Isak encumbra a la Real
El sueco da el triunfo a unos realistas inferiores durante muchos minutos pero que fueron capaces de aprovechar la expulsión de Pape en un buen final
“Real, Real”. Todavía resuenan los gritos de ánimo de la entusiasta parroquia txuri-urdin al término del encuentro cuando los jugadores se acercaron hasta su grada para agradecerles el apoyo. No es un tema baladí salir victorioso de Balaídos. Un estadio que entró por méritos propios en la leyenda del club por la famosa pérdida en la penúltima jornada de la Liga 2002-03. Por una cosa o por otra, la Real casi nunca juega bien en Vigo. Siempre le cuesta. No consigue sacar su mejor versión ante un rival que siempre le aprieta y le genera problemas. La película que vimos ayer durante 65 minutos ya la hemos vivido en repetidas ocasiones en este mismo escenario. Lo que cambió todo, al igual que hace unas semanas con la tarjeta roja a Diego Llorente ante el Getafe, fue la torpe expulsión de Pape Cheikh por una entrada incomprensible a Zubeldia por desproporcionada y evitable teniendo una amarilla. A la Real, que solo había disparado una vez entre los tres palos en un chut lejano de Oyarzabal en el minuto 63, incluso le costó entender que era su momento, que debía ser ambiciosa para ir a por una tercera victoria a domicilio que se la habían puesto casi en bandeja.
Tampoco Imanol se decidía con los cambios, lo que sin duda podía ser una declaración de intenciones para que el rival se preparara para lo peor. Desde luego, su primera modificación tampoco parecía cambiar mucho si se tiene en cuenta la salida de un Willian José que debería medir mucho más sus reacciones infantiles. El brasileño volvió a enfadarse cuando vio su dorsal en el luminoso y se marchó andando hacia el banquillo. Este año hay competencia y debe entender que cuando está mal y no huele una pelota, lo lógico es que entre Isak, un delantero de prestigio y con una pinta extraordinaria. El sueco fue todo lo contrario. Entró como un rayo. Él va a lo suyo, no le afecta lo demás. Parece que no está integrado y que no habla con nadie, y desde el vestuario destacan que es bromista y que se ha soltado mucho. En el campo es una fiera, sobre todo cuando arranca, en carrera en la que parece un purasangre. Nada más entrar propuso un desmarque en largo. Poco después, Odegaard, que fue quien más agradeció la ausencia de Pape, que le había mantenido a raya hasta ese momento, sacó la chistera para meter un balón entre los centrales. Tampoco era un servicio sencillo para el sueco, porque el esférico le vino muy encima, de ahí el mérito de la maniobra, en la que consiguió colocárselo en posición franca para definir como los buenos delanteros, con su pierna mala, ajustando su chut junto a la cepa del palo. Después casi logró el segundo con otra internada gracias a su zancada y un potente disparo que salvó Rubén Blanco. Isak es muy bueno y tiene un porvenir extraordinario. Y el que no lo vea, sea Imanol (que no parece) o sea Willian, tiene un problema importante.
La Real está de enhorabuena. Además de contar con uno de los equipos con mejor pie del campeonato, dispone de dos killers de máxima calidad capaces de decidir encuentros en una sola acción. Con una sola bala. Incluso en los días más malos de sus compañeros. Esos son los mejores, sin duda. Los que aparecen en los días raros.
Remiro, titular Imanol confirmó su apuesta por Remiro. Puestos a buscar una lógica y un sentido al debate en la portería, lo normal era que, después de lo que le ha costado y teniendo en cuenta que todos destacan el nivel de forma que está acreditando en los entrenamientos, siguiera en el marco por vez primera a domicilio. La única novedad en el once fue el regreso de Llorente, quien, al ocupar su plaza en la zaga, motivó que Guevara se sentara en el banquillo y que Zubeldia adelantara su posición. A su puesto natural. Si ha jugado toda la vida en esa demarcación, que es en la que se siente cómodo y más útil para el equipo, parece muy comprensible que tenga la sinceridad de reconocerlo en las entrevistas. A ver si ahora vamos a perder el tiempo en prescindibles y evitables cazas de brujas sin fundamento, dado el nivelazo del canterano, que nos traen muy malos recuerdos del pasado. En esto también estaría bien que demostrara su grandeza la parroquia txuri-urdin, siempre tan fiel y orgullosa de los nuestros. Luego ya, en el verde, para gustos los colores.
No fue una buena primera parte de la Real. Los blanquiazules dominaron, tuvieron más posesión, jugaron la mayor parte del tiempo en terreno rival, pero lo cierto es que se retiraron al vestuario dando las gracias por no haber encajado un gol en las tres ocasiones claras que dispuso Santi Mina. El Celta propuso una presión muy adelantada en los primeros minutos sin que luego tuviera problemas para replegarse y cerrar así los huecos y los pasillos interiores a los donostiarras con la intención de sorprender a la contra. Su trabajo defensivo previo al entreacto fue bastante solvente, ya que impidió que la Real generara ocasiones. No se puede decir lo mismo de la zaga realista, que concedió muchas facilidades y que por momentos se descolocó de forma muy peligrosa. Es justo reconocer que los mejores blanquiazules tampoco comparecieron en los primeros 45 minutos, que se saldaron con un empate sin goles.
La Real solo dejó detalles de lo que verdaderamente es capaz de hacer. Que es mucho, tal y como venimos comprobando esta temporada. A los quince minutos, en una gran jugada de los de Imanol, Portu no quiso probar suerte con la zurda y Odegaard no llegó a su dejada. Casi a renglón seguido, un Llorente providencial cortó in extremis y en posición muy forzada un centro envenenado que perseguía Brais. Willian también dejó pasar otro centro que Monreal remató flojo y desviado. Olaza probó a Remiro, que atajó sin problemas su centrado disparo; y Zaldua y Portu alcanzaron la línea de fondo, pero sin tino en sus servicios. En los últimos diez minutos llegó el festival de Mina. El exvalencianista vio cómo Llorente cortó un gran centro suyo, antes de que su primer cabezazo a saque de esquina se marchara rozando el palo y el segundo, escandalosamente solo en el área pequeña debido a un desajuste de la zaga visitante, se le escapara alto. Y no es normal, porque hablamos de un especialista con la testa. En el último minuto, un disparo con la zurda lo salvó bien plantado Monreal.
En la reanudación el Celta siguió con más presencia en el campo. No se puede discutir que era superior y que en cualquier momento podía estrenar el marcador. Pero después del descanso ya no encontró tan fácil el camino al área. Lo cierto es que si en la primera parte la cuestión fue la falta de puntería, en la segunda la Real, sin ser capaz de reaccionar, defendió mucho mejor cerca de su área. Hasta el minuto fatídico para Pape, el 65, los celestes atacaron más, pero asustaron muy poco, pese a que sus dos puntas, Mina y Aspas, son muy buenos futbolistas. Con el paso del tiempo comenzaron a aflorar los lógicos nervios de la mala situación clasificatoria de los gallegos, personificados en su capitán, que siempre actúa con demasiado histerismo y al que le permiten demasiado los árbitros en su estadio. Con uno más, en el minuto 75, Imanol dio el paso decisivo para llevarse el triunfo al dar entrada a Isak, a quien se supone que le dio la misma instrucción que Zidane a Jovic. “Atack, you atack”, señalándole el camino recto. Justo el que mejor entiende el sueco, que no pierde el tiempo en tonterías. La liberación de un Odegaard que estaba teniendo un mal día por el férreo marcaje de Pape, provocó que apareciera la versión ofensiva de la Real. El papel en el que más a gusto se siente. Jugando en campo contrario.
Con uno menos, comenzaron a aparecer las goteras en las tuberías celestes. Y eso, cuando un depredador anda suelto, suele ser sinónimo de tragedia. Marcó el 0-1 en el 81’, casi selló el doblete en otro buen disparo y Sangalli, en otra asistencia magistral de Odegaard, no pudo servir el balón en bandeja al centro porque Rubén Blanco le cerró todo el hueco. El Celta no tuvo fuerza ni moral para reaccionar.
El tercer triunfo a domicilio de la Real le sitúa tercera, empatada a puntos con el Barcelona (segundo) en la jornada 10 (con un partido menos el Barça). Con eso queda todo dicho. Cuando no juega tan bien ni despliega su mejor versión también gana. Esta vez el error en un partido disputado y trabajado, en el que fue inferior en muchas fases, lo cometió el adversario. Y eso, ante una Real de tanto poderío y con veneno en la piel, se paga muy caro. ¡Menudos tres puntazos!