Señores y señoras, con ustedes la Real de la temporada 2018-19. En 90 minutos, el conjunto txuri-urdin mostró las dos caras que lleva protagonizando su curso. Una triste y dubitativa que puede perder contra cualquiera, gris como su camiseta ayer, en el primer tiempo. Y otra, fuerte y contundente, con jugadores de primer nivel capaces de decidir un encuentro por sí mismos, tras el descanso. Esa es la irregularidad que arrastra el equipo y de la que pretende escapar Imanol. El técnico prefiere hablar de momentos en los distintos encuentros y lo justifica argumentando que ya ningún conjunto es capaz de dominar los 90 minutos. Ni los gigantes. Bueno, resulta evidente que la Real tampoco. Pero ahora, después de la llegada del oriotarra, que le ha dado la vuelta a la tortilla, lo cual tiene mucho mérito, todavía le estaba costando vencer y convencer. Y seguro que le seguirá pasando. Ahora bien, cuando abrió la lata, en el minuto 4 de la segunda parte, se convirtió en un vendaval arrollador que puede poner patas arriba a cualquiera.

Lo había avisado Imanol. Esta vez no le visitaba un cualquiera. El Leganés estaba siendo el cuarto mejor de la Liga en los últimos meses. Y por si fuera poco, desde que le vio las orejas al lobo, cambió de esquema para pasar a actuar con una defensa de cinco. De esas que se le atragantan tanto a los blanquiazules. Lo cierto es que cuando se encuentran y se enchufan futbolistas de la categoría de Oyarzabal, Januzaj y Willian José, no se debería poner coto a soñar. Sencillamente porque son muy buenos. Y encima se complementan de maravilla. Cuando alguien se hace la pregunta de si la Real cuenta de verdad con tan buen equipo como pensamos, debería repasar el segundo tiempo de ayer, en el que pasó por encima de un buen conjunto que estaba defendiendo de forma muy solvente hasta ese momento.

Oyarzabal fue el que decantó la balanza. Otra vez él. No importa que no esté teniendo una buena tarde. Que apenas haya intervenido hasta ese instante clave. En su única aparición de la primera mitad sirvió un buen balón a Willian y luego otro a Sola. Pero en la segunda, un desmarque a la espalda, un cabezazo picado y el trabajo más difícil ya estaba hecho. En el segundo tanto le arrebató al brasileño una pelota que comenzó a tener sabor de gol cuando apareció su pierna izquierda para atinar con su disparo. Poco después no firmó el tercero porque no logró dirigir su remate en plena carrera. Ya lo ven. Un día normal en la oficina, sin excesiva inspiración, y el 10 lo liquida decidiendo el duelo. Este es así. Tiene la llave maestra que abre todas las puertas que él quiera. Todas. Un futbolista extraordinario salido de Zubieta. Nuestro. Y más de la Real que la bandera. A veces nos olvidamos de que en algunas cuestiones somos muy afortunados.

Oyarzabal es mucho mejor jugador cuando el mago Januzaj empieza a sacar conejos de su chistera. Su show de ayer fue terrible. Le defendían entre tres pepineros y tras el descanso encontró soluciones al jeroglífico en casi todas sus apariciones. Cuando se mete en los partidos y está inspirado se convierte en un futbolista imparable. ¿Cuántas jugadas de peligro es capaz de generar? ¿De qué líos de piernas y adversarios consigue salir? Muchas veces le gusta arrinconarse en el córner, una situación que cualquier otro jugador evita. Imagínense la de veces que habrá logrado sacar jugada la pelota de una situación límite como esa en su carrera. Su centro en el primer tanto es caviar. Su internada hasta la línea de fondo en el segundo es de extremo de campanillas; y el servicio en plena carrera con la derecha a Oyarzabal sencillamente de crack. Si el eibartarra tiene la llave maestra, el belga es el desatascador ideal. Lástima que no consiga flirtear con el gol. Bueno, o menos mal, porque no estaría vistiendo la txuri-urdin.

Y Willian José. El brasileño que besa el escudo de la Real. El ojito derecho de la afición. La bestia. Otro que en una tarde discreta pudo hacer como mínimo tres dianas. Terminó marcando en un cabezazo imperial, de los que hubieran firmado Satrustegi o Kovacevic. Un golazo antológico. Un futbolista indispensable que no se puede marchar. Que se lo grabe a fuego la dirección deportiva. Su lunar negro, la quinta tarjeta que vio por protestar. Si no estaba hablado en el vestuario, no se puede entender.

Hay un cuarto jugador a destacar. Su éxito ayer es el de la Real. El de su filosofía. Aritz, que no sale de una y se mete en otra, se puso enfermo ayer y, ante la sanción de Zaldua, no había más remedio que mirar al filial. En otro club saltarían las alarmas. En el nuestro no. Entra un joven, que no es un cualquiera porque ha sido internacional en varias categorías y todos los que le conocen bien advierten de que lo puede hacer muy bien. Hablamos de Sola, el último exponente de la sorprendente extraordinaria factoría de laterales derechos en la que se ha convertido Zubieta. Su actuación fue impresionante. Arrancó tranquilo y asegurando la pelota en todas sus intervenciones y acabó tirando un caño pisando el balón. No perdió casi ninguna pelota, se atrevió con todo e incluso rozó el gol en una buena volea a servicio de Oyarzabal, que fue la antesala del 1-0. Séptimo canterano que se estrena con el primer equipo esta campaña. Un dato de locos. Ahora a ver si consiguen recuperar el protagonismo que han perdido en las alineaciones, curiosamente, desde que está Imanol. Ayer solo cuatro.

Soluciones El primer día sin Illarramendi se solucionó con una gran victoria. Había que ganar y se logró. Incluso con momentos, esos a los que alude Imanol, de muy buen fútbol. Y eso que en la primera mitad al equipo le costó mucho encontrar huecos en la muralla que levantó el Leganés. Los realistas cocinaban a fuego lento y con paciencia sus posesiones, pero al no lograr hacer peligro comenzaron a cometer errores que pudieron costarles muy caros. Willian no logró proteger el balón tras regatear a Cuéllar en una mala cesión de Bustinza en la primera oportunidad local, pero después Braithwaite cabeceó al palo. El propio delantero danés casi aprovecha un fallo de Llorente y En-Nesyri se topó con Rulli y no pudo aprovechar una asistencia incomprensible de un desconcertante Mikel Merino. En los minutos finales, la Real apretó un poco más y Willian, a pase de Oyarzabal, Merino, en una pelota que se encontró suelta, y Januzaj, de falta, se encontraron con una gran respuesta de Cuéllar.

En la reanudación, Sola casi abrió la lata a la primera, segundos antes de que lo hiciera Oyarzabal. No todo fue un camino de rosas a partir de ese momento, ya que Óscar, de falta, y En-Nesyri, de volea, rozaron la igualada. Impresionante la mano que le sacó Rulli al marroquí y que valió como un gol. En el minuto 59, Oyarzabal culminó una combinación preciosa con dos taconazos incluidos y ahí se acabó el partido. Imanol quiso regalar confianza con los cambios y con la vuelta de Rubén Pardo la Real recuperó la estrategia. Una invitación al gol del riojano la convirtió Willian en el 3-0. Y pudieron ser más si Theo, Sandro o Bautista hubieran estado más acertados en sus ocasiones.

La Real ha dado un pase adelante. Imanol ha reconducido y estabilizado la nave. El técnico sigue sin perder en nueve encuentros. Pero es que en casa son ya diez puntos de doce posibles. Y fuera también suma. Si encima aparecen los buenos, la exigencia debe ser máxima y la ambición también. La incansable grada Zabaleta se lo deja claro todos los partidos con su repetido cántico, que se queda y repites en tu cabeza durante horas y días: “Otra vez en Europa para ver a la Real”.