primero, cuando intentaban agarrarse a la desesperada a sus escasas opciones de clasificarse para los cruces de la Champions, la menospreciaron. Su capitán, Gabi, llegó a decir que era “una mierda”. Pero ahora, después de caer eliminados en la mejor competición de clubes, para mí el Atlético se ha convertido de largo en el principal favorito para lograr el título de la Europa League al que, supuestamente y siempre en boca de varios de sus protagonistas, aspira la Real.

Supongo que para animarse, algunos colchoneros no han tardado en tratar de motivarse evocando que la final se juega en Lyon, donde encajaron una contundente y dolorosa derrota en 1986 contra el Dinamo de Kiev. Sucedió en el viejo Gerland, el mismo en el que Griezmann de chilena (no, no le enseñó a hacerlas Simeone) y Seferovic casi desde su localidad natal suiza de Sursee sentenciaron en la ida de la previa el último pasaporte para la Champions de la Real. El Atlético partía como claro favorito, además de jugar en un estadio repleto de aficionados suyos. Los ucranios todavía pertenecían a la hermética vieja Unión Soviética y no tenían ninguna facilidad para viajar por Europa y asistir a un partido de fútbol.

Los que conocieron a Luis Aragonés, entrenador de ese Atlético, suelen recordar mucho la anécdota. Por aquel entonces en el fútbol imperaba la normalidad. Los equipos no entrenaban a puerta cerrada y los periodistas podían entrar hasta los mismos vestuarios para hablar con los protagonistas sin que nadie fuese intimidado ni se produjeran denuncias por voyeurismo, robos ni nada parecido. La convivencia era absolutamente normal. A lo que iba, cuentan que la víspera del choque, el zapatones acudió acompañado de su inseparable Jesús Paredes, para seguir in situ el entrenamiento del Dinamo. Insisto, sin que hubiese que llamar a los gendarmes ni denunciar espionaje ni hacer saltar ninguna alarma de emergencia nuclear. El caso es que los futbolistas estaban calentando nada más salir al campo entre bromas y poco rigor, como cualquier otro equipo, hasta que de repente, apareció el malogrado Valerij Lobanovski, se bajó de un lujoso coche y tras dar dos palmadas, todos sus hombres se ordenaron como si fuera un ejército en un desfile militar. Cada vez que aplaudía todos sabían perfectamente lo que tenían que hacer y lo realizaban al unísono, sin que ninguno de ellos desentonara ni lo más mínimo. Aragonés y Paredes no necesitaron ver más. Tras comentar el primero: “No tenemos nada que hacer”, se levantaron y se marcharon solo diez minutos después. Al día siguiente, curiosamente un 2 de mayo, festivo en Madrid, para aumentar el dramatismo, el Dinamo fusiló a los atléticos con un repaso de los que no se olvidan.

Rescato la anécdota sobre todo para denunciar que ya vale con el tema de los entrenamientos a puerta cerrada. Primero era uno a la semana, luego pasaron a dos, Moyes se atrevió a instaurar un tercero y esta semana, con los niños de fiesta, Eusebio subió su apuesta a cuatro. Me refiero a esos niños que, cuando pudieron ir antes de Nochevieja, se les ponían los ojos como chiribitas en el momento en el que veían de cerca a sus ídolos. Y no me vale la excusa de que los céspedes están mal, ¡será por campos! Cuidar al principal activo del club es lo más prioritario mientras se pueda respetar y no influya, obviamente, en la correcta preparación del equipo.

Lo peor de todo no es esto, como ya he comentado alguna otra vez. A Eusebio le gusta especialmente entrenar en el Z2, el último campo levantado, como es lógico, ya que su tapete es probablemente el que mejor se encuentra. Pero si es Navidad, resulta que hay mucha más afluencia de espectadores que no tienen ni una mínima grada para seguir las evoluciones de los suyos ni para protegerse de la lluvia. A esto hay que sumarle la delicadeza que tienen para ponerse a ejercitar cuanto más lejos mejor para que no les moleste la gente. Repito, porque es fuerte, ¡para que no les moleste la gente! Yo no sé si Aperribay sabe que está sucediendo esto en Zubieta. Me cuesta creerlo conociendo la sensibilidad que suele demostrar con los temas de la afición y estoy seguro de que no lo aceptaría.

Cuatro días entrenando a puerta cerrada en un club como la Real es inaceptable. Ni más ni menos. Dicen los gestores realistas que su gran reto es llenar el nuevo Anoeta. No me parece la mejor idea para conseguirlo que vivan como dioses aislados en Zubieta del resto de la humanidad. Lo más curioso de todo es que, ¿para qué esconderán sus entrenamientos cuando semana tras semana Eusebio es el entrenador que menos varía de la Liga? Además con diferencia. Ya me gustaría a mí escuchar algún día a algún txuri-urdin lo que comentó Filipe Luis de Odriozola: “He visto más vídeos suyos que de mi boda”.

Lo más tronchante es que en el laboratorio del profesor Bacterio ahora dicen que están preocupados porque no acuden periodistas a las ruedas de prensa. ¿Pero cómo vamos a ir, si normalmente no dicen nada reseñable, entre otras cosas porque bien que les instruyen antes de comparecer, si no podemos ver antes el entrenamiento? No somos figuras del Belén. A nosotros tampoco nos gusta perder el tiempo. Por favor, como primer deseo para este año pido que la Real vuelva a parecerse lo máximo posible a la Real de toda la vida. Eskerrik asko. ¡A por ellos! l