Mikel González (Arrasate, 1985) ya ha comenzado a preparar la que será su quinta temporada en el AEK Larnaca. A sus 36 años, cumplirá 37 el próximo mes de septiembre, sigue disfrutando del fútbol y eso es algo que le tiene sorprendido.

¿Cómo le van las cosas por Chipre? Acaba de renovar por una temporada más...

-Este va a ser el quinto año y estamos muy adaptados. Es un buen sitio. Conozco el club, la ciudad, el país y estoy contento. No pensaba que iba a estar jugando con 37 años, pero así ha sido. El año pasado no jugué tanto como en años anteriores, pero sí en la recta final. Nos clasificamos para jugar las previas de la Champions. Me ofrecieron renovar y me apetecía seguir jugando aquí. La verdad es que estoy contento.

¿Sigue teniendo la misma ilusión de siempre?

-A ver, no sé si es la misma o no, pero tengo esas ganas de jugar, de competir y de empezar una nueva pretemporada, con todo lo que eso supone. Voy muy contento a entrenar, no es algo que me cueste. Yo no pensaba tener una carrera tan longeva, te lo digo de verdad. No sé por qué. Yo no tenía en mente esto y no es porque no me guste el fútbol, pero pensaba que mi cuerpo no me lo iba a permitir. Pero llegué aquí. En cuanto a ritmo, claro que esta Liga no se puede comparar con una Primera División e igual ni con una Segunda División, pero es una competición que está creciendo mucho, que es muy competitiva. Me he adaptado muy bien a ella y la verdad es que me ha permitido jugar un buen número de partidos.

¿Qué es lo que le ha dado esa Liga y ese país para estar tan adaptado?

-Para empezar, que la familia está bien. Desde que llegamos, mi mujer y mis hijos se adaptaron bien. Tenemos un entorno cercano bueno, con gente de Donostia, de Gijón, gente en la misma situación, que ha venido de fuera. El entorno que hemos tenido es sólido y bueno y eso nos ha ayudado mucho. Desde que llegué, el club ha crecido mucho en los últimos años. Me ha tratado con respeto y con cariño y al final eso es algo muy importante, que también te ayuda a seguir. Larnaca no es grande, es la tercera o cuarta ciudad de Chipre. Es una ciudad costera. Igual no tiene tanta oferta de ocio como la capital, Nicosia, pero la vida aquí es muy tranquila. Las distancias son cortas. No viajas en toda la Liga. El viaje que más largo haces es de hora y media, a la otra punta de la isla. Estamos bien y creo que acertamos para vivir aquí los últimos años de carrera.

Además, el AEK Larnaca se ha convertido en destino para muchos futbolistas de habla hispana...

-Cuando yo llegué había como trece jugadores que hablaban castellano. El director deportivo es el ex del Athletic Ander Murillo y han venido muchos entrenadores españoles. Y a la hora de hacer fichajes tienen la mira centrada en la Liga española. Este año ha llegado José Luis Oltra como entrenador. El idioma en la Liga es el griego y en el vestuario es el inglés.

¿Cómo lleva el griego?

-Obviamente, palabras sí que controlo, pero no puedo llevar una conversación fluida. Con el inglés me comunico. Estoy contento con mi nivel teniendo en cuenta que hace cuatro años poco podía comunicarme.

Y ahora podrá hablar en euskera con Oier Sanjurjo...

-Es cierto. Firmó la semana pasada. Ha sido el último fichaje. Eso no se olvida, es el idioma que usamos en casa, pero gracias a la llegada de Oier lo vamos a poder hablar en el vestuario también.

¿Cómo va la pretemporada?

-Empezamos hace una semana. Jugamos contra el Midtjylland danés el 19 de julio la primera eliminatoria de la previa de la Champions. Por primera vez en su historia el club va a jugar una eliminatoria de Champions. Hace cuatro años, cuando llegué, nos clasificamos para jugar la fase de grupos de la Europa League. Era la segunda vez que lo hacía. Es un club que está creciendo, que consiguió la Copa la temporada anterior a mi llegada. Hay ilusión. Empiezas la pretemporada y saber que vas a jugar el primer partido en una fase de Champions, ayuda para tener el equipo motivado y enchufado, pero sabiendo que tenemos enfrente equipos de mucho prestigio. No es lo normal que el AEK esté en la fase de grupos. Vamos a jugar esta primera eliminatoria y poder jugar una competición europea este año va a ser bonito.

La celebración por la consecución de ese logro fue por todo lo alto...

-Sí. Era la primera vez que se consiguió algo parecido. Fue en la última jornada. Íbamos terceros y el que iba segundo, el Apoel, tenía que perder y nosotros ganar al Apollon, el líder, y se dio. Fue algo bastante inesperado. Fue un buen año para nosotros. Nadie esperaba que el Apoel pudiera perder, pero se dio y se celebró por todo lo alto.

¿Hay ambiente de fútbol en Chipre?

-Sí, se vive el fútbol con pasión. Es cierto que nuestro club no atrae tanta gente como puede atraer un Apoel, un Omonia o un Anorthosis. El nuestro es un estadio pequeño que tiene capacidad para 8.000 espectadores, pero es bonito. Está adaptado para jugar competición europea, algo que no es muy normal en Chipre. Son pasionales. Aquí está permitido más el tema de las bengalas y se crea una buena atmósfera.

¿Cómo es el día a día en la vida de Mikel González?

-El día comienza muy pronto. Mi hija empieza a las 7.30 horas las clases. El sol sale antes y se pone antes también. Llevo a los niños al colegio, luego entreno. A las 13.30 horas los recojo, comemos y por la tarde tienen actividades. A las siete de la tarde muchos días estamos cenando.

Por lo que me dice da la sensación de que ha encontrado su lugar en el mundo. ¿Es así?

-No lo sé. Cuando jugaba en la Real vivía en Mondragón. Es mi pueblo. Yo no conocía otra cosa. Pero el año que fui a Zaragoza me encantó. Me gustó la ciudad. Era la primera vez que vivía durante un año con mi familia en una ciudad y la experiencia en Zaragoza la verdad es que me encantó. Tenía ganas de vivir una experiencia fuera y salió. No sé si este es mi lugar, pero lo estamos disfrutando mucho.

¿Cómo está viviendo desde fuera la época que está protagonizando la Real?

-Es muy buena época. Es algo increíble lo que está haciendo tanto por el título de Copa como por haberse clasificado los tres últimos años para jugar en Europa. Pero sobre todo por cómo lo están haciendo. Y no me quiero olvidar de la base, lo bien que está funcionando. Siendo de la Real, con lo que hemos soñado siempre que sea la Real, con ese modelo, conseguir esos objetivos es para estar muy orgullosos.

Para alguien como Mikel González, formado en Zubieta, ¿qué significa ver a la Real en estos puestos y con tanto jugador de la cantera?

-Es un orgullo. Es una forma de pertenencia y de identificación brutal para cualquier chaval de Arrasate, de Beasain, de Ordizia, de Donostia, que vea que puede subir, mantenerse y hacerlo bien durante tantos años. Es una de las partes más importantes de los valores de la Real. Todo eso habla muy bien de cómo lo están haciendo dentro. Es brutal visto desde la distancia. No se puede trabajar mal viendo los resultados que se están consiguiendo.

¿Ha estado en Anoeta?

-Qué va. No he vuelto. Estuve en la despedida de Xabi, pero estaban de obras. Estaba en Zaragoza y me vine a la despedida. Me llamaron para ir a la despedida de Zurutuza, pero no pude ir porque estaba en plena temporada y no he vuelto. Es algo que tengo pendiente. Por fotos y por vídeos tiene que ser guay. Cuando vaya, ya pediré buenas entradas para ir. Tiene que ser impresionante. Desde fuera es lo que se nota.

Quedan pocos de los que lograron el ascenso que sigan jugando: Bravo, Griezmann y usted...

-Me sorprende a mí mismo estar a mi edad jugando a fútbol y a tantos kilómetros de casa. No hay ningún truco. Han pasado doce años desde que lo conseguimos. A Antoine le pilló joven, pero a mí con 24-25 años. Aranburu, Labaka y Anso, por ejemplo, se retiraron hace tiempo. Y los dos últimos ya están trabajando mano a mano con Imanol, con el que no coincidí porque estaba en el filial. ¿Qué me parece su trabajo? No voy a descubrir nada nuevo si digo que lo está bordando.

¿Echa de menos Donostia?

-He estado una semana y se te hace corto. Claro que echas de menos, están tus padres, tus abuelos, la gente de tu cuadrilla, pero bueno. Hoy en día, una de las cosa buenas que puede tener un teléfono es que a los que están lejos, les sientes cerca. No es una distancia tan salvaje como podía ser hace 20 años. Es tu pueblo y claro que hay cosas que echas de menos. Aquí tengo a la familia también y esto es lo que hemos decidido. Esto tiene fecha de caducidad, pero estamos aquí porque queremos. Poder elegir es un lujo hoy en día.