en el fútbol, como en la vida, todo discurre y se analiza según el color del cristal con el que se mire. No me gusta gran parte del periodismo deportivo actual. Sobre todo del televisivo, en el que los locutores nos narran los partidos como si no los estuviéramos viendo y no me convence casi ningún comentarista. La verdad es que las retransmisiones que más me están gustando hasta la fecha esta temporada son de largo las de Bein Sports.

Estoy de acuerdo con que una parte del periodismo deportivo es debatir, pero detesto las estridencias y los extremismos. Podré ser hincha de la Real, algo que no ocultaré jamás porque es uno de los mayores orgullos de mi vida. Como periodista, trato de acercarme o instalarme lo más cerca posible a la objetividad absoluta. Sé que muchas veces no lo consigo, pierdo la batalla, y lo asumo como un error grave.

La semana ha discurrido de forma sensacional para los intereses blanquiazules. Es más, creo que se ha convertido en una de las más entretenidas y placenteras de lo que llevamos en este decepcionante curso. En pocos días hemos pasado de que el Athletic estaba dispuesto a hacer un desembolso millonario por Iñigo Martínez y que este no quería firmar porque su intención era cruzar la A-8, a la confirmación de su renovación por la Real hasta 2021 y su inmediata degradación por parte de la prensa bilbaina y el entorno zurigorri. Me lo comentaba un aficionado rojiblanco al día siguiente de la firma: “Menudo gol os ha metido Iñigo con su renovación por no subirse la cláusula”.

Me sorprenden las interpretaciones que estoy leyendo del tema de la cláusula, cuyos tres primeros años de contrato ascenderá a 32 millones, y en los dos últimos, a 25. La mía la tengo muy clara. El gol por toda la escuadra se lo ha metido al club que esté interesado en pagarla, porque desde el 1 de enero podría firmar gratis con el que quisiera. El central y su entorno querían que les presentaran un proyecto deportivo solvente, pero como eso no se puede demostrar, menos aún si vemos lo sucedido estos dos últimos años, pues no quieren quedarse en una jaula de oro de la que no va a tener ninguna opción de salir. Y me parece bien y razonable. Vamos a ver. No podemos perder la perspectiva de la realidad ni mirar al mercado con el desorbitado prisma del Athletic. Pagar 30 millones por un central como Iñigo es una locura se mire por donde se mire. Si se va Laporte y vienen con los millones, primero a ver si convencen a Iñigo, que lo dudo y mucho, y segundo, si la Real tuviera un director deportivo mínimamente competente contrataba a tres jugadores con ese dinero que probablemente nos permitiría superarles en la clasificación y aspirar a cotas más altas. Eso sí, el día que vengan, no vamos a tener ningún problema en recordar a Iñigo los piropos que le han dedicado por cometer la osadía de ser vizcaino al rechazar al Athletic: “No tiene nivel para este equipo”. “No es ni el mejor central de la plantilla de la Real”. “El mayor tesoro del Athletic es su vestuario y no encajaría bien”. En realidad, son muy graciosos.

Esta última frase es tremenda porque ponen en duda el comportamiento de un profesional excelente que no ha tenido ni el más mínimo problema con nadie desde que aterrizó Zubieta siendo un niño. Es más, somos muchos los que tenemos puestas las esperanzas en que, con su carácter, liderazgo y personalidad, que tienen visos de convertirle en un central y un capitán de leyenda, haga espabilar a muchos de sus compañeros y elimine la tontería de niños mimados que siguen arrastrando muchos de ellos.

La mayoría lo habrán olvidado. Pero tras alcanzar ese momento de plenitud en el que metía todo lo que le llegaba, Meho Kodro solo puso una condición para fichar por el Barcelona, que abonaran la totalidad de su cláusula para dejar llenas las arcas blanquiazules. Mucho ha llovido desde aquel verano de 1995 y mucho ha cambiado el fútbol, que tras la irrupción de las televisiones se ha convertido en puro negocio. Por eso pienso que lo que ha hecho Iñigo Martínez renovando su contrato hasta 2021, apostando por la Real y protegiéndole para que ingrese muchísimo dinero, es un oasis de romanticismo impropio de los tiempos que nos está tocando vivir. Sinceramente, no veo ningún motivo por el que los aficionados txuri-urdin no estén de enhorabuena esta semana. Por un lado van a disfrutar del mejor central salido de Zubieta desde la Generación de Oro y, por otro, no hay nada más divertido que disfrutar con la pataleta de los vecinos mientras niegan la evidencia. l