sobre todo, con Le Normand. Lo tiene todo para ser el central del futuro. El del título con la afición en la grada. ¡A por ellos!