i todo hubiera seguido el camino de lo habitual, sin pandemias, a estas horas (me da igual el momento en que lo leas) debería estar de jarana. Como ayer, anteayer y los días precedentes. Al igual que les ha pasado y pasará a otros ciudadanos del territorio, en sus pueblos y fiestas, me he quedado sin las mías, sin sanmarciales. ¡Ay, pena, penita, pena! Son días que me gustan porque te encuentras con personas que no ves el resto del año, bien porque viven fuera, bien porque las ocupaciones del día a día nos llevan por caminos diferentes. Charlas sin prisa, que te ayudan a situar mejor el mundo de los demás.

Ayer pasé el día pensando en los gigantes y cabezudos, en el Tu es Petrus del maestro Eslava, en la revista de la compañía Bidasoa, en la gente que llega a misa mayor a última hora pretendiendo encontrar sitio para sentarse. Eché en falta a la banda de música interpretando el Alkate soinua cuando acompaña a la corporación con los maceros al frente. Y por qué no decirlo, la histórica carrera ciclista del G.P. San Pedro que me permite saludar a corredores y directores antes de la salida. Tampoco voy a ir de ¡Ave María Purísima!, de no romper un plato, porque disfruto del aperitivo en el que no puede faltar ni un vino Pajarita de Toro, ni unos buenos calamares. Tampoco una larga, tradicional y copiosa comida, bien regada con diversos moñoños.

Y a cambio de eso ¿qué? Un lunes tristón, desvaído, pálido y desteñido, sin sacar la boina y el pañuelo rojo, sin comprar alpargatas, sin probarme la ropa, sin… solo la espera hasta las diez de la noche, ese horario que nos enjaretan, endilgan y encasquetan con tanto mimo y velocidad, la misma con la que nos pitan los penaltis en contra y nos ningunean. Sigo erre que erre con la matraca. Hubiera dado por bueno un triunfo del equipo para neutralizar tanto desánimo personal. Ni cena, ni desfile de antorcheras, ni nada, ¡Un colacao a media tarde, en lugar de un colocao!

Como os digo, hoy es el día de San Marcial. Ni diana, ni alarde, ni un ¡Viva la cantinera!, ni un abrazo cómplice. Seguro que estaría muy lejos de sentarme ante un ordenador y escribir este texto al que doy con gusto un tono pinturero y cuentista. Caería dominado y derrotado por la espesura. Pararía muy gustoso cien veces en la calle para hablar de la Real, del partido de anoche en Getafe, de la nueva derrota. Compartiría charlas con una copa en la mano y un platito de aceitunas rellenas, bolas de picante y estaría muy a gusto, incluso oyendo las descargas de fusilería y cañonazos que me dejan medio sordo. Un joló, un rataplán y una marcha que interpretan un mogollón de músicos. Muy diferente canción a la que lleva la Real en esta vuelta a la competición. Tenemos partitura, contamos con intérpretes, pero los instrumentos desafinan.

Desde el primer minuto del primer partido estamos esperando, añoramos, una victoria de tres puntos que nos calme y nos saque de esa depresión que nos acompaña sin quererlo. En principio, Getafe no era el mejor escenario para lograrlo, aunque este equipo ha derribado muros cuando parecían infranqueables y no hace demasiado tiempo de ello. Sí, justo antes del 14 de marzo, cuando la plantilla cautivaba, jugaba divino de la muerte y era la envidia de sus rivales. La gente iba al fútbol con mucho donaire, contenta, como un correcalles festivo, En passant par la Lorraine sin intuir ni de lejos todo lo que nos caído encima después. Ahora, en casa, todos apagados.

A falta de hora y media para el inicio del match, llegó la primera conexión con el estadio. La voz de una periodista nos situaba en la pista de la que venía. Nos asfixió con 34 grados centígrados y nos avanzó la alineación inicial que conllevaba el cambio de sistema. Tres centrales, uno de ellos Jon Pacheco, el chaval de Elizondo, cuya presencia en la alineación titular confirma que a Imanol le sobran redaños para decidir el momento del debut de los jugadores del Sanse con los que trata de completar el cuadro de actores de esta obra que les toca interpretar.

En principio, no se anunciaba concierto, pero sonó una guitarra. Punto fatídico, punto de penalti (seguimos engordando la estadística de escándalos) y ocasión aprovechada por el Getafe, después del pisotón del delantero a nuestro defensa. ¡Seguid enviando vídeos a Velasco! Fue todo el bagaje ofensivo de un primer tiempo terrible, con muy poquito que llevarse entre pecho y espalda. Demasiado premio al descanso para el equipo que llegó con ventaja.

Se intuía el cambio de sistema en el segundo tiempo. No quedaba nada que defender y se necesitaba un hombre más en la zona ancha para reforzar la línea de producción y llevar peligro y crear ocasiones que sigue siendo un asunto prioritario. Sin embargo, el técnico aguantó el dibujo hasta el ecuador del periodo. En ese tramo Januzaj marcó un golazo que el VAR no anuló pese al banderazo del linier. Luego, entramos en un proceso táctico. La salida de Isak y la entrada de Portu nos dejaban sin un 9 a la usanza. Luego, el cambio de Pacheco, la defensa de cuatro, la presencia de otros protagonistas, un vaivén. Lo que no estaba previsto era un siguiente toque de guitarra, gracias al cual los madrileños se pusieron en ventaja cuando apenas quedaba tiempo para otra cosa que no fuera certificar la derrota. Un punto de quince en cinco jornadas. Y será ahora, cuando el equipo consiga la victoria, comenzando el jueves contra el Espanyol. Hablaba Mikel Oyarzabal, al final del encuentro, que las cosas suceden “por pequeños detalles”. O grandes, según se mire. Esperaba una alegría para poder celebrar algo en un día tan especial, pero la derrota me deja un poco desolado. Espero que sigamos manteniendo la fe y no nos hundamos. Pase lo que pase y sea lo que sea… ¡Viva la cantinera!