a vida de los entrenadores es demasiado complicada. Un ejemplo. Imagínense ser técnico del Norwich desde 2017, haber logrado dos ascensos y sobrevivido a un descenso entremedias y, cuando regresas a la exigente Premier, el día que tu equipo por fin gana su primer partido del curso, te despiden. Para más inri y sin que nada pareciese casual, el Aston Villa fulmina a su preparador casi al mismo tiempo y el destituido ocupa la plaza que has dejado. En un movimiento, el de un cambio de banquillo en la misma temporada, que aquí todavía está prohibido. Afortunadamente, porque si no la Liga se convertiría en una especie de Juego del Calamar, por la impaciencia de los clubes y la absoluta falta de corporativismo de los inquilinos de la silla eléctrica. Nils Liedholm, mítico exjugador y extécnico sueco, solía decir que el de entrenador era "el mejor trabajo del mundo si no hubiera partidos". Que se lo pregunten a Menotti, que hace poco contaba una anécdota con el único problema directo que tuvo con Maradona, aunque en realidad fuese con su exmujer Claudia, por sustituirle en un partido contra el Manchester de Ferguson (le pedía que jugara a las espaldas de los volantes y el 10 prefería bajar a buscar la pelota una y otra vez). Esta le esperó llorando a la salida para reprocharle: "¿Cómo le has hecho eso al Diego?". Su resumen de lo acontecido fue elocuente y gracioso en un programa de televisión: "Un disparate. Un disparate mío". "¿Volvería a cambiarle?", le preguntaron. "Ni loco", con ese pronunciado acento argentino que lo exagera todo. Pobre gente, de verdad, lo que tiene que aguantar...

La Real visita esta tarde a un equipo de autor, el Espanyol de Vicente Moreno. Futbolista defensivo (central o mediocentro) discreto que hizo carrera en el Xerez con el que llegó a jugar en la elite una campaña, en los inicios de su carrera en los banquillos, cuando estaba al frente del Nástic, un periodista amigo me comentó que tenía muy buena fama y que le auguraba una gran carrera, motivo por el que le he seguido la pista de cerca. Los resultados no tardaron en rubricarlo. Subió a los tarraconenses a la categoría de plata y luego al Mallorca dos categorías, con aquella remontada asombrosa de un 2-0 en el play-off ante el Deportivo. Después no sobrevivió al descenso, como sí hizo en su día en Norwich, el citado caso del teutón Daniel Farque.

Cuando cayó al infierno, el Espanyol tuvo claro que necesitaba el rescate de un especialista en ascensos y se puso en manos del valenciano, que pocos meses después ya le había devuelto a su lugar natural. No en vano, es el conjunto que precede a la Real en la clasificación histórica de Primera División, con once cursos más (aunque solo 117 puntos de diferencia), es decir, solo ha faltado en cinco años en la elite. El hecho es que llevo tiempo leyendo muchos elogios al técnico, como los que le dedicó un trotamundos del fútbol, Aleix Vidal, en los prolegómenos del derbi catalán: "A mí Xavi (entrenador del Barça) y los temas de cambios de entrenador de otros ni fu ni fa, yo miro a Vicente (Moreno), al que he dicho personalmente que es uno de los mejores entrenadores que he tenido. Lee muy bien los partidos y estoy convencido de que, como el cuerpo técnico ha hecho su trabajo, aprovecharemos los puntos débiles del rival". De hecho así lo hicieron y no asaltaron el Camp Nou de milagro... O por otras cuestiones, de las que los blanquiazules podrían escribir una enciclopedia.

También hay que reconocer que no es lo mismo descender ahora, con el colchón económico que te concede la Liga y con capacidad para mantener fichajes millonarios como los del internacional Raúl de Tomás o Cabrera, en su día objetivo para recalar en Anoeta, que caer sin red como lo hizo la Real en 2007, con una mano delante y otra detrás y con unas deudas que hacían peligrar incluso hasta la viabilidad de la entidad. La única fórmula para volver y resetearse era apoyarse en la cantera, algo que también sabe hacer muy bien nuestro anfitrión de hoy, con lo difícil que debe ser convivir a la sombra de un gigante onmipresente que lo abarca todo en la misma ciudad.

Como suele ser habitual en él, siempre tan educado, correcto y diferencialmente corporativista, Imanol Alguacil destacará el trabajo de Moreno al frente de los pericos. Y créanme, da gusto que sea así. Auténtico, sin dobleces ni falsedades. El verde no engaña y la mejor demostración la tienen en el campo, donde, aunque viva por lo menos con la misma tensión los encuentros que cualquiera de sus homólogos, jamás tiene el más mínimo gesto feo con nadie. Ni con el banquillo del adversario, ni con los árbitros, a pesar de que algunos le han condenado a caer derrotado por sus inconcebibles errores, ni, por supuesto, con la grada. La suya no es una pose en una rueda de prensa ya con las revoluciones bajadas y aconsejado por un jefe de prensa. Simplemente es una forma de ser, mantenerse fiel a su personalidad y a sus ideas.

Me consta que hubo muchos aficionados txuri-urdin a los que les molestó su exquisita corrección en su comparecencia tras el empate frente al Valencia. A pesar de la rabia con la que abandonó el estadio la hinchada por culpa de dos villanos que ya no engañan a nadie, como Bordalás y el trencilla Melero López, Imanol no se salió de su habitual discurso: "El Valencia ha hecho un trabajo defensivo magnífico", elogios para el técnico rival. Y hasta otro contenido para el colegiado que soliviantó como pocos a su gente que, entre otras cosas, entendía que llovía sobre mojado: "No me gusta que se piten las faltitas o los rocecitos. Eso no es fútbol. Sí me habría gustado que el listón que ha colocado el árbitro en la primera parte se hubiera mantenido en la segunda. La expulsión de Aritz no la he visto y no me gusta opinar sobre las decisiones de los árbitros".

Qué quieren que les diga, entiendo las críticas que denuncian que no se puede poner la otra mejilla cuando las injusticias son tan flagrantes, pero prefiero que Imanol se haya mantenido en sus trece. Modificar el mensaje, denunciar o recular hubiese sido como una derrota. Yo admiro esa capacidad que acredita para relativizarlo todo y para mantenerse frío y respetuoso pase lo que pase en el duelo. Esto no significa que no le pueda molestar alguna circunstancia como a cualquiera de nosotros, o algún atropello que, desgraciadamente, sufre demasiado a menudo nuestro equipo. Porque en el fondo, siente y padece como lo que es, preparador de la Real, pero con el cuantioso plus añadido de su sentimiento por los colores. Ya lo dijo el padre San Román después del primer partido del juvenil txuri-urdin en 1952: "No solo queremos que seáis jugadores brillantes y de clase. También queremos que representéis con orgullo este club, siendo ante todo buenas personas". Nuestro Imanol, al más puro estilo Alberto Ormaetxea que, como contó Tomás Guasch, era capaz de ir a buscar a la estación al periodista que venía desde Barcelona para entrevistarle, captó rápido el mensaje y lo cumple a rajatabla. Como futbolista y como entrenador. Brindo porque sea siempre así. ¡A por ellos!