donostia - El tiempo pasa y, con él, la memoria de los aficionados al fútbol borra los recuerdos de forma más o menos automática. Pero hay partidos y duelos cuyos episodios quedan para la posteridad en mayor medida. Ahí está la larga racha de imbatibilidad que la Real protagonizó al finalizar la década de los 90 en los derbis vascos frente al Athletic. Dejó grabadas en la retina de los seguidores txuri-urdin contiendas en las que, más allá de las necesidades clasificatorias del equipo, el simple hecho de prolongar la racha sin perder ante los vecinos ya suponía motivo de celebración. Y esto afectó principalmente a empates festejados con algarabía, como el del recordadísimo 1-1 de Javi Gracia en el tiempo de descuento, en Anoeta. O el del derbi del 4 de abril de 1999, disputado en el viejo San Mamés.

A esta última fecha correspondía hasta ayer la última igualada sin goles en los partidos entre la Real y Athletic. Han tenido que pasar más de 18 años para que se repitiera un resultado cuyo precedente más inmediato era el de un encuentro que los txuri-urdin supieron controlar pese a jugar más de una hora con un hombre menos. En el minuto 21, Igor Jauregi vio la tarjeta roja, y la Real supo resistir para conservar la igualada inicial. Aquella tarde de domingo, Bernd Krauss alineó a Alberto; Jauregi, Loren, Pikabea; Txefe Guerrero, Gómez, Aranburu, Aranzabal; Idiakez, Sa Pinto y Cvitanovic. Durante la segunda mitad, ingresaron en el terreno de juego López Rekarte, Mutiu y Mikel Antía. Las crónicas de la época hablan de una Real sólida que pudo contener las insistentes ofensivas del Athletic, dentro de un encuentro de poco fútbol que respondió a los tópicos de los duelos regionales: juego escaso, intensidad y precauciones defensivas en ambas escuadras, incluso en la que encaraba buena parte del encuentro con superioridad numérica.

el partido de ayer Desde entonces se han jugado múltiples derbis entre Real y Athletic, y dentro de la cantidad ha habido de todo. Pero la tónica de estos encuentros ha variado respecto a lo que dice el mencionado tópico, y los duelos vascos han deparado de un tiempo a esta parte muchos goles, remontadas y emociones fuertes. Por eso cabe subrayar que el encuentro que depararon ayer en San Mamés ambos conjuntos recuperó el carácter cerrado y poco vistoso del que antaño se veían teñidos estos partidos. Pese a que la trayectoria reciente del Athletic resultaba mejor que la de una necesitada Real, siempre dio la sensación de que a ninguno de los dos conjuntos les disgustaba el empate final. Los rojiblancos completan con un notable cinco de nueve su serie de complicados partidos ante Real Madrid, Levante (a domicilio) y Real. Los txuri-urdin, por su parte, cortan en un solo encuentro la sangría de derrotas y goles encajados, y obtienen una igualada que puede suponer un punto de inflexión en su trayectoria.

Eusebio pareció plantear el encuentro con varias lecciones aprendidas tras lo visto últimamente y lo visto hace ya catorce meses en el anterior derbi de San Mamés. Su Real no trató de combinar ayer en una zona conflictiva, la medular local, de la que el técnico sacó a Illarra para dar salida al balón casi como un zaguero más. Los ataques txuri-urdin, con el mutrikuarra como director de orquesta, buscaron en gran medida avanzar por las bandas y alcanzar a través de los extremos las cercanías del área. Y tampoco dudaron los blanquiazules en buscar a Willian José si se veían apurados ante la presión del Athletic.

Las pinceladas que el técnico de La Seca dio a la propuesta de la Real tuvieron buena parte de culpa de que el partido se desarrollara por cauces menos atractivos y vistosos que los inicialmente previstos. El cuadro vizcaino se quedó sin una de sus principales bazas para hacer daño, la transición rápida tras robo, y el plan txuri-urdin se tradujo en una menor fluidez ofensiva. Ni siquiera el paso de los minutos y la cercanía del final varió en exceso el panorama de un derbi típico y auténtico, de los que hacía tiempo que no se veían entre ambos equipos.