os años y ocho meses después de jugar su último partido de competición europea, la Real visitó ayer al Rijeka. Y el miércoles, en la antesala del regreso txuri-urdin, el pujante proyecto del Borussia Monchengladbach gritó por primera vez "presente" ante la aristocracia continental, rozando la victoria en San Siro contra el Inter de Milán. Ambas circunstancias, aparentemente inconexas, tienen en el entrenador alemán Marco Rose su punto de unión. Era él quien dirigía a aquel eléctrico y moderno Salzburgo que nos apeó con justicia en 2018. Es él quien dirige ahora al propio Monchengladbach, dando continuidad en la Bundesliga a todo lo mostrado con los toros austríacos. Su éxito marca el camino, hasta el punto de que supone una de las varas de medir que me lleva al optimismo.

Pienso que podemos completar un muy buen papel en la Europa League. Así lo creo, entre otras cosas, porque el actual equipo de Imanol se acerca más al Salzburgo o al Borussia de Rose que a la Real de Eusebio. Una Real muy meritoria con la que todos llegamos a disfrutar una barbaridad, pero que naufragó en el continente en cuanto le elevaron el listón de la exigencia y se midió al conjunto de Red Bull. Fue una cuestión de ritmo, una cuestión de adaptarse o no al nuevo fútbol, una cuestión de rumbo. La escuadra austríaca tenía muy claro hacia dónde terminaba de dirigirse este deporte, un destino al que podríamos decir que el juego ya ha llegado. Los nuestros, mientras, apuraban calentándose las manos junto a las últimas brasas de una idea casi caducada y que solo conservaba su vigencia al sur de los Pirineos.

Afortunadamente, las cosas han cambiado por estos lares. Solo un mes después de la derrota en Salzburgo, llegó a la Real un nuevo director de fútbol, Roberto Olabe, quien ha acertado a la hora de evolucionar la buena obra de Loren. Olvídense de nombre propios, de fichajes acertados o fallidos, de decisiones puntuales buenas o malas. El viraje completado con el vitoriano va mucho más allá de todo ello. Ha consistido en tomar el timón de la nave y en girar hasta ponerla mirando hacia el norte, no hacia el sur, un cambio que paradójicamente ha aumentado la competitividad del equipo en la Liga, donde su propuesta se sale de la norma.

Se trata aquí, en cualquier caso, de hablar de Europa, y de destacar que los txuri-urdin salen ahora al continente mucho más preparados que en la 2017-18. Por ritmo. Por materia prima en la plantilla. Por lectura de los partidos y de los momentos. También gracias a una variedad de registros que supone el mejor fichaje del verano. Lo negociaron Imanol y sus futbolistas en junio y julio, cuando nadaron apurados hasta la orilla de la sexta plaza. Le sacarán partido ahora, cuando equipos de aquí y allá les planteen preguntas de diferente índole, jueves sí y jueves también. Igual que los domingos.

Terminemos por donde hemos empezado, por aquel 22 de febrero de 2018 en la ciudad de Mozart. La Real viajó a Austria obligada a marcar tras el 2-2 de la ida, y sin su delantero centro, el lesionado Willian José. Fue titular Agirretxe, inmerso en su fallida cruzada final por recuperar el nivel previo a la avería del Bernabéu. Y se quedó en el banquillo Bautista, el mismo que anoche ejerció de alternativa estando disponibles los dos arietes top del plantel. El cambio en la situación del errenteriarra, goleador en Croacia, simboliza todo lo que ha avanzado su equipo este tiempo. Demostrarlo en Europa, en cualquier caso, exigirá superar una liguilla en la que todavía hay tela que cortar, por mucho que ayer se diera un paso importante. De gigante diría yo. Algún punto rascará este Rijeka. Y si no eres tú su víctima, ya tienes mucho ganado.