El 8 de octubre de 1995, Abraham Olano se proclamó campeón del mundo de ciclismo en Duitama (Colombia). Ese mismo día la Real jugaba en el Nuevo Zorrilla y perdía (3-0). A Valladolid viajábamos en el día y en coche. El trayecto de vuelta coincidía con la disputa de la referida prueba ciclista. No estábamos contentos por lo que había sucedido en el partido, pero la posibilidad de que el ciclista de Anoeta ganara la prueba, cambió el mustio panorama interior del utilitario. Paralelamente, jugaba su partido el Espanyol y se alternaban las conexiones

En un momento del encuentro, un defensa del cuadro catalán le metió un meneo considerable al rival de turno. El conocido comentarista, ni corto, ni perezoso, soltó un “menudo tentempié le ha dado” Por momentos, los ocupantes del vehículo explotamos con una sonora carcajada. A lo visto, le había servido un claretito de Cigales con un pincho de medio huevo duro, gamba, mahonesa Musa, aceituna rellena y palillo. Supongo que quiso decir tarantantán.

Aquellas excursiones a Pucela eran estupendas. Amigos, gentes conocidas y en algún caso, incluso. Urko Otegui, jugador de basket que competía al lado del Pisuerga se apuntaban al bombardeo de los habituales enviados especiales y comentaristas. No había desplazamiento sin que nos pillara algún radar de los fijos o de los móviles. El tramo entre Burgos y Valladolid estaba plagado. Uno de los periodistas radiofónicos, que aún sigue en la pomada, se encargaba de reservar mesa en el Figón de Recoletos. Alguna vez, llegamos a juntarnos hasta 20 comensales.

Primero un picoteo, en el que no podían faltar las mollejas, los sesos y riñones que tanto le gustan a quien hacía la gestión. Luego, las morcillas, chorizos, torreznos y pimientos. De segundo, lechazo, bien en chuletillas o cuartos, con patatas fritas y ensalada. Todo regado con algún Ribera del Duero, cuya selección correspondía a otro recordado compañero. En los postres no había tanta unanimidad. Por ejemplo, en mi plato, siempre una deliciosa tarta al whisky. Luego, café al uso. Por gentileza de la casa llegaban para remate unas rosquillitas de anís, divinas de la muerte y un orujo de hierbas. Si tocaba en día de mucho frío, ni tan mal.

Lo peor llegaba después. Las escaleras a las cabinas del campo tenían más peldaños que el Burj Khalifa de Dubai y la altura de los escalones era para zancadas de avestruz. Sucedía que, como la cosa se torciera, el estómago daba vueltas y vueltas, te repetían todos los sabores, y aparecían los aires y no sigo contando el panorama para no desestabilizar. Hoy, las cosas han cambiado mucho. Supongo que sigue yendo gente al restaurante, pero los medios apenas envían personas a los campos. Una pena porque aquella convivencia estaba muy por encima de la competencia. Con el horario del encuentro de ayer, hubiera sido imposible compartir ese rato. Os cuento todo esto, porque me hago idea del disgusto de todos los seguidores que fueron al partido. Las idas son alegres y las vueltas dependen del resultado y de las formas en que se produce. Parece claro que si te anulan dos goles hay espacio para la polémica.

El primero parece escandaloso. El árbitro, que me sigue pareciendo flojísimo y fue un desastre, está al lado de la jugada. Deja seguir y Take Kubo logra la igualada. Hasta ahí, todo normal. El despropósito llega de inmediato. En el VAR está Estrada Fernández. ¿Para qué le llama? Si el colegiado ha visto la acción y da continuidad a la misma, ¿por qué después el árbitro cambia de opinión? ¿Ley de las compensaciones? Lo dejó caer entre líneas, Martín Zubimendi, cuando al final del encuentro le pusieron un micrófono delante. No se mojó nada, porque ya estaba empapado de tanto chaparrón, pero la acción da para rajar con entusiasmo.

Se acaba una racha porque algún día debía suceder. Me gustó más la Real del segundo tiempo que la del primero y cuando algunos jugadores no están, se nota. Pero todo pertenece al guión en el que el equipo está inmerso. Ahora, las maletas le llevan a Chipre en donde el Omonia ha cambiado de entrenador. Hasta allí no se desplazará una legión de enviados especiales y, probablemente, tampoco muchos aficionados. Seguro que compran tarros de miel de tomillo. ¡Buenísima!

Apunte con brillantina: En el mismo momento en el que Zubimendi hablaba para la audiencia televisiva, en el frontón Bizkaia se despedía a Andoni Aretxabaleta, un pelotari querido por la gente y sus compañeros. Se retira. Iñaki Artola, otro pelotari, con muchas coincidencias entre ambos, le cantó unos bertsos y le emocionó. El de Markina no cuenta con un curriculum excepcional, porque las heridas del camino le cortaron el rendimiento una y mil veces. Después de cada quirófano se levantaba con la ilusión de un niño. Un día compartimos un programa de radio en la sociedad Irrika de Ei-tzaga, muy cerca de un Joku Leku, y nos ayudó mucho para que las cosas salieran bien. Como tantas veces, primero la persona. Luego, el deportista. Por cierto, un saludo a los cocineros que se encargaron de preparar la comida posterior.