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Contra nueve mejor que contra diez

la real aprovechó a la perfección una atención médica al local olaza que dejó con dos menos al celta y detectó odegaard para cocinar el gol

Contra nueve mejor que contra diez

Es cuestión de matemáticas. Contra dos menos resulta todo más fácil que contra solo uno menos. Pero es también cuestión de inteligencia, una cualidad de la que Martin Odegaard anda sobrado. Ayer el Celta perdió por expulsión a Pape Cheikh, mediada la segunda parte. Y perdió igualmente a su lateral izquierdo Olaza. Esto último ocurrió durante apenas segundos, pero dejó a los gallegos con nueve jugadores sobre el césped, una concesión excesiva si el astro noruego está implicado en la película. El 21 txuri-urdin olió la sangre, acudió raudo y veloz a la herida celeste y desde su epicentro asestó al conjunto vigués una puñalada definitiva. Fue la escena clave de un film que tuvo su historia.

presión rival En la previa, Fran Escribá había exigido a los suyos más intensidad y agresividad. Quienes vimos al Celta en Vitoria contra el Alavés, el domingo pasado, enseguida entendimos ayer que el mensaje de su entrenador había calado. No había transcurrido ni un minuto de partido y la presión alta de los gallegos, cuyo bloque medio-bajo en Mendizorroza tuvo tintes incluso contemplativos, llevó a Aspas y Mina a pisar área txuri-urdin mientras nuestros centrales combinaban con Remiro. ¿Qué hizo la Real? Esta vez decidió arriesgar. Lógico. En tardes anteriores había renunciado a exponerse, jugando en largo desde el portero. Pero existen circunstancias y circunstancias. En Balaídos, entendió Imanol que enfrente había un adversario vulnerable si le giras y le obligas a correr hacia atrás. Así que tocó protagonizar secuencias de pase desde la parcela de iniciación. No salió nada mal, porque el equipo no incurrió en pérdidas comprometidas. Y encontró buenas superioridades desde su salida de tres hombres. Por ejemplo, la de esa conducción de Le Normand que terminó en internada hasta la cocina de Zaldua.

superioridad realista La Real no brillaba. Pero parecía tener el partido más cerca de su terreno que del pretendido por el Celta. Los locales, conscientes de que el cuadro guipuzcoano presiona en 4-4-2, habían buscado de inicio crear superioridad en la medular centrando a Brais, para que le filtraran balones a la espalda de Zubeldia y Merino. Sin embargo, no encontraron casi nunca a su mediapunta. Porque los de Imanol apretaban. Y porque ni los centrales ni los pivotes del cuadro gallego atesoran pulcritud en la salida como para arriesgar con pases interiores en contextos de exigencia. Así fue mínimamente superior la Real durante media hora. Hasta que el Celta cambió las tornas en el tramo final de la primera mitad. No lo hizo gracias a sus centrocampistas de mejor pie, Denis Suárez y el propio Brais. Sí lo consiguió desde la amenaza de Iago Aspas y Santi Mina en profundidad.

superioridad rival Dos carreras del 10 vigués generaron un par de situaciones de peligro en área blanquiazul. Los jugadores txuri-urdin no encontraron salidas claras durante esta fase del encuentro. El nuevo panorama les obligó a defender más cerca de Remiro. Y afloró aquí un eterno problema, la contención en momentos de repliegue forzoso. Menos mal que Santi Mina tenía el punto de mira desviado. De lo contrario, la Real se habría marchado en desventaja a un intermedio que tampoco sirvió para modificar la inercia que acababa de adquirir el duelo. Y es que la tónica se mantuvo e incluso se agudizó en la reanudación, al atreverse en mayor medida el Celta a intentar esas combinaciones que tanto respeto le generaban en el arranque.

tras la roja Prueba de esto último fue la jugada que cambió el encuentro. Juntaron los locales un par de pases interiores en zona de pivotes. Hasta que se produjo el cortocircuito. Un mal control. Un balón que se marcha largo. Una entrada a destiempo. Y partido nuevo en el horizonte. Tuvo su sentido la reacción de Escribá. Sentó a Denis Suárez, pero apostó por un 4-4-1 a costa de escorar a Mina. Así tapaba ambas bandas y no perdía velocidad. También resultó notable la maniobra de Imanol, que recurrió de nuevo a esa especie de 4-4-2 ya conocido por estos lares. Centró a Portu y dio Odegaard el espacio que le podía faltar dentro del previsible repliegue rival. ¿Cómo? Haciendo al noruego trazar una constante diagonal dentro-fuera que le aportaba espacio y desahogo.

el gol En muchos lances, la banda derecha era toda para Zaldua, quien un minuto antes del gol chocó con el lateral zurdo local, Olaza. Este, dolorido en el hombro, tuvo que ser atendido en la banda. Así que, por espacio de solo segundos, abandonó el campo y la marca de Odegaard. Le cogió el sitio un pivote, Fran Beltrán. Pero el mediapunta txuri-urdin vio el panorama y corrió enseguida a la espalda de Lobotka. Beltrán no se atrevió a saltarle. Ordenó hacerlo al central Jorge Sainz, ya demasiado tarde. Y el noruego aprovechó para recibir solo y filtrar un pase por el hueco que había vaciado el propio Sainz. Olaza acababa de reingresar en el césped. El desajuste durante su breve ausencia había salido caro.