- Dicen que cuando tienes un accidente de tráfico es muy importante que la víctima se vuelva a poner pronto al volante para superar cuanto antes el posible trauma. Afortunadamente, Mikel Oyarzabal no ha tenido que esperar mucho tiempo para volver a asumir la responsabilidad de afrontar una pena máxima, después de haber fallado la primera desde que juega en la Real en la tanda de las semifinales de la Supercopa.

El 10 había explicado en este periódico lo que sentía tras la decepción del primer error: “Yo sabía que iba a llegar el día, pero fue la sensación de No sé qué he hecho mal o qué he hecho diferente. En el momento te duele y te hace sufrir y darle 17 vueltas a la cabeza, pero si te sirve para asimilarlo y para que el día siguiente no cometas el mismo error...”. Incluso reconoció que no sabía cómo se iba a sentir cuando les pitaran otro penalti a favor: “Si me llega al día siguiente, igual no lo tiro yo porque estoy cagado. Son las sensaciones del momento. Hasta ahora, cuando me ha tocado, tenía la certeza de que iba a hacerlo bien y el día de la Supercopa también percibía esa sensación. Ahora mismo tengo la misma, pero el día que llegue igual me entra el miedo escénico y no lo puedo lanzar”.

Pocos dudaban de que, conociendo su personalidad y carácter, a Oyarzabal no le iba a temblar el pulso a la hora de volver a ejecutar otro lanzamiento desde los once metros. Lo transformó fiel a su estilo, a paso lento y engañando a Ledesma, que no aguantó sin elegir un lado. Era su decimotercer seguido materializado durante un partido de Liga, a los que hay que añadir los dos que marcó en la semifinal de Copa el año pasado, el del partido de la Supercopa y otros dos que convirtió con la sub’21. Todavía le falta por alcanzar a Xabi Prieto, que entre Primera y Segunda, anotó seguidos 16 penas máximas después de la única que falló, en ese maldito derbi ante el Athletic en Anoeta el año del descenso.