No fue una derrota más. El Madrid ha ganado muchos otros encuentros en Donostia sin pasar el más mínimo apuro, pero el de ayer fue especialmente decepcionante y desconcertante. Ante un gigante así se puede caer, pero nunca sin orgullo, alma ni casta. Cuando tu estadio se encuentra abarrotado y expectante ante un adversario al que siempre gusta incomodarle por todo lo que representa. Hacía tiempo que la Real no nos dejaba tan fríos. Sin argumentos y sin respuestas. Y lo peor no fue su incapacidad para responder a los golpes madridistas, si no lo encogida y lo cobarde que se mostró desde el minuto uno. Con un complejo de inferioridad terrible ante un Madrid que simplemente esperó a que su nueva estrella, Vinicius, apareciera para desnivelar la contienda. Con eso fue suficiente. No se crean que enfrente se encontraba el Madrid de los Cristiano Ronaldo y compañía. Solo un supuesto gigante vulgar, sin apenas efectos diferenciales y sin el poder de influencia de otros.

Por eso la actuación de la Real fue tan lamentable y acabó silenciando hasta a su parroquia, que tenía ganas de guerra y se quedó fría. Y muchos se echaban las manos a la cabeza cuando algunos aventuraban que amenazaba crisis, como la del curso pasado a estas alturas con solo dos victorias en 17 encuentros. Pero los problemas ya están aquí. Y se podían haber evitado, sobre todo las lesiones de Merino y Silva en Mónaco en una noche en la que no se debió exponer ni lo más mínimo. Y todos sabemos que resulta ventajista recordarlo, pero ese día solo estaba en juego la primera plaza y ahora, tras caer por tercera vez consecutiva, hay que afrontar una final frente al PSV sin los ingredientes necesarios para ser la Real que todos conocemos. Y había que tomar las decisiones evidentes, como sucedió el año pasado cuando el equipo se desmoronó sin Silva. La realidad está bien clara, sin el canario y, sobre todo, sin Merino, no se puede aspirar a tutear a este tipo de adversarios. Y si son ellos los que quieren jugar y se niegan a esperar, mal por Imanol, que es quien manda y el que debe tomar todas las decisiones. El Madrid ganó en Anoeta como el que lo hace en la Copa ante un Preferente y eso simplemente no se puede tolerar ni admitir. Así de claro. A ver si se está pinchando el globo y no nos hemos vuelto a enterar.

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El primer tiempo acabó siendo demasiado soso. Sin emoción ni pasión. Parecía que enfrente no estaba el Madrid. La Real planteó un encuentro largo, lo que, como es normal, le costó digerir a su parroquia, que, cuando se presenta en frente el villano blanco, solo quiere rock and roll. Imanol volvió a recurrir al 4-4-2, como ante el Sevilla con Sorloth un poco más bajo para presionar. Una apuesta lógica dadas las bajas y el potencial intimidatorio de las dos torres. El problema es que a la Real le costó mucho entrar en el encuentro y morder como si no hubiera un mañana. Es como si los blanquiazules tuvieran la consigna de no forzar y de no gastar todas las energías posibles para evitar que el líder acabara haciéndole daño con el paso del tiempo y del desgaste. Casi todas las oportunidades en el primer acto fueron madridistas, aunque, todo hay que destacarlo, porque el planteamiento era claramente ese, sin llegar a poner en muchos apuros a Remiro. Vinicius, en un par de ocasiones que solventó el meta navarro sin despeinarse, Rodrigo y Modric dispusieron de las opciones más nítidas de los capitalinos. Enfrente, una Real poco descarada, como lo demostró Januzaj, que nunca fue el futbolista desequilibrante que todos conocemos y esperábamos. El belga, Isak y Oyarzabal rondaron el gol sin llegar a concretar sus disparos con claridad. Lo más reseñable del primer acto fue que Ancelotti se vio obligado a prescindir de Benzema, por unos problemas musculares, por lo que le sustituyó Jovic en lugar de Mariano. Esto sin pasar por alto el lamentable pitido del entreacto del cobarde Gil Manzano, con un córner a favor de la Real. Nada nuevo bajo el sol, con la consiguiente y merecida pañolada de la grada.

Bajonazo

En la reanudación, el Madrid solo necesitó apretar un poco más el acelerador para tumbar a una endeble Real, que no se sostenía en pie y no tenía ni la más mínima opción de llevarse los tres puntos. Con la de equipos blanquiazules mucho más flojos que han tumbado a gigantes en Donostia€ A los pocos segundos Remiro salvó un remate de Rodrygo, poco antes de que Vinicius batiera con una sencillez insoportable la meta realista apoyándose en Jovic. El brasileño, crecido, pudo aumentar su renta, antes de que el serbio sentenciara a los locales al remachar una peinada de Casemiro en un saque de córner. La señal evidente de que la Real simplemente no compareció al supuesto partidazo de Anoeta.

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Los realistas trataron de reaccionar tímidamente, pero sin ninguna inspiración ni acierto. Solo Isak generó algún suspiro entre una afición tremendamente molesta por lo que estaba soportando en una de esas noches señaladas de la temporada.

Y se acabó. La Real no fue capaz de vencer a un rival de entidad y van más de 20 partidos seguidos sin hacerlo. No vale con los mensajes ambiciosos y soñadores de su entrenador; algo está sucediendo que le impide plantar cara a los mejores. Justo cuando más nivel tiene, lo que duplica la impotencia. Que no se equivoque, la derrota ante el Madrid estuvo muy lejos de ser una más. La decepción fue mucho más allá. Lo único bueno es que la rabieta tiene que servir para motivarse ante el PSV. Si el jueves no se saca la final europea adelante, nos tendremos que replantear muchas cosas, porque salta a la vista que no es oro todo lo que reluce...