donostia - Un mes después de ser destituido como técnico del Barcelona, Ernesto Valverde reapareció ayer por la mañana, durante un evento en Bilbao. Le preguntaron si estaría dispuesto a regresar al Athletic en un futuro. Y él vino a contestar que no. "Acabo de cumplir años. Y hay buenos entrenadores jóvenes pisando fuerte". Enumeró a algunos. No olvidó a Andoni Iraola, el preparador del Mirandés. Horas después, el usurbildarra demostró en Anoeta ser un técnico como la copa de un pino, diseñando un entramado distinto al que venía empleando últimamente. Cuando el sorteo de semifinales emparejó a los suyos con la Real, disputándose la ida en Donostia, lamentó el orden de los partidos. 90 minutos en el feudo txuri-urdin podían hacerse muy largos desde un comportamiento habitual. Le tocaba a Iraola conservar propuesta, pero matizándola. Combinar el ser valientes con el refuerzo de la red de seguridad. Así lo hizo Iraola. Vaya si lo hizo.

El inicio La Real nunca pareció sentirse cómoda durante la primera mitad. Los blanquiazules eran conscientes de que enganchar en posiciones interiores con Odegaard, Merino o Isak resultaba muy susceptible de encontrar premio. E insistieron a la hora de poner en marcha la maquinaria para encontrar a dichos jugadores. Salida de tres, inicios con Zubeldia como pivote, balones a Remiro? Pero nada. O casi nada. Porque, principalmente durante los 20 minutos del arranque, los locales sí encontraron alguna que otra superioridad en la zona ancha, sin que los beneficiarios de la misma pudieran dar continuidad a la jugada. Faltó acierto. Faltó precisión. Y aparecieron además buenas ayudas de la estructura rival. El adversario también juega, aunque milite en Segunda. De hecho, el Mirandés ofreció en Anoeta una cara muy mejorada respecto a la que han dado aquí equipos de la máxima categoría esta temporada.

Las variantes del rival ¿Qué es lo que hizo Iraola para contrarrestar a la Real? Su alineación aportó pistas de antemano, pues apostó de inicio por el once con el que había tratado de conservar un momentáneo 3-2 ante el Villarreal, tras sustitución defensiva. Parecía claro, visto el equipo inicial, que la clave iba a residir en el comportamiento del teórico mediapunta, Antonio Sánchez. ¿A quién presionaría? ¿Saltaría a por un central? ¿Taparía pases interiores? Pues saltó al campo con una función híbrida que ejecutó a la perfección, como prueba la jugada del 1-1. En primera instancia, se quedó en ella con Zubeldia, como había hecho en la mayoría de acciones anteriores con el propio medio azkoitiarra e incluso con Merino cuando la Real retrasaba al 5. Un pase horizontal de Le Normand a Aritz, mientras, activó el chip de la presión alta del Mirandés. Así que se lanzó Sánchez a por el propio Aritz. Guridi a por Merino. Malsa a por Odegaard. Gol. La cortocircuitada Real podía dar las gracias al descanso por contar con esa renta en el marcador. 2-1.

Tras el descanso Tocaba mejorar en la segunda parte. Tocaba buscar fórmulas para superar las primeras líneas de presión del Mirandés. Y para perder así mejor el balón, que esa era otra. Los de Andoni Iraola venían encontrando opciones claras de transición cuando robaban, porque lo hacían todavía con los de Imanol muy abiertos buscando salida. Tras la reanudación, mientras, la calidad de las posesiones blanquiazules mejoró algo. Merino pasó a actuar un poco más retrasado, casi en paralelo con Zubeldia, y esto implicó a menudo una camiseta txuri-urdin adicional para combinar, lo que restó capacidad de contragolpe al rival. Fue suficiente el cambio si de lo que se trataba era de sufrir menos atrás. Resultó insuficiente, sin embargo, porque no dio para conectar en mejores condiciones con Odegaard y compañía.

En LArgo El ingreso al campo de Willian José en los últimos 25 minutos aportó la opción de buscar los envíos directos a la delantera, visto que encontrar la espalda de los pivotes visitantes resultaba más que complicado. Alguna situación generó el brasileño peinando balones largos, pero la dinámica general del partido no varió, concluyendo así la contienda. Tuvo muchísimo mérito el Mirandés consiguiendo lo que consiguió. Y dio también la sensación de que la Real tendió a la precipitación cuando se vio con opciones de transitar. Pudo hacerlo en más oportunidades de las que hoy pueda parecer. Pero el equipo quiso correr incluso más de lo que demandaban las jugadas en cuestión. De antemano, el esquema del partido apuntaba a un cuadro txuri-urdin capaz de rajar en canal al adversario en caso de superar su primera línea. Sin embargo, logró esto último bastante menos de lo deseado. Y, cuando lo hizo, el chip de la electricidad que llevaba configurado le perjudicó más de lo que le benefició. Estaba la Real metida en el papel del vértigo. Le faltó capacidad para bajar revoluciones.