No conozco una fiesta mayor que el que la Real sea el equipo que más partidos haya ganado por encima del Madrid y Barcelona casi en el ecuador de la temporada. En cambio, asesorado por un amigo brasileño, que era un fenómeno y no le entraban en la cabeza nuestras costumbres invernales, sí que conozco fechas mucho mejores para celebrar Santo Tomás y San Sebastián. Propongo el 21 de junio para la txistorra y el 20 de julio para el tambor. Y si hay problemas con el santoral, ya llamarán Aperribay u Olabe al Vaticano, que negociando no hay quien pueda con ellos. 

Para fiestas, las que se montaban en Vallecas cuando jugaba el Rayo. Bernd Krauss no entendió que se disputase su encuentro a las 12.00 horas el primer partido de la Real que fui a cubrir en mi vida como periodista (no pongo la temporada porque uno todavía está sensible después de haber soplado velas recientemente). El alemán, que tampoco era el hombre más gracioso del mundo, comentó en tono jocoso que se trataba de un horario más para ir a misa que para jugar a fútbol (pobre hombre, qué pensará de todo el desaguisado de hoy en día...). Perdimos 4-1, yo era becario y el técnico duró en el banquillo de Anoeta el tiempo que pasó hasta que me mandaron desde Madrid a ser corresponsal en Donostia. Poco, muy poco. Afortunadamente para mí. No tanto para el bueno de Bernd. 

Su frase no sentó bien en la barriada madrileña, entre otras cosas porque para ellos, al igual que para nosotros el congelarnos en nuestros días importantes, era una preciada tradición llenar Vallecas para ver el partido de su Rayito al mediodía. Eso les permitía diferenciarse de sus abusones vecinos Atlético y Real Madrid, y les concedía la posibilidad, a los que sí tenían segundo equipo, de poder asistir a los dos encuentros si coincidían. No le busquen explicación, eran otros tiempos. Pero les puedo garantizar que he conocido en el mundo del fútbol pocos sentimientos más puros que el del aficionado vallecano de pura cepa para con su equipo del alma. Cuando Vallecas está contento, es uno de los campos más calientes de la Liga a pesar de su tamaño y de que se cae a pedazos. Qué nos van a contar a nosotros, que sobrevivimos a Atocha... 

Como algunos ya sabrán, cubrí su actualidad durante muchos años y el Rayo engancha. Era la época de los Ruiz Mateos, un perfil que encaja tan poco con la ideología de la afición rayista como el de su actual presidente, Martín Presa. Por aquel entonces el club era un auténtico desastre. Cada día entrenaba en un campo distinto confundiendo hasta a los propios jugadores y la fauna que podía aparecer en cada sesión no tenía desperdicio. El Poli Díaz en diferentes versiones y estados que menos mal que no aplicaba el “te pego, leche” del máximo accionista, curiosos hinchas anónimos salidos no sé de dónde o, el mejor de todos, el chófer del patrón, Víctor de la Cruz. Era un crack, un auténtico personaje, y no me extraña nada que Cuatro haya hecho una serie con su testimonio. No callaba, te morías de la risa. Lo mismo te contaba una polémica en el juzgado o un asunto financiero, que te explicaba cómo iban las negociaciones de un fichaje. Sabía de todo y parecía que se callaba poco, a pesar de que, por razones obvias, tenía tanto que guardarse... En resumen, me echaba buenas risas haciendo el Rayito. Fue una gran época. 

Ahí donde le veis, hasta cuando peor estaba, el equipo franjirrojo siempre ha contado con muy buenos jugadores. Y de renombre. No hay que olvidar que su preciosa camiseta la han vestido afamados futbolistas como Hugo Sánchez, Polster, Guilherme, Lopetegui, Diego Costa, Michu... Hasta el hermano pequeño de Maradona y la Ronaldinha. Y ha sacado canteranos del extraordinario nivel de Míchel, actual entrenador del Girona, Negredo, Fran Beltrán o Cota, al que te podías encontrar en un after en plena lesión (me lo han contado los mismos amigos golfos de siempre). Ahora sigue igual, parece que se encuentra en ruina económica y ante el Betis acabó jugando con sus tres delanteros: un tal Falcao; Raúl de Tomas, que pasó del Mundial porque no se aguanta ni él; y Camello, una de las grandes perlas de la cantera del Atlético. Así, como quien no quiere la cosa, ese es el temible arsenal ofensivo con el que cuenta Andoni Iraola. 

La Real se presenta en Vallecas crecida tras haber logrado su octava victoria consecutiva ante el Mallorca, lo que le ha permitido escalar hasta los cuartos de final de la Copa y asentarse en la tercera posición. A lo lejos todavía le aguardan los ilusionantes octavos de la Europa League. Imagino que a esto se referían cuando compusieron la canción La vie en rose... Lástima que siempre tenga que llegar un disgusto en forma de lesión, como la de Merino, para que se tambalee nuestro disparado estado emocional. 

La máquina de Imanol no para de ganar, los fichajes de Olabe funcionan de maravilla sin necesidad de periodos de adaptación, que era la excusa que nos vendían antes para que tragáramos medianías que no mejoraban el nivel y, en la utilización de la cantera, a pesar de que algunos se tragaron la milonga de que en el derbi jugaron muy pocos de casa que utilizaron los vecinos para justificar una nueva decepción en Donostia, seguimos estando a la vanguardia de Europa. Y el que no se lo crea, que escuche a Kubo cuando le preguntaron por el secreto de esta triunfal Real: “Principalmente lo que sucede es que influye mucho el trabajo en la cantera. Los jugadores que vienen del filial se incorporan muy rápido debido a que todos entrenamos igual desde el primer equipo hasta los más pequeños. Ellos saben cómo entrena y cómo juega el primer equipo y todo el mundo se adapta rápido. Lo que queremos, lo tenemos muy claro, lo marcamos en el día a día. Y son los entrenos y el buen nivel en ellos lo que nos lleva a las victorias”. 

Recomendables palabras de un recién llegado, un entusiasta entregado en cuerpo y alma a la religión que profesa Imanol, sobre todo para los más escépticos y los que pierden la fe.

El martes, un trabajador del club me contó que cuando le dieron por primera vez el banquillo tras la destitución de Eusebio Sacristán, en confianza, el oriotarra le preguntó: “No me ves un futuro demasiado prometedor, ¿no?”. Y este, que le adora, le contestó fríamente: “No, la verdad que no. Como mucho, acabas la temporada y empiezas la siguiente”. Y el gran Imanol asintió con la cabeza y, entre risas, le dio la razón: “Yo tampoco”. Ante el Mallorca logró su victoria 100 en 205 partidos. Unos datos de leyenda, lo que ya es. 

El jugador que más encuentros ha jugado en la historia del Rayo, el mítico Felines, declaró en una entrevista de recuerdos en franjirrojo: “Desde que llegué al Rayo ha sido una delicia estar ahí todos los días y me acuerdo de todos los días de mi vida. He sido feliz siempre”. Justo lo que parece sentir Imanol y lo que seguro nos hace sentir a nosotros desde que se sentó en el banquillo. Bendito futuro poco prometedor. Máximo respeto, esto es Vallecas, pero esta es la Real que busca la novena seguida. Que siga la fiesta. ¡A por ellos!