Fue una decepción inesperada. El Sevilla, el tercer clasificado de la Liga, desnudó las miserias de una desconocida Real que se vino abajo sin remisión tras encajar el primer gol. Resultó extraño, porque hasta ese momento incluso había sido mejor que un visitante que, al menos ayer, confirmó que tiene potencial para aspirar a todo esta temporada. No solo por la calidad de sus jugadores, sobre todo de un Nasri sublime que fue el gobernador absoluto del choque, sino también porque cuenta con un poderío físico extraordinario. Tanto en centímetros como en músculo, velocidad y potencia. Es triste reconocerlo, pero quizá lo peor de todo fue la manifiesta sensación de inferioridad experimentada a partir del minuto 20, algo que no se había padecido en Anoeta desde la siempre especial, por imprevisible, primera jornada ante el Madrid.
Los realistas comenzaron a perder todas las disputas y entraron en una dramática espiral negativa y pesimista, que creíamos desterrada esta campana en casa, y que se tradujo en continuos errores y constantes pérdidas de balón que derivaban una y otra vez, y sobre todo en la segunda parte con el equipo partido, en ocasiones nítidas para los sevillistas. Fue un 0-4, pero el resultado pudo ser todavía mucho más dramático si Rulli no hubiese realizado unas cuatro paradas de mérito ya con el encuentro visto para sentencia, puesto que sus compañeros no emitían ni la más mínima señal de poder resucitar.
Eusebio no pudo contar finalmente con Zurutuza, que arrastraba unas molestias musculares desde el choque de vuelta ante el Valladolid y que condicionaron notablemente su rendimiento el miércoles ante el Villarreal. Es inútil pensar que la lesión se produjo por la Copa. Salvo que se piense que lo único que importa es la Liga. Por esa regla de tres, resulta razonable pensar que si se clasifica el equipo para la Champions o la Europa League, no podrá contar con el de Rochefort en sus encuentros para evitar que sufra un contratiempo físico que le impida competir en la competición doméstica.
El razonamiento coherente y ambicioso, el que siempre debería demostrar un club como la Real, es que en la Copa le quedan solo cinco encuentros para disputar toda una final que engrandecería aún más su leyenda. Sin embargo, si no lograba el triunfo ayer, todavía tendría 21 encuentros por delante para solucionar el posible desaguisado. Se entiende la valentía de Eusebio en las eliminatorias, aunque también parece comprensible pensar que podía haber evitado que Zurutuza disputase los 90 minutos del choque de vuelta ante el Valladolid cuando la cosa parecía sentenciada tras el 1-3 de la ida.
Enfrente, Sampaoli alineó como todos esperaban a Rami. Una vez más, el fútbol español y sus comités tomaron una incomprensible decisión que no hace más que alimentar las sospechas sobre su falta de equidad y el tufillo a corrupción. Deciden a dedo. No se conoce ningún caso, haya tenido mayor o menor razón, en el que han atendido un recurso de la Real para concederle una cautelar. Ya está bien de intervenir e influir en la competición un organismo que, en teoría, debería actuar como un juez que imparte justicia.
buen inicio Desde el primer momento se pudo comprobar que enfrente había un miura muy serio. Un Sevilla poderoso, con mucha calidad y, sobre todo, con un físico extraordinario, que intimida a simple vista y que les permite dominar las disputas por arriba y por abajo y desplegar una presión agobiante en toda la cancha. Tras dos sustos en los primeros ataques hispalenses, la Real respiró, se centró y trató de empezar a controlar la situación como fuese. A los seis minutos incluso estuvo a muy pocos centímetros de adelantarse en el marcador si la espléndida media vuelta de Willian José hubiera encontrado portería. Poco después una eléctrica combinación txuri-urdin acabó con un centro de Xabi Prieto y un cabezazo de Iñigo que atajó sin apuros Sergio Rico.
La Real era superior en esos instantes, pero el Sevilla no perdía la cara al duelo en ningún momento y siempre ofrecía la sensación de ser más fuerte, sobre todo en la medular. Franco Vázquez anunció la tormenta con un suave disparo que detuvo Rulli. En la siguiente, su remate fue más esquinado aunque no mucho más fuerte y el argentino, en lugar de blocarlo como podía y debería haber hecho claramente, optó por un despeje. Lo malo es que, además, lo agravó al tardar demasiado en levantarse, lo que fue aprovechado por Ben Yedder para batirle por debajo de su cuerpo. Mala semana del meta, que también falló en el tanto de Trigueros y que ayer erró en la jugada clave del duelo, por mucho que luego salvara a los suyos de un desastre. Tres minutos después, un mal despeje de Yuri en situación comprometida cayó en la cabeza de Franco cuya asistencia la aprovechó con mucha sangre fría y, tras dejar sentado a Rulli, de nuevo el ex del Toulouse.
Como se preveía en un duelo de altos vuelos, el ponerse por delante iba a resultar un botín vital para llevarse los puntos. Lo que nadie esperaba es que la Real se desmoronara con la misma fragilidad que un castillo de naipes. El último cuarto del primer acto fue angustioso, con un equipo grogui y a la deriva, con una zaga abrumada por su incapacidad para frenar las embestidas de un toro bravo que apretó el acelerador en cuanto olisqueó la sangre.
cambios En la reanudación Aritz entró en lugar de Mikel González y la Real, apoyada por un afición ejemplar, que ayer estuvo de diez, intentó la remontada pero nunca se le vio con posibilidades reales de lograrla. En cuanto se estiraba, aparecía el Sevilla para hacerle daño a las contras. Si no fuese por Rulli, el marcador pudo ser de escándalo. Eusebio no sabía qué hacer para frenar la hemorragia y se la jugó agotando los cambios. No se puede decir que atinara, pero al menos lo intentó cuando se le suele echar en cara que tarda en las sustituciones. Con Canales y Juanmi el equipo se partió aún más, y los hispalenses solo tuvieron que aprovechar sus continuos errores y pérdidas de balón para acabar goleando 0-4 con goles de Sarabia y el tercero de Ben Yedder, que además había asistido al madrileño en el tercero.
La parroquia txuri-urdin vio que sus jugadores estaban sufriendo y en una emocionante reacción, plena de agradecimiento y de sentimiento, le arropó con continuos cánticos de ánimo. Su mensaje estaba claro. Nadie dijo que fuese a ser fácil estar arriba y llegar lejos en la Copa, pero ayer solo se perdieron tres puntos.
El miércoles hay que pasar a cuartos y ya habrá tiempo en la Liga para suturar la herida de ayer. Lo malo es el peligro de que se genere una psicosis cuando no juega Zurutuza, cuya potencia se echó mucho en falta ayer ante el musculoso mediocampo sevillista, ya que en dos de sus últimas ausencias, en A Coruña y ayer, la Real acabó goleada. Pero solo eran tres puntos ante un visitante de Champions que tiene un pie fuera de la Copa. Más se perderá el miércoles si no hace valer el 3-1. Su afición fue la primera en pasar página y confía en volver a animarle en cuartos. Cuando se juegan tantos partidos y frente a rivales de esta talla, estas cosas te pueden pasar.