Nada era lo que parecía ayer en la Real. Todo mentira. ¿Juanmi extremo izquierdo? Tapaba a Sergi Roberto, sí, pero luego actuaba de delantero centro. ¿Canales extremo diestro? Interior derecho más bien. ¿Y entonces Xabi Prieto? El capitán fue una especie de mediapunta, ocupándose de Busquets y ejerciendo igualmente de faro para facilitar la salida con balones en largo. Estos también buscaron a Willian José, escorado a la banda zurda. Y así, con una movilidad constante arriba que modificaba el guion preestablecido, los nuestros se comieron al Barcelona en la primera parte.

Habían sufrido en el arranque durante cinco minutos, los que tardaron en amoldarse a la asimetría culé. Odriozola dejó de salir a por André Gomes, de quien se ocuparía Canales. Y las piezas empezaron a encajar. Así ocurrió también, entre otras cosas, porque Eusebio demostró haber analizado bien el Barça-Celta, y la Real no arriesgó lo más mínimo en la zona de creación. Sus jugadas, de hecho, no nacieron por la derecha de nuestro ofensivo Álvaro, sino por la izquierda de Willian. Toda una declaración de intenciones. Y una vez que el brasileño la bajaba, a jugar. Lástima el 2-1, que nació al picar el propio Odriozola y lanzarse a por Jordi Alba en plena defensa posicional, dando a Luis Suárez un espacio clave a su espalda. El gol resultó especialmente dañino porque, sin modificación táctica aparente, en la reanudación las camisetas blaugranas se movían más sueltas sobre el césped, con menos oposición. Empató Luis Suárez, Eusebio abrió el campo dando entrada a Oyarzabal (la profundidad de Juanmi estaba siendo clave), Valverde hizo lo propio con Dembélé, y el Barça salió vencedor del alocado panorama. Debimos intentar evitarlo, nunca propiciarlo, y ahí estuvo el error de un Eusebio brillante en su planteamiento inicial. Se puede ser fiel a un estilo cambiando cosas e introduciendo matices. Eso nos queda al menos.