La rueda de la exigencia
hay que ver el juego que da la palabra exigencia en el fútbol y, especialmente, en el planeta Real. Algo estarán haciendo mal en el club cuando el tema es más que recurrente en los últimos años. Sinceramente, yo parto de la base de que cuando uno ya es mayorcito debe ser consciente de lo que debe hacer en su trabajo. A mí al menos no me lo tiene que recordar nadie al comienzo de cada temporada o de cada año. Pero no solo en la vida laboral, sino en la personal, en la que cada uno se marca o persigue los objetivos que pretende lograr. Si no los consigue alcanzar y es responsabilidad suya, allá él. Si es por otras razones, es normal que aparezca la frustración.
No es ninguna crítica hacia Zurutuza, que durante la semana me concedió una entrevista en la que no rehuyó ninguna pregunta, pero me sorprendió su respuesta cuando le cuestioné la falta de exigencia en el club: “La de todos los años. Ir a ganar y aparte, más que el club, la que tiene cada jugador. El club ya sabemos lo que quiere: que ganemos”. Si el supuesto mensaje que emana de los despachos es tan simple e inequívoco, entonces prefiero señalar de forma individual a entrenadores y jugadores.
Llevo semanas diciendo que lo que más me preocupa de la lamentable temporada de la Real es que en el club no tienen la sensación de fracaso. Esta percepción contrasta por completo con lo que se respira entre los aficionados blanquiazules. Soy periodista deportivo, estoy muy acostumbrado a que cada vez que salgo a la calle me hagan una y otra vez las mismas preguntas en clave txuri-urdin. Últimamente solo escucho quejas y lamentaciones. El fin de semana pasado me encontré con un buen amigo, realista de pro, de los 16.000 héroes que aguantaron carros y carretas semanalmente en Segunda, y me comentó que estaba desesperado: “¿Sabes lo peor de todo? Que después de dos años de continuas decepciones, no veo que se vaya a producir ningún cambio reseñable para la próxima temporada. Van estar los mismos en los mismos puestos, como si no hubiese sucedido nada grave, cuando estamos todos hartos”.
Cinco minutos después me senté en la rampa del puerto y casi me tiro al agua tras leer esta respuesta de Loren, al que desde aquí agradezco la deferencia que tuvo para atender a NOTICIAS DE GIPUZKOA, a la pregunta de si la temporada iba a ser mala pasara lo que pasara en el final del campeonato: “No. Está claro que no hemos sido capaces de mantener una regularidad. El inicio no fue nada bueno. Y luego, aunque el equipo se recuperó, esta última racha negativa nos ha hecho daño. Pero tampoco olvidemos que hace solo tres semanas nos colocamos a dos puntos de Europa. Quedan ocho partidos para reivindicar o para reafirmar esa recuperación de la que te hablaba”.
Definitivamente, no me convence esta Real. Me gustaría tener un club, el mío, formado por personas que se visten por los pies, que asumen su responsabilidad en caso de reiterados errores y fracasos, competentes y preparadas, que llaman a las cosas por su nombre, con una personalidad y una calidad humana indiscutibles que les permita engrandecer una leyenda difícil de aumentar por la cantidad de aventuras gloriosas vividas. Gente con hambre, con la mente limpia y despejada, con nuevas ideas, que no esté condicionada o limitada por su pasado y que no se deje manipular. Esta nueva Real lucha por readaptarse a un fútbol-negocio a base de millones, hace tiempo que dejó de ser el bravo equipo de aldeanos que ganaba a todos al estilo Asterix y Obelix y ahora maneja un presupuesto monumental que puede ascender a la friolera de 80 kilos. Y sí, muchos dicen que antes la afición no era así, que animaba y comprendía mucho más al equipo, y es verdad, y además era muy bonito. Pero tampoco se juega en un césped que hay semanas que no es ni verde ni con un esférico que te amarga la existencia si te pegan un balonazo. Ahora la Real necesita gestores y técnicos de máxima competencia, a los que no les tiemble el pulso y que sean capaces de obtener los resultados que exigen, he dicho bien. exigen, unos números grotescos. El club debe regenerarse desde dentro, mirándose al ombligo, sin demasiadas referencias exteriores, porque mi opinión es que no hay ningún equipo con unas señas de identidad tan especiales para obtener unos resultados óptimos. Si sus actuales representantes en todos los estamentos no lo consiguen, como así está siendo, lo siento mucho pero que pasen los siguientes. Sería el mejor gesto de lealtad con ellos mismos, con la Real y con nuestra exigencia, claro. l