El partido trataba de lo que trataba. Ya lo explicó Eusebio el miércoles. Ante un rival de clara tendencia dominadora en su categoría, el Lleida, tocaba intentar llevar el encuentro a largas fases de control txuri-urdin, para aprovechar a partir de ahí un contexto al que los catalanes no están habituados. Sin embargo, triunfo al margen, la Real no lo logró, víctima de una circunstancia que conviene subrayar visto lo visto en los dos últimos duelos. Su plantilla, larga en cuanto a número y en cuanto a nombres de calidad, no parece tan extensa si lo que buscas con ella es jugar a lo que quiere jugar este equipo.
El lunes contra el Espanyol salieron del campo Willian, Vela y Xabi Prieto para que ingresaran en él Januzaj, Canales y Juanmi. Y el nivel de las posesiones realistas bajó enteros. Fueron más lentas, trabadas y retrasadas, lo que llevó al rival a robar en mejores situaciones y a equilibrar así la balanza durante el cuarto de hora final, en el que los de Eusebio ni siquiera optaron al triunfo. En Lleida ocurrió más de lo mismo con el once txuri-urdin, que reunió sobre el césped a futbolistas más proclives a buscar la profundidad que a alargar las jugadas. Juanmi es especialista en el desmarque. Januzaj, en el desborde individual. Y Canales (golazo) y Pardo, dos grandes lanzadores. Buenas herramientas. Pero hacerlas coincidir en el campo arrastra al colectivo a un fútbol distinto al que le ha hecho fuerte.
Llegó ayer un momento tras el descanso, cuando el míster agudizó el problema sentando a Oyarzabal y metiendo a Bautista, en el que la Real dejó de mostrarse plana en la iniciación y precipitada en la finalización para pasar directamente a ser dominada. Poco duró, porque al menos el técnico reaccionó dando entrada a Vela, cuyo buen pie agradecimos. Lo mejor, el resultado. Que no es poco.