DONOSTIA - Usted reapareció de su larga lesión en enero, a solo tres meses de la final...

-Empecé a jugar en enero y encadené bastantes partidos hasta que acabé uno con molestias. Luego empecé a entrenar de nuevo, pero no estaba tan a gusto, y a partir de ahí estuve parado dos o tres semanas y luego me costó volver. Y luego justo la víspera de la Copa me lesioné. Ahí ya sí que tuve una buena rotura.

¿A qué achaca la lesión?

-Yo estaba bien físicamente. En el rondo y luego en la progresión sí que noté algo en el gemelo, pero en la víspera de la Copa, ¿voy a decir que me molesta un poco? Y seguí. Y al continuar en un golpeo me dio un latigazo y me rompí. Nervioso no estaba, pero puede ser de muchas cosas. Nunca se sabrá.

¿Usted creía que iba a ser titular?

-Le tendrás que preguntar a Imanol, pero yo creo que no. Justo me recuperé entonces. En febrero o marzo encadené más partidos, luego estuve más parado porque tenía molestias y antes de la final fui convocado dos o tres partidos, pero no jugué, así que en mi cabeza tenía la idea de que no.

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Imagino que se le caería el mundo encima cuando notó la rotura.

-Me dolió sentimentalmente. Las dos lesiones que tuve antes fueron mucho más graves y me tuve que operar; esta era dos o tres semanas, pero era el peor día. Después de todo lo que había pasado, jugar o estar en el campo con el equipo significaba mucho, y otra vez, en un día tan especial, pasar a la grada fue un golpe duro.

¿La lesión les permitió conjurarse aún más para ganar?

-Puede ser. El equipo me vio sufrir en la cena, después del entreno... A nadie le gusta ver a un compañero así después de todo lo que había pasado. Estaba bastante hundido. Puede que sacaran más fuerzas para ganar. Lo cierto es que salió bien.

Por la noche llegó la famosa charla íntima entre la plantilla...

-Un par de semanas antes el coach tuvo la idea de juntarnos todos, de hacer una actividad para conocernos más, que cada uno contara sus historias, sus penas, sus alegrías, estar más cerca del otro y conocernos más. Yo le comenté a él qué tal lo veía antes de la final. Después de lo que me pasó no tenía muchas ganas, pero... Lloré y todo. Fue bueno. Nos quitamos las caretas, hablamos claramente de lo que sentía cada uno, lo que pensábamos de todo lo que nos había pasado, quiénes éramos, en quiénes nos habíamos convertido... Fue una charla intensa, buena, que nos unió aún más. Y la acabamos con un grito.

En la cama, la dura soledad...

-Es verdad que no quería estar solo. Estuve con los fisios echando un par cervezas para distraerme porque fue un golpe duro y si llego a estar solo me hubiese pasado todo el rato llorando. Estuvimos hablando de todo un poco y uno me comentó: Recuerda que en todos los títulos hay uno con muletas. Pensé: si me tengo que sacrificar yo, que así sea. Al día siguiente me lo recordó.

Recibió muchas muestras de cariño, incluso del rival.

-Muniain también ha tenido lesiones graves de rodilla y se portaron bien. Me llevo bien con varios y es verdad que en el campo cada uno lucha por lo suyo, pero al final es como las aficiones, que se llevan bien.

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¿Cuándo le dice Oyarzabal: 'Si ganamos subes a por la Copa'?

-Después del partido. Lo nuestro era estar concentrados al 100% en el encuentro y lo demás daba igual. Lo que queríamos era traerla aquí.

La final fue una gran conquista táctica de Imanol. Se dice poco.

-Siempre han sido partidos distintos, de tensión, de poco fútbol. El Athletic juega bien al contragolpe y sabíamos que si atrás dejábamos espacios, los aprovecharían bien. Entonces dijimos: Jugamos así. Nos salió bien. No fue un duelo bueno, pero ellos no crearon mucho peligro y eso es importante. Defendimos bien, estuvimos juntos y ellos después del gol tenían que atacar un poco más y aún así no lograron llegar con cierta facilidad a nuestra portería. Eso habla bien de nosotros sabiendo que era una final, que ellos están más acostumbrados a afrontar encuentros de este nivel. Aunque teníamos un equipo joven, competimos bien.

En la grada sí estaba nervioso...

-Arriba lo pasé bastante mal. Me fui. Entraba para ver los minutos que faltaban. Cuando juego no estoy nada nervioso, pero cuando estoy fuera y no puedo ayudar ni hacer nada me pongo más nervioso. Al final en el campo lo puedes estar haciendo mal, pero sientes que estás haciendo algo por el equipo y fuera controlo menos.

Final, 1-0. Ganar era esto.

-Yo casi ni podía moverme, tenía las muletas al lado. Los demás saltaron enseguida y yo me quedé solo (risas). Luego ya bajé.

El detalle de Mikel Oyarzabal con el brazalete, para la eternidad...

-No solo por ese momento. Le conozco desde que subió y desde el primer momento hemos tenido muy buena relación y es un gran tipo: inteligente, noble y amigo de sus amigos. Ojalá vuelva pronto, porque ha sido un palo lo que le ha pasado.

En realidad, es el capitán.

-En cierta manera no me sentía partícipe del todo. Ir a recoger la Copa no era lo más bonito para mí, porque, claro, si estuviese con ellos en el campo y tal, sería distinto. Es cierto que en muchos momentos no estuve con ellos y tenía eso clavado dentro. A pesar de que la levanté yo, con todo lo que ello significa, también tengo que decir que me costó.

¿Se le hizo largo el camino al palco?

-Bueno, fui charlando con el fisio. No sé ni de qué hablé, la verdad. Sí que le comenté: Bueno, salimos los dos en la foto. Iba con el pantalón de Zubimendi porque había que subir con el traje de jugador y yo no me había vestido para jugar.

¿Y no recuerda lo que le dijeron las autoridades?

-No (risas).

¿El rey tampoco?

-No. Que felicidades, algo así.

Sí se acordará, imagino, de Jokin Aperribay abrazándole por detrás mientras alzaba la Copa.

-Me acuerdo de lo que me dijo antes. Tú, cuando la ganemos, levanta la Copa debajo de mí, que yo también quiero salir en la foto. Cuando llegué me lo recordó: Ven más para aquí (risas). De hecho, sale detrás. Con todo lo que ha sufrido como presidente, para él también fue una maravilla celebrar un título con la Real.

En el club solo han recibido Copas un tal Arconada e Illarramendi.

-No le doy muchas vueltas, pero sí que me hace mucha ilusión. Aunque en realidad lo que de verdad me llena es haber ganado la Copa, más que si fui yo el que la levantó.

¿Se llegó a imaginar así ganar un título con la Real?

-Lo cierto es que no. Uno siempre se lo imagina con nuestra gente, con más ruido€ Lo típico de todas las celebraciones de los títulos. Fue una pena. Luego en el hotel sí que lo disfrutamos, pero el llegar al día siguiente y no poder celebrarlo con tu gente por toda Gipuzkoa fue raro.

Ha destacado el comportamiento en la derrota del Athletic; en sus filas estaba su amigo Iñigo Martínez.

-Iñigo también se portó muy bien a pesar de que cometió el penalti y perdió la final. Para él también tuvo que ser duro caer ante su exequipo. Aunque no lo estaban pasando bien, tanto Muniain como él se portaron muy bien. Y los demás, que se quedaron en el campo aplaudiéndonos. Solo podemos agradecérselo, porque no son momentos fáciles.

¿Alguna anécdota que se pueda contar y que se quedó en el tintero?

-Muchas, pero la mayoría son de la noche. En ese momento no sabía ni dónde tenía las muletas (risas).

¿Se acordó de alguien en especial?

-De la familia, sobre todo, De los aitas. Mi novia sí estaba ahí. Esos momentos también te gusta vivirlos con tu gente, que ellos son los que sufren cuando no estás bien. Para todos fue una lástima que no estuvieran con nosotros.

Hemos repetido muchas veces este año que es 'Para siempre' por haber sido ante el eterno rival.

-Sí, sin duda. No era lo mismo enfrentarte a otro rival que al Athletic. Porque el resultado va a ser para siempre. Si hubiésemos perdido, cada vez que nos hubiéramos enfrentado a ellos, nos habrían recordado: Pero nosotros ganamos el más importante.