e gusta mucho el Granada. Y me gusta su entrenador, Diego Martínez, que ha sido capaz de crear un equipo competitivo en el tiempo, alternando registros de distinto tipo. Tan pronto plantea un partido de ritmos altos y jugado a campo abierto como baja las revoluciones para conseguir que ocurran menos cosas durante los 90 minutos. Que no se nos olvide que estos tipos estaban celebrando el primer billete europeo de su historia a mediados de julio, que entre septiembre y diciembre disputaron nueve encuentros continentales, y que no se clasificaron para las semifinales de Copa de auténtico milagro. A día de hoy dejan atrás ocho meses de locos, marcados por un calendario que se le atraganta al 99% de los equipos con su teórico estatus, y sin embargo ellos caminan firmes en todos los frentes. Suman 36 puntos en la Liga. Y apuntan al bombo de los cuartos de final de la UEFA. Su éxito reside, principalmente, en la maestría del técnico para acertar pisando el acelerador o el freno, en función del contexto vigente.

No hace falta el carnet de entrenador para analizar que Diego Martínez apostó ayer por lo segundo, por meterle cloroformo a un duelo celebrado menos de 72 horas después del partido contra el Molde. Le salió a las mil maravillas gracias a un churro de los que marcan época, todo hay que decirlo. Pero sirvan las observaciones hechas aquí acerca de este Granada para contrastarlas con el perfil de nuestra Real. Una Real rica en lo táctico y en matices, pero siempre o casi siempre dentro de propuestas desembocantes en una característica innegociable: ritmo, ritmo y más ritmo. El fútbol camina hacia ello, por lo que solo podemos aplaudir que la dirección adoptada por el equipo vaya en consonancia. Únicamente subrayamos que Imanol ha sido algo más reacio que su colega a pisar el freno. Además, constatado este hecho, puede existir la tentación de asegurar que los txuri-urdin no son competitivos desde el repliegue y una menor exposición, que su pedal de freno no funciona del todo bien, pero yo creo que no es el caso. Ha habido momentos en su temporada (el momento del Granada ayer) durante los que han podido reducir algo su velocidad sin que su rendimiento se resintiera. Porque también están capacitados para ganar así.

Sirva lo de ayer para tomar nota de cara a futuras y previsibles experiencias. Pese a la derrota en el Nuevo Los Cármenes, soy un firme convencido de que la Real alternará Liga y Europa la próxima temporada. Y de que lo hará desde una experiencia y una acumulación de horas de vuelo mediante las que podrá jugar en mayor medida con la caja de cambios: un jueves meto quinta, el domingo tercera, el miércoles subo a cuarta€ Todas esas cosas que el Granada, con su veterana plantilla, ha podido ejecutar desde ya. No me cambio por ellos, sobre todo por una cuestión de proyecto. Han acudido al mercado para comprar tiempo. Y lo han hecho con éxito. Sin embargo a nosotros, por una cuestión de filosofía, solo nos queda cocinar a fuego lento una receta que, terminada, sabe mucho mejor que la suya. Por de pronto, los de Imanol tienen nueve puntos más en la clasificación. Y, pese a que ayer sufrieron para desarrollar su fútbol en tierras andaluzas, también hubo momentos en los que crearon problemas a su adversario. Sucedió, principalmente, cuando el míster metió en el campo a Portu y a Barrenetxea e incrustó a Illarra entre centrales para dibujar un 3-5-2 que a los de Diego Martínez les costó descifrar. Pero no fue suficiente para empatar un partido de empate, que se perdió por culpa de un rebote. Tampoco nos vamos a volver locos ahora.

La principal pena es que ahora las declaraciones de Imanol corren el riesgo de volvérsenos en contra. Dijo que la mejor forma de preparar la final de Copa es ganar partidos de Liga. De lo que se deduce que perder ayer afecta en lo negativo en la puesta a punto para La Cartuja. Yo entiendo que por la trascendencia del derbi del 3 de abril y por los quince días de parón previo, poco influirá en el duelo de Sevilla la trayectoria previa de los equipos. Será un encuentro sin ayer, enfocado únicamente hacia el mañana. Hacia la dulce resaca con la que el ganador amanecerá el día 4. Nadie se acordará entonces de planteamientos ni de tácticas. Nadie analizará el ritmo con el que se jugó la víspera. Y, sin embargo, la felicidad de unos o de otros dependerá muy mucho del acierto con los pedales en ambos banquillos. El acelerador en un lado. El freno en el otro.