Es lo que tiene jugar tan bien al fútbol y convertirse en la sensación del campeonato. El precio a pagar. Da igual que llegues agotado, con tus mejores jugadores lesionados y algunos reservados, todos los equipos te van a esperar con las mismas ganas de dar la campanada y celebrarán los empates como si fueran victorias. Sucedió el jueves y volvió a ocurrir ayer. Una Real de circunstancias o, mejor dicho, de emergencia, sobre todo tras la lesión de David Silva antes de empezar, selló su cuarta igualada consecutiva a pesar de ser superior contra once y contra diez. No pasa nada por reconocer que le vino mal la roja a Battaglia por menospreciar al colegiado, ya que el Alavés plegó velas y decidió encerrarse para aguantar el 0-0. Llamaban poderosamente la atención los sprints de sus jugadores para colocarse en una defensa más propia de balonmano que de fútbol, que recordó sobremanera a la numantina muralla que levantó el Rijeka en Anoeta.

Imanol lleva muchas semanas denunciando que le faltan goles y, desgraciadamente, tanto el equipo como, sobre todo, sus delanteros no paran de darle la razón. Llevamos unos días remarcando que no es normal que un equipo que produce tanto peligro, que genera muchas ocasiones, aproveche un porcentaje tan pequeño. Ha llegado el momento en el que hay que darle la vuelta a la tortilla y asumir que sí, que lo normal es que esta Real deje escapar un sinfín de opciones para decantar a su favor los partidos. Sin puntería no solo no hay liderato, privilegio que se dejó ayer en Vitoria seis jornadas después, sino que también te quedas sin ganar ante un rival inferior que casi no disparó entre los tres palos. Una pena, da rabia, porque cuando ofreces la sensación de ser tan superior escuece no plasmarlo en el marcador.

Ha llegado un momento en el que acertar un once de Imanol tiene tanta dificultad como que te toque el gordo de Navidad. Aparte de las bajas, solo los que están dentro y los propios protagonistas conocen de verdad su estado físico para ir afrontando dos encuentros por semana de máximo nivel. Como era de esperar después del enorme esfuerzo extra e inesperado realizado por el equipo en el tropezón ante el Rijeka y de que el jueves les aguarde una final en Nápoles, el técnico introdujo novedades en todas las líneas. En la portería, mantuvo a Remiro, al que le protegía una zaga con tres caras nuevas: Gorosabel, en la derecha; Sagnan, que acompañaba en el eje a Zubeldia; y Aihen. En el centro del campo, el único cambio fue la habitual rotación Guevara-Zubimendi, con turno en esta ocasión para el vitoriano en su estadio y ante el conjunto del que era de txiki. Merino y Silva por delante y arriba, Portu, que había caído un poco en el olvido tras haber sido el mejor realista del inicio de la temporada, con Isak, cuyos goles se están haciendo esperar demasiado esta campaña y, por fin, Merquelanz en la izquierda. Si no llegaron más refuerzos este verano fue debido a que regresaron Guridi y el irundarra. Este último tras firmar una buena renovación que se ganó con los números de crack que firmó en Miranda. Una pena que haya habido que aguardar hasta diciembre para que estrenase su primera titularidad. Tras varios problemas musculares, llegó el momento de un futbolista con muchas posibilidades y con grandes expectativas de futuro en el club.

Una lástima que en el calentamiento, una vez más, Silva notara molestias y tuviera que ser sustituido por Roberto López. No parece coherente ni inteligente arriesgar así con tu mejor jugador cuando Oyarzabal es baja y esta semana tienes que afrontar un choque a vida o muerte. El principal reflejo de los muchos cambios que introdujo ayer Imanol fue que Merino se estrenó como capitán. Por cierto en lugar de Zubeldia, que lleva más tiempo en el primer equipo.

El partido, en cambio, comenzó bien para la Real. A los cuatro minutos, Aihen metió en largo para Portu, que no logró chutar en una situación óptima pero que al menos regateó a Pacheco y le puso un balón magnífico a Isak, quien, a un metro de la portería, remató flojo y centrado, lo que dio tiempo al meta de sacar la mano y despejarla. La repetición de la jugada confirmó que no era fácil volear como lo intentó el sueco, que quizá debería haber buscado finalizar de cabeza. En la acción siguiente, Joselu le robó la cartera a Zubeldia en un balón largo que dejó botar y Remiro, que se quedó a media salida, vio cómo la vaselina del punta se marchó rozando el larguero. Poco después, Duarte disparó demasiado cruzado y a los 21, Joselu, cabeceó forzado un centro demasiado alto. Hasta ahí las noticias ofensivas de los locales.

Guevara mandó frenar y contemporizar, y la Real empezó a tocar y tocar, no con la brillantez, movilidad y profundidad de otras tardes, pero sí como para dominar y provocar que el Alavés decidiera esperarle en su campo. A los 27 minutos, tras una preciosa acción colectiva, con un magnífico pase de Roberto López a Gorosabel, Merino no atinó con una volea con la derecha; y, cuatro después, Merquelanz probó suerte con un buen chut que despejó Pacheco. El canterano entró en el partido cuando centró más su posición, ya que por la banda le costaba más acaparar protagonismo. La última oportunidad visitante fue un disparo lejano de Zubeldia que también paró Pacheco. En esa acción, a Lejeune se le fue la cabeza tras resbalarse y le entró con los tacos a la altura de la rodilla a Portu sin ninguna opción de disputar el balón. Una tarjeta roja indiscutible. Es decir, literal, que no admitía discusión, salvo para los dos Munuera (tanto monta monta tanto), sobre todo el valenciano que estaba calentito en la sala del VAR y que incomprensiblemente no le llamó para expulsar al galo.

En la reanudación, tras el único remate a portería de los locales en un tímido cabezazo de Joselu, la Real tardó unos instantes en volver a tomar la posesión. A los seis minutos, Isak obligó a Pacheco a hacer un paradón; y Portu, a puerta vacía, no atinó al golpear algo forzado. Al murciano se le escapó otro disparo, justo antes de que Battaglia se autoexpulsara por decirle algo al colegiado. En ese momento la Real parecía estar cómoda, pero la situación cambió de forma radical. Los alaveses edificaron un muro en el que se estrellaron una y otra vez los donostiarras sin hallar soluciones. La única oportunidad llegó en un centro de Aihen, que bajó Portu y empalmó con violencia Willian, pero que detuvo con una mano fuerte antológica Pacheco. Imanol tardó con los cambios y no encontró ideas para doblegar la zaga alavesa; no recurrió ni a Barrene ni a Janu, sus dos jugadores más habilidosos y que suelen buscar el necesario uno contra uno. El partido murió con eternas posesiones estériles de un equipo ya sin centrales.

Otro empate más. Y van cuatro. De nuevo esa sensación de frustración de un partido que puedes y debes ganar y que te quedas sin dos puntos golosos para distanciar rivales y mantener un liderato que nos hacía felices. La Real necesita encontrar ya una solución a su falta de puntería. Porque sus rivales ya han descubierto que les ataca con balas de fogueo...

La Real volvió a generar ocasiones suficientes como para decidir el encuentro, pero la falta de puntería del equipo ya es preocupante

Pacheco se erigió en el protagonista del encuentro al hacer tres paradas espectaculares, sobre todo en una volea de Willian José