¿Se acuerda del día que le comunicaron que subía al primer equipo?

-Recuerdo que en 2007 solo iba a hacer la pretemporada con el primer equipo en Holanda. Cuando quedaba una semana para empezar la Liga, Salva Iriarte se me acercó y me dijo que me quedaba. Me hicieron profesional e imagina la ilusión, después de tantos años en Zubieta.

En Lodosa tuvo que ser una noticia gloriosa.

-Sí, es un pueblo pequeño. Y la gente tenía las ganas y la ilusión de ver a un chico de su pueblo, que había jugado de niño en sus calles, en la Real.

La fama y el dinero. ¿Cómo lo asimila un joven de 20 años?

-Nunca he sido un cabeza loca, he sido un tipo muy tranquilo. Por entonces, estudiaba en la Universidad (cursó dos años de Empresariales), y la tuve que dejar un poco de lado, pero poco más. Con el primer sueldo me compré un coche y poca cosa más. Por suerte, no se me escapó de las manos el control de la situación, como sí he visto en otros compañeros que no han sabido administrarse bien.

Esta semana, Ferran Torres, perla del Valencia, marchaba al City diciendo que “solo” había pedido tres cosas: que le otorgaran rango de capitán, ser de los mejores pagados de la plantilla y que el dueño del club intermediara en su renovación. ¿Leyó la noticia?

-La verdad que esa cuestión es el resumen de todo, ¿no? Me sorprendieron mucho sus palabras. No le conozco, y se ve que tiene un gran potencial, pero este chico no está bien asesorado. Critica a capitanes, entrenador, plantilla… A todo el mundo. Con lo joven que es, el fútbol da muchas vueltas, y está bien tener confianza en uno, pero creo que se ha equivocado.

Los canteranos de 20 años de antes, como usted, no son como los de ahora, ¿no?

-Nada que ver. Yo he notado muchísimo la diferencia. Cuando subí al primer equipo tuve la suerte de que había mucha gente de la casa, como Labaka o Aranburu, que nos acogieron súper bien a los más jóvenes, pero, sin duda, no tiene nada que ver con ahora. Muchas veces, los asesores no les ayudan en nada.