La cosa no pintaba bien. La Real había comenzado de manera equivocada y muy peligrosa el encuentro y el Ceuta se había crecido más de la cuenta. Corría el minuto 20, los blanquiazules no habían generado ninguna ocasión y ya habían sufrido un par de sustos importantes. En ataque estaba volcando todo su juego por la banda derecha, en la que Januzaj, fiel a su estilo, con su ritmillo especial, daba una de cal y una de arena en sus continuos intentos de aventura en solitario. Hasta que por fin apareció por el otro flanco Barrenetxea. No fue ninguna sorpresa, se le esperaba. Se sabía que la fortaleza de su tren inferior y su extraordinaria calidad en el uno contra uno podían adaptarse muy bien a una hierba artificial que, por cierto, no influyó en exceso en el desarrollo del encuentro pese a la desconfianza que generó en la expedición donostiarra. Pero es que muchas veces se nos olvida el proyecto de futbolista que tiene la Real viendo sus partidos en una ubicación privilegiada en el banquillo. Atesora un talento innato para dejar cadáveres a su paso, un regateador puro de los que aparecen uno de tanto en cuanto, y de los que juega como lo hace en el patio con sus colegas. La obligación del club es conseguir que no pierda ese espíritu callejero, porque cada vez es más complicado producir un futbolista de este calibre. Y además, por si fuera poco, tiene mucho gol. El problema es que es tan tímido y buena persona que le parece casi un abuso no pasar después de haber hecho uno o dos regates. Si hasta en el mismo tanto que anotó después, antes de chutar estaba mirando por si llegaba un compañero. Llegados a este punto, ya no se sabe muy bien qué se puede hacer con este chaval esta campaña, pero su magia debe y merece encontrar muchos más minutos.

Ayer, en una situación complicada aunque no dramática, primero nos recordó que las diferencias entre ambos equipos eran abismales y no podía haber posibilidad de sorpresa y de pifia gorda con sus apariciones iniciales por la izquierda, a pie cambiado, como siempre le ha gustado a él. Y después, tras el descanso, ya muy enchufado y en modo casi imparable, sirvió el segundo gol con un centro espectacular y anotó el cuarto que cerró la goleada, en una acción en la que recuperó la pelota, condujo y machacó sin compasión. No lo olviden por si le vuelven a perder de vista unas semanas, jugadorazo. Ayer nos deshizo el nudo que se nos estaba poniendo en el estómago con el recuerdo de los fantasmas del pasado.

Sería injusto no acordarse de Sangalli en esta apertura. No estaba teniendo una buena actuación, pero siempre es generoso en el esfuerzo. Muchas veces se le nota como con poca confianza con la pelota, algo normal dadas las pocas oportunidades de las que está disponiendo. Pero hizo lo más difícil del encuentro, que era abrir la lata. Y lo logró en una jugada que le define. Bajó a la medular, cortó una contra, se apoyó con Oyarzabal y rompió a la zaga local por el centro con un gran recorte para marcar de disparo cruzado. También debemos recordar muchas cosas de este futbolista, porque tiene mucha más calidad de la que muchos creen. Esa jugada la ha repetido una y otra vez en los equipos de las distintas categorías del club. Es su fuerte, la aparición cuando nadie le espera. Y también convive con el gol. Siempre lo ha demostrado. Por si fuera poco, también logró el tercero con un buen desmarque y una buena culminación con la izquierda. Barrenetxea y Sangalli, dos productos de Zubieta que tiran mucho más del carro y cuentan con mucho más protagonismo en la Copa que en la Liga. Al menos por ahora.

La Real ganó 0-4 y se clasificó para los dieciseisavos de final de la competición. Los realistas siguen confirmando que este año disponen de una plantilla que, si tiene algo de suerte en el sorteo, aspira a hacer algo grande. Y eso que ayer sufrió y estuvo incómoda durante la primera parte. Eso sí, a partir del minuto 20 no permitió cruzar el centro del campo a su motivado y voluntarioso adversario que, no hay que olvidar, compite en Tercera División.

Remiro, titular Imanol hizo cambios, pero no rotó al equipo como en anteriores encuentros de Copa. Seis cambios respecto al equipo que perdió ante el Villarreal, dos obligados por las lesiones de Monreal y Odegaard. Lo que más sorprendió probablemente fue la titularidad de Remiro cuando todo el mundo pensaba que sería Moyá, cuyo nivel le permitiría ser titular hasta en Liga. Algo se nos escapa, porque para Imanol no está ni para jugar en Copa. La presencia de Zubiaurre en Ceuta quizá tenga relación, pero nadie del club informó de ello antes del duelo. En el resto, la gripe de Merino, al que se le veía que todavía continuaba renqueante en el viaje, obligaba a que descansara. Y la presencia de Oyarzabal, como volante, se entiende para que Januzaj y Barrenetxea tuviesen la oportunidad de jugar, con Isak en punta. Zubeldia, que está sancionado en la Liga, en el eje de la zaga junto a Le Normand y Zaldua, otro al que no se le esperaba en la derecha, con Aihen en la izquierda. La otra gran noticia es que Sagnan se quedó sin vestir. Imanol dijo que estaba cerca de entrar en el equipo y no lo pone ni ante un Tercera. Sin duda, el lunar de la gran planificación de este curso.

La Real entró al partido mal. Justo como no debía hacerlo para alimentar las esperanzas de los locales. La única receta válida en este tipo de eliminatorias en las que te tienes que comer el marrón de visitar a un equipo en teoría muy inferior, de categoría más baja, es salir en plan arrollador para intentar liquidar el asunto por la vía rápida. La Real hizo todo lo contrario. Y de paso resucitó muchos de los fantasmas con los que convive cada vez que disputa la Copa. Con poca tensión y una lentitud en la circulación del balón desesperante, los locales les superaron notablemente en los diez primeros minutos. Tampoco es que hicieran nada en especial, pero pronto confirmaron que el duelo no iba a tener ningún parecido al del Becerril.

A los cuatro minutos, Nané ya había puesto a prueba a Remiro en un disparo raso con la zurda. Más clara fue la opción de Julio Iglesias, al que se le escapó el remate después de recoger un rechace de Le Normand. Pese a su actitud bastante pasota y poco comprometido en tareas defensivas, lo cierto es que Januzaj fue el principal argumento ofensivo de la Real. Su primera aparición fue un córner directo que Ramírez despejó con apuros. A los 23 minutos, llegó la gran ocasión del primer tiempo para la Real en un disparo de Isak dentro del área que salvó bien colocado el meta local. A partir de ese momento el Ceuta bajó mucho sus prestaciones y perdía el balón casi ipso facto, lo que comenzó a inclinar el campo hacia su portería. Además, su arriesgada salida de balón, al estilo del Barça o, por qué no decirlo la Real de Imanol, anunciaba tarde o temprano la llegada de un error grosero. El problema es que los blanquiazules no mordían en la presión adelantada como lo suele hacer en la Liga.

A Januzaj se les escapó una rosca con la que buscó la escuadra y, en otra buena opción, Isak no logró convertir en gol una gran asistencia de Barrenetxea. De menos a más, el donostiarra se quedó sin rematar después de un gran recorte en el área ante Pozo, quien se rehízo para cortar su intento de asistencia en el último acercamiento de la Real antes de un entreacto cuya llegada fue acogida, como es lógico, con alboroto y alegría por parte de la grada.

En la reanudación, tras un susto morrocotudo de Cristo que no logró chutar por la salida de Remiro, que se hizo muy grande en un uno contra uno, Barrenetxea disparó al palo casi a renglón seguido. Fue la antesala del gol, en la citada acción entre Sangalli y Oyarzabal. Como sucedió ante el Becerril, aunque en esta ocasión en una versión más moderada porque enfrente había un adversario de mayor entidad, el gol desató una tormenta txuri-urdin que en solo once minutos selló su pase con cuatro goles. Januzaj marcó el segundo, el cuarto en la Copa, de cabeza; Sangalli repitió a pase de Guevara; y, por último, Barrenetxea cerró la goleada. De ahí al final lo más destacable fue la pelea de Isak consigo mismo para anotar una diana. Esta vez no eligió un buen día, lo falló todo.

La Real camina con paso firme. Por fin parece tener claro que no puede repetir errores del pasado. Es más, sus jugadores parecen desvincularse de los fracasos en la historia del club en la Copa, porque a la mayoría de ellos les cogió muy jóvenes. Ellos no estaban y no están dispuestos a pagar facturas que no les corresponden. Esta Real quiere escribir su propia historia en el torneo del KO. Y quiere que sea algo grande e inolvidable. Con futbolistas de la talla de Barrenetxea tiene licencia para soñar.