caminaba perdido y confundido el Real Madrid cuando, al término de la décimo octava jornada de la Liga el presidente del Real Madrid, Florentino Pérez, aprovechó un empate a dos goles en Mestalla para ordenar un nuevo cambio en el banquillo blanco. Rafa Benítez, silbado por un amplio sector del Santiago Bernabéu y sentenciado por los pesos pesados del vestuario, fue destituido para dar vuelo a Zinedine Zidane, técnico del filial, como entrenador del primer equipo. El francés, sin experiencia como primer técnico en la alta competición, pero conocedor de la plantilla tras su experiencia como segundo entrenador de la mano de Carlo Ancelotti en la campaña 2013-14, no dudó en aceptar el reto. Había llegado su momento.
Atrás quedó una temporada y media a los mandos del Castilla, donde Zizou preparó su particular salto a la élite. Un paso de gigante que ha contado con el visto bueno de un grupo de futbolistas capaces de ajusticiar a cualquier entrenador que se tercie. No así a Zidane, a quien sus pupilos, al contrario que sucedió con Benítez, proclaman públicamente sus respetos por la huella futbolística que acompaña a un hombre que nació para marcar las diferencias con el balón en los pies.
Ahora, sin embargo, son otros quienes deben hacerlo bajo su manto. Tras lograr que impere la paz en la casa blanca tras alcanzar las semifinales de la Champions League y, quién lo iba a decir, jugándose la Liga tras tenerla perdida hace apenas un mes, Zidane afrontará hoy un duelo en Anoeta en el que no puede fallar si quiere seguir aspirando a ser campeón del campeonato liguero.
En los 17 partidos de la competición doméstica que ha dirigido hasta la fecha, el técnico francés, decidido a enterrar la apuesta por el contragolpe en favor de la posesión del balón, ha firmado catorce victorias -once de ellas marcando tres goles o más-, dos empates -en el Benito Villamarín (1-1) y en Málaga (1-1)- y una sola derrota -ante el Atlético de Madrid (0-1)-.
En el Santiago Bernabéu, el nuevo Madrid de Zizou no ha tenido problemas, salvo el mencionado tropiezo ante uno de sus contrincantes por el título liguero, el Atlético; lo demás han sido todo victorias y, además, por más de dos goles de diferencia, entre las que destacan las que consiguió ante el Deportivo (5-0), el Sporting (5-1), el Espanyol (6-0), el Celta (7-1), el Sevilla (4-0), el Eibar (4-0) o el Villarreal (3-0). Estos han sido los equipos que más han sufrido en primera persona los efectos del afilado colmillo blanco, a pleno rendimiento en los choques que ha albergado el coliseo madridista.
Pero fuera de casa sufre más y se supone que en un partido entre los dos duelos de semifinales de la Liga de Campeones, donde superó con éxito los octavos de final ante la Roma y los cuartos ante el Wolsfburgo -aunque en el partido de ida sufrió al perder por 2-0-, será más complicado aún. Por este motivo, Anoeta tendrá la oportunidad de poner a prueba al remozado Real Madrid de Zidane y, quién sabe, si apartarle de la lucha por el título de Liga.
apoyado por el vestuario Por otro lado, para tratar de obrar la complicada gesta de encaramarse hasta la primera posición liguera en las tres jornadas que restan, el entrenador galo puede presumir de haberse ganado, con su sola presencia y cercanía con respecto a la plantilla, el apoyo de un vestuario entregado a su persona. “No creo que haya nada especial en mis mensajes a los jugadores, intento darles mi perspectiva y lo que espero de ellos. Son grandes profesionales, tenemos una buena relación y no ha sido difícil”, confesaba hace días el propio técnico.
El reto, en cualquier caso, que se le presenta a Zidane en Anoeta va a ser mayúsculo, contra una Real que tratará de obtener, al igual que lo hizo la temporada pasada con remontada incluida -4-2 tras ir perdiendo 0-2-, una victoria, para contentar a una desengañada afición. - N.G.