e preveía un partido bravo y se cumplió. La Real disputó ayer en Alicante un encuentro donde el balón estuvo más tiempo en juego que parado. Un choque de ideas que, en cierto grado, casan. Se dejan querer. Los txuri-urdin con su juego de creación, con un mediocampo que tuvo espacio para mover la pelota, más vertical que otras veces; también, con mucho mayor peligro.

Porque enfrente estaba el Levante, un ejército de balas liderado por el comandante Morales. Una primera línea que, cuando roba arriba, es capaz de marcar un gol en un pestañeo de ojos. Imanol apostó por frescura y juventud en la zaga. Aritz y Le Normand en el centro, con Aihen y Gorosabel por bandas. Moyá volvió a ejercer su veteranía en portería. En el pivote, descanso para un fatigado Zubeldia: Zubimendi tiene categoría de sobra para suplirle, y lo volvió a demostrar mientras acumula kilómetros en Primera. Desde atrás inició su carrera la Real. Como le gusta. Ayer podía.

Cuando superó la primera línea enemiga, Merino y Odegaard pudieron abrir campo y buscar velocidad. Primero con Oyarzabal, y más adelante con Isak. El sueco, jugador total, volvió a recordar al de sus mejores noches.

El primer gol tuvo a ambos como protagonistas. A galope corrió el capitán la banda izquierda, que volvió a ser suya. Al fin, el equipo se puso por delante, pintaba bien la tarde. Incluso cuando el Levante empató a los dos minutos con un balón que -cómo no- sorprendió a la espalda de la defensa realista.

La Real jugó la mejor primera media hora desde el reinicio de la competición. Jugó vistoso y efectivo. Con un 72% de posesión, controlando el tempo en el centro y atrevido arriba, el equipo mereció irse con ventaja al vestuario. Y lo pudo hacer si Portu no falla lo infallable.

La notable actuación de Oyarzal por la banda izquierda -cuarta asistencia en las tres últimas jornadas- contrastó con la de Portu. El murciano es todo brega, pero ayer no fue su día. De hecho, su banda fue el talón de Aquiles del equipo. Se evidenció aún más en el segundo tiempo. El momento del apagón.

Imanol no lo veía claro y tomo una decisión: defensa de tres centrales. Fuera Zubimendi, lastrado por su pronta amonestación, dentro Llorente. Esta modificación cambió el sino del encuentro. La Real perdió el balón y no lo volvió a recuperar.

Preocupante el bajón en el rendimiento físico de los jugadores. Se comienza a evidenciar la carga de partidos y el fatídico calendario de horarios del equipo, que es de los que menos descanso tienen entre partido y partido.

Así, al minuto 60 las sensaciones de la primera parte se habían esfumado. Esa luz de Levante, blanca e intensa, ya se empezaba a oscurecer. No llegó a apagón, pero cerca estuvo. Porque el Levante -el futbolístico- pasó a poner en apuros a una defensa que tiritaba. Aritz no estaba en su sitio; Gorosabel, superado; y Aihen, exhausto, siendo golpeado una y otra vez con centros de Rochina y Jorge Miramón, un futbolista de lo más interesante. Lo vio Paco López, que metió más madera con su última bala: Hernani.

Imanol, raudo, metió a Monreal. En la primera que tuvo, le dio las buenas tardes a Hernani. Veterano. Antes que el navarro volvió Barrenetxea a un césped de Primera. Mal reinicio del donostiarra, habitual picante de segundas partes que ayer no funcionó. Es normal, necesita minutos. Pero dio la impresión de que pudo hacer más en las tres ocasiones en las que el partido le pedía correr. Desubicado también se le vio a Willian José, cuya actuación fue testimonial.

Nada, a la Real ayer se le hizo de noche antes de lo previsto, y de lo debido. Los minutos acumulados pesan ya en las piernas, y la sensación de que el tanque de gasolina estaba ya cerca de vaciarse fue general. El propio equipo lo evidenció con errores de bulto en pases sencillos. Sin recuperaciones, sin ideas en la salida, el Levante se vio en el papel opuesto: dirigiendo el juego. Se ganó un punto, en vez de perder dos. Hoy descanso. Que lo aprovechen.

La Real jugó la mejor primera parte desde el reinicio, veloz y vertical, pero el cansancio casi le acaba por costar la derrota