donostia - “Cuando Zurutuza está bien, la Real carbura”. Es una frase hecha, de contenido compartido por muchos, que erige al centrocampista blanquiazul en fiable termómetro del juego del equipo. Agradecen los txuri-urdin la aportación del de Rochefort, lastrado habitualmente por las lesiones en cuanto el calendario se comprime, pero líder sobre el césped cuando la agenda le concede una tregua. Superada la rotura de fibras que se produjo durante el encuentro de Copa frente al Betis, regresó ayer al verde. Y lo hizo para firmar una actuación notable, que además permitió brillar a su escudero en la zona de volantes, Mikel Merino. El navarro completó sus mejores 90 minutos con la camiseta de la Real Sociedad.

Lo que se vio fue lo que se vio, una buena Real apoyada en Zurutuza y Merino. Otra cosa es que el contexto generado por el propio partido permitiera a ambos sacar a relucir todas sus cualidades. Con 1-0 a favor y el Athletic precipitado de forma demasiado temprana, buscando el empate con cierta impaciencia, el encuentro entró en una espiral de robos y transiciones de la Real en la que el centro del campo blanquiazul se repartió alturas a las mil maravillas. Illarramendi se mostró impreciso en alguna acción aislada, pero ejerció de escoba con eficacia y supo iniciar los ataques tras pérdida rival con un primer pase de seguridad, encontrando siempre compañeros libres. Zurutuza, en un panorama de partido disputado a campo abierto, encontró el caldo de cultivo perfecto para anticiparse a combinaciones del adversario, romper líneas conduciendo y filtrar pases a Willian José, Januzaj y Oyarzabal. Y Merino se movió en esta ocasión en una parcela perfecta para ejecutar esa maniobra que le viene caracterizando: recepción de espaldas, giro y pase en profundidad. En el Bernabéu arriesgó mucho. Ayer lo hizo siempre con red de seguridad. Y con éxito.

gran actuación El navarro ya contaba en su historial txuri-urdin con actuaciones afortunadas. Marcó el gol del triunfo en Huesca, en la quinta jornada de Liga. Y en el mismo encuentro de Chamartín salió en todos los resúmenes, al participar en acciones clave. Provocó allí el penalti del 0-1. También la expulsión de Lucas. Y aún así se echó de menos que lograra lo que se demanda a todo centrocampista: influir en el juego, aportar al fútbol colectivo más allá de lances puntuales, por muy decisivos que estos resulten. Merino encontró ayer en el derbi ese partido que necesitaba para empezar a demostrar que podemos estar ante un futbolista influyente. Durante una fase larga y brillante de la primera mitad, fue el mejor lanzador de todos los contragolpes realistas, gracias a su buen pie y a una notable visión de juego. Después, tras el descanso, supo además convertirse en una pieza más dentro del entramado defensivo blanquiazul. Está pudiendo tener continuidad. Y acredita una progresión que, sin resultar definitiva, sí depara brotes verdes en cuanto a su rendimiento.

Ni él ni Zurutuza fueron sustituidos ayer por Imanol, quien optó por sentar a Illarramendi a la hora de apostar por Igor Zubeldia. El azkoitiarra ingresó al césped para actuar como pivote de referencia, en el puesto del de Mutriku, y completó también buenos minutos para sujetar la victoria. El entrenador ha demostrado desmarcarse de ese debate que cuestiona la opción de que ambos centrocampistas actúen juntos. Pero curiosamente optó ayer por intercambiarles solo seis días después de que Zubeldia e Illarra convivieran en el naufragio que supuso intentar desarbolar al atrincherado Huesca. En cualquier caso, habrá más oportunidades para ver a ambos compartir terreno de juego. Esta campaña quedan 16 partidos.