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¡Rece, usted, lo que sepa!

¡Rece, usted, lo que sepa!

Es posible que el partido contra el otro equipo de Valencia nos desconcertara a todos un poco. El tiempo está plagado de desencuentros contra algunos equipos y el Levante, tanto en su feudo como en el nuestro, no ha sido santo de nuestra devoción mariana. Se atraganta y se atraganta. Los más sabios llevan años tratando de encontrar las razones por las que en algunos encuentros tenemos fiesta antes de empezar. Conviene recordar la larga racha de confrontaciones de Copa en las que caíamos a la primera contra cualquier mindundi. ¡Con perdón para los rivales!

El tanto encajado en Orriols, el pasado jueves, al borde del descanso nos aplatanó más y el equipo llegó al final descompuesto y sin novia. Además, un expulsado, central por más señas, que obligaba a inventarse un nuevo eje de la defensa. El pobre Aritz Elustondo, que la pasada temporada sufrió como nadie y por muchas razones, ahora es el adalid de la zaga, el arráez de la retaguardia, el Braveheart corajudo que necesitamos para que los contrarios no entren como Pedro por su casa y sientan el "yo te daré calor". El cabezazo de ayer valía su peso en oro y el partido que firmó le acredita con nota alta. Una pena que tanto esfuerzo no fuera premiado al final como se merecía.

Anoche era el jugador con mando en plaza. Por edad (23 años) y por la experiencia de los partidos disputados le tocó liderar la defensa. Aritz es un tío que me cae bien, porque disfruto con los jugadores de pálpito. Aquel que remató en el Bernabeu fue como el de anoche, sin miedo y con la confianza necesaria en sus posibilidades. Es un jugador humilde, guipuzcoano en la más tradicional acepción de la palabra. De los nuestros, de los de toda la vida, que la pasada temporada jugó dos partidos completos de liga y que en ésta ya lleva cinco. Tomó la decisión este verano de cambiar el número de su camiseta. Escogió el 15 de Ansotegi, jugador y persona como él, espejo en el que mirarse. No es casualidad la elección.

Junto a él, Kevin (23), Odriozola (21) y Zubeldia (20). Con un par de huevos, seguro que alineamos la zaga más joven de la jornada y tal vez de la historia del club en Primera. Era un ejercicio de confianza y riesgo. Todo al mismo tiempo ante un equipo con oficio, buenos futbolistas, con menos turbulencias que hace un año y con ganas de recuperar el camino perdido. Desde Emery hasta nuestros días, el equipo che ha enlazado continuados ridículos. El presupuesto de gasto y el rendimiento de la plantilla distaban mucho de ir en paralelo.

Así que, con los cambios en la convocatoria y en la alineación, nos fuimos de frente ante un equipo tácticamente bien trabajado, inmenso y letal en los contraataques, con aspiraciones como las nuestras, dispuesto a plantar batalla y a combatir por el mismo objetivo. La Real venía de dos derrotas consecutivas y no quería la tercera, sobre todo para mirar al jueves de otro modo y no dudar de sus capacidades. Aunque en los últimos años Mestalla se nos ha dado bastante bien y por lo general hemos ido por delante, durante quinquenios nos daban para el pelo.

Recuerdo una mañana de hace años. Decidí poner velas y rezar un poco a la Virgen de inmenso y los Desamparados, patrona de la ciudad. Devotas y más devotas acuden cada día a honrarle y a iluminar con candelas su imagen. No recuerdo si aquella vez nos fue bonito, pero sí que desde entonces no he vuelto. Alguna vez me animaré a hacer un relato de capillas, iglesias, parroquias y catedrales, ángeles y arcángeles, tronos y potestades, santos y beaterios que en todo este tiempo de militancia futbolera he visitado en busca del milagro de cada domingo.

Volvió Oyarzabal desde el principio. No jugaba desde el triunfo en Vigo. Es una buena noticia, porque cuantos más tengamos, mejor. Su zurdazo en el segundo empate nos devolvió al buen camino. Eso permite abrir el abanico y compensar esfuerzos. Eusebio cambió cinco jugadores respecto al conjunto que perdió en Orriols. Lo hizo también el Valencia, con media docena de modificaciones sobre el partido del pasado martes. Es decir, que los visitantes dispusieron de dos días más de descanso que los realistas y además descansaron la mitad de los protagonistas.

El encuentro me pareció precioso, aunque hubo momentos determinantes que cambiaron e influyeron. Sigo sin entender los nombramientos arbitrales. Cualquiera de los lectores que vea el partido sin pasión, determinará pronto que el colegiado de ayer fue una ruina. Saca tarjetas sin medida. Expulsa a Zubeldia con una segunda amonestación cuando el azkoitiarra no ve al rival. Ninguna mala intención. Dos centrales expulsados en los últimos dos encuentros. El campo fue un clamor cuando no quiso sacarle la segunda a Kondogbia, que terminó en la calle tras otra jugada en la que no cabía perdón.

La Real mereció más que el disgusto que se lleva. Enlaza tres partidos con sendas derrotas, dos en casa, cero puntos de nueve. En el inmediato horizonte otra semana de máxima exigencia. Para San Petersburgo recuperaremos al menos dos centrales y dos días después de volver nos espera el Betis, a las doce, con el termómetro echando humo. Si queremos ser pesimistas, no queda otra que rezar lo que sepamos.