donostia - A la Real no le sientan bien les despedidas. Desde que el equipo mancillara su camiseta en 2001 con aquella vergonzosa derrota ante Osasuna por 0-1, que le permitió salvar la categoría, son muy pocos los últimos partidos de temporada en los que la afición txuri-urdin se ha marchado feliz a casa. Es más, solo se salvan el 3-0 ante el Atlético del año del subcampeonato, pese a la fuerte frustración por no alcanzar el título; el inolvidable 2-0 ante el Celta de 2010, en el que el equipo certificó el ascenso; y, por las connotaciones emocionantes, el 1-0 ante el Valencia en 2012, sin nada en juego, pero con la despedida a un mito realista como Mikel Aranburu.

El resto han sido decepciones, y algunas de ellas incluso dramáticas. Es imposible borrar de nuestra memoria el 0-0 contra el Racing con el penalti fallado por Savio en la prolongación el año del descenso; el espectacular y desesperante 3-3 contra el Madrid en 2013, que provocó que se perdiese una cuarta posición que se recuperó en la última jornada en Riazor; y el 1-2 del Villarreal el curso siguiente en la final por el sexto puesto que condenó a los realistas a jugar dos previas.

La mayoría del resto de despedidas en este siglo han dejado un poso de tristeza e impotencia. Como el 0-3 del Granada, que se jugaba la vida, del curso pasado, o el 1-1 ante el Córdoba el primer año en Segunda, cuando ya se sabía que Sporting y Málaga ganaban y no había opciones para volver a Primera. Lo demás, casi todo empates sin nada en juego de diferentes equipos realistas incapaces de motivarse sin ningún objetivo al alcance de la mano.

Pese a Jokin Aperribay desmintió el martes que estuvieran preparando una revolución para este verano, lo que está claro es que son varios los blanquiazules que pueden jugar su último duelo en Anoeta. El único seguro es Bruma, ya que la Real no va a ejecutar su opción de compra. Pero el más sonado de todos es Carlos Vela, quien, después de cinco años reinando en Donostia, no tiene garantizada su continuidad.

Por si fuera poco, este domingo el estadio donostiarra se va a convertir en un pequeño Vallecas, ya que se espera que entre 3.000 y 4.000 seguidores rayistas viajen a arropar a su equipo, que podría ver muy comprometida su permanencia en caso de perder en Donostia.

No parece el mejor escenario para que la Real maquille una temporada penosa y decepcionante con una bonita despedida en casa.