Este mes de octubre se cumplirán 20 años del partido que la Real Sociedad de Denoueix disputó en Turín contra la Juventus, en la liguilla de la Champions League 2003-04. En la ciudad italiana, los seguidores locales mostraron, en líneas generales, su apoyo a una hinchada txuri-urdin desplazada en masa. Y lo hicieron porque allí, en la teórica casa de la Vecchia Signora, el aficionado de a pie no simpatiza con los de blanco y negro. Allí prefieren al Torino, al modesto. Sirva el caso para introducir al lector en otro que se le asemeja en algunos factores, el del Red Bull Salzburgo un equipo que, pese a lucir una trayectoria reciente repleta de títulos locales, no termina de conectar con una ciudad históricamente futbolera.
¿Y por qué no cala si gana ligas sin descanso? La razón reside en la naturaleza del propio club a raíz de la entrada en el mismo de la multinacional que ahora le da nombre. Red Bull adquirió en 2005 el histórico SV Austria Salzburg, un equipo que gozaba del sustento de una masa social tremebunda, capaz de protagonizar un increíble éxodo a Viena (300 kilómetros) para llenar el Ernst Happel (con capacidad para 50.000 espectadores) durante la recordada Copa de la UEFA 1993-94. Los austríacos jugaron como locales en la capital desde los cuartos, para aprovechar el mayor aforo, y alcanzaron la final, que perdieron a doble partido contra el Inter de Milán. Fue un hito inolvidable para una entidad que, una década después, viviría la mayor metamorfosis de su historia.
La operación
En la citada fecha, año 2005, los responsables de marketing de Red Bull vieron en el fútbol un buen vehículo para promocionar su producto. Y apostaron por hacerlo adquiriendo en propiedad un club de Austria, país donde se sitúa la sede de la compañía. Compraron el SV Austria Salzburg e impusieron incluso los colores de la camiseta, blanco y rojo, ante la ira de una afición indignada. Los seguidores se quejaron, pero fue peor el remedio que la enfermedad. Y es que la concesión efectuada desde Red Bull al morado de la indumentaria tradicional se limitó a un minúsculo guiño en las medias del portero. Ya no había marcha atrás. Nació así un desapego que explica lo poco pobladas que suelen estar las gradas del Red Bull Arena en los partidos de liga. Y se creó también el germen de una nueva entidad, fundada por el grupo de aficionados más animosos, los Violet-Whites (violetas y blancos).
Bautizaron al nuevo club de forma poco original pero muy significativa, SV Austria Salzburg, como el histórico. Tampoco se comieron mucho la cabeza a la hora de elegir indumentaria: blanca y morada. Y echaron a andar tomando como punto de partida las catacumbas del fútbol austríaco, el equivalente a una séptima división. Mientras el mastodóntico proyecto que crecía en su ciudad se instalaba en un estadio con capacidad para 30.000 espectadores, construido con miras a la Eurocopa de 2008, el recién nacido se marchaba al modestísimo Austria Stadion, un recinto con solo dos gradas y un aforo de 2.300 personas que, eso sí, cuenta con un fondo a la vieja usanza desde el que animan al equipo aquellos hinchas que refundaron el club.
¡Un derbi en la copa!
La primera temporada del conjunto naciente fue la 2006-07. Ascenso. Y así durante cuatro campañas consecutivas. Hasta el punto de que el SV Austria Salzburg compitió a partir de la 2010-11 en tercera división, categoría de la que ya le costaría salir. Después de cuatro intentos fallidos, subió a segunda en mayo de 2015, y comenzó a olerse en Salzburgo un hipotético derbi al que se miraba con expectación. Durante la temporada 2015-16, sin embargo, problemas económicos lastraron a un SV que cumplía una década de vida, y se saldaron con el regreso a tercera división e incluso con un posterior descenso a cuarta. Ahora el Austria juega de nuevo en la categoría de bronce, campeonato que lidera y desde el que este pasado verano asistió al sorteo de copa cuyo resultado llevaba tiempo esperando la ciudad. ¡Sí! Tocó, por fin, el Red Bull.
El partido del morbo se jugó este pasado martes 26 de septiembre y significó el primer enfrentamiento de la historia entre ambas entidades. Correspondió a los dieciseisavos de final del torneo del K.O. y vio cómo el rival txuri-urdin cumplía con los pronósticos logrando un desahogado 0-4. La sede del encuentro se situó en Grodig, una pequeña localidad a 10 kilómetros de Salzburgo a la que el SV Austria se mudó para la ocasión, con el objetivo de poder albergar a más espectadores en un estadio con capacidad para más de 4.000. Obviamente, a sus dirigentes ni se les pasó por la cabeza aprovechar el casi ilimitado aforo del Red Bull Arena. Una cuestión de principios.
Lo cierto es que la noche resultó tranquila. Los fuertes dispositivos de seguridad evitaron enfrentamientos entre la ruidosa hinchada local y los 600 aficionados visitantes desplazados al campo. Pero, entre tanto despliegue policial, a un seguidor del SV Austria se le abrió un resquicio para importunar a la plantilla del Red Bull y montar un buen lío. Aparcó su coche en un lugar inapropiado, de forma más pícara que errónea, y el autocar forastero tuvo importantes dificultades para terminar de acceder al campo. El inicio del partido, previsto para las 20.45 horas, se retrasó a las 21.15. Y ahí quedó, afortunadamente, la lista de sucesos de un encuentro que la afición del SV afrontó con tintes más reivindicativos que otra cosa. "Salzburgo brilla en violeta", rezaba una pancarta gigante que presidió los prolegómenos del duelo desde un fondo. Y no faltó el atronador "Austria, Austria" que suena en todos los partidos del equipo en el minuto 33 de la segunda parte. Con el cántico, los seguidores del club vienen a recordar que 1933 sigue significando el año de su fundación, ya que ellos defienden que el actual Red Bull es una institución al margen de la histórica.
Un hermano mayor
Los hinchas del SV Austria viven ahora con el consuelo de que al vecino rico le ha salido últimamente una especie de grano. “Están probando de su propia medicina”, piensan al observar la preponderancia que, en el proyecto futbolístico de Red Bull, ha adquirido el Leipzig alemán. A mediados de la pasada década, mientras el Salzburgo ganaba ligas austríacas sin apenas encontrar oposición, el equipo germano ascendía de categoría en categoría hasta alcanzar la primera Bundesliga, hito que supuso un punto de inflexión para los rectores de la multinacional y también para el rival europeo txuri-urdin, convertido desde entonces en una especie de segundo equipo del citado Leipzig.
Jugador que destaca en el equipo austríaco, jugador que contrata el cuadro alemán. Los seguidores del Red Bull Salzburgo comienzan a mirar con fastidio a semejante circunstancia. Y, sobre el campo, los resultados empiezan igualmente a resentirse: el equipo sufrió para ganarle al Sturm Graz la pasada Bundesliga, y durante el presente curso también se está dejando puntos por el camino en el campeonato local. La Real, que hace cinco años jugó contra un Red Bull en versión muy potente (los txuri-urdin cayeron eliminados en la Europa League), se mide ahora a una especie de filial. Se mide quizás, eso sí, al mejor filial del mundo.