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El beaterio: Música celestial

El beaterio: Música celestial

no tuvo mejor ocurrencia el presidente de la Real Sociedad que confesar sus deseos de volver cantando el himno del club si el equipo ganaba en San Mamés. No sé si cuando niño pertenecía al coro lasaliano del colegio en el que estudiaba, pero da la sensación de que cantar, lo que se dice cantar, no es lo suyo. Además, como cuando jugaba de portero solía protagonizar alguna anchoa, parece claro que el tiempo de los gorgoritos quedó atrás.

Digo esto, porque desde el viaje de vuelta y la posterior refête con sus compañeros consejeros no ha parado de llover. Además con ganas de narices, porque el régimen pluvial de los últimos días ha sido tan torrencial como la catarata de lesiones que inunda el vestuario txuri-urdin. Por eso, como hago tantas otras veces, mi aplauso a los 5.112 espectadores que acudieron el viernes a Ipurua y a los 12.783 de anoche en Anoeta.

La victoria del equipo en la cancha del Athletic volvió a corroborar que los vestuarios y sus cocinas deciden muchas veces cómo y cuándo. Hemos escrito, y lo que nos queda, que la gestión grupal es prioritaria en un equipo. Si el entrenador confía de verdad en el colectivo y este hace lo propio con el técnico, hay mucho trecho recorrido. A los hechos me remito. Son tantos los ejemplos que no hay lugar para la duda. Dijo con acierto Jorge Valdano que un equipo es un estado de ánimo y que si el grupo cree las barreras se desarman con facilidad.

Eso es lo que ha hecho Eusebio desde su llegada. El técnico ha puesto en valor a sus futbolistas. Les ha dicho lo que siente y piensa. Ha querido compartir con ellos una forma de ver e interpretar el juego y a partir de ahí, como piña indestructible, cánticos celestiales cada vez que se juntan. Se nos han perdido las partituras, se han puesto afónicos los barítonos, griposos los bajos y mudos los tenores. Nos ha pasado de todo, pero el coro no se ha venido abajo, salvo en el concierto de Gijón al que acudimos sin batuta.

Ejercicio de superación en toda regla para pasar de la pesadumbre al encanto y de la decepción a la esperanza. Sin perder la cabeza, claro, porque somos más oscilantes que el péndulo de un reloj. O nos sumimos en las profundas cavernas del orco o volamos al paraíso. Ni tanto ni tan calvo. Hablamos siempre de un juego en el que puede suceder cualquier cosa. Incluso, una racha encadenada de victorias que sitúan al equipo en un escenario bien diferente al de hace unas semanas.

Estamos en una semana de tres partidos. Matarile. Desde tiempo inmemorial nunca hemos salido bien del trance. Los entrenadores tratan de dosificar esfuerzos, apuntan al objetivo más asequible y disparan, siempre que la escopeta cuente con un buen punto de mira y la munición sea la correcta.

Eusebio sacó la caja de juegos reunidos y nos invitó a jugar con él. Conocidas las bajas (ocho o nueve) de la plantilla, la incorporación de más canteranos a la lista de elegidos y la situación real de algunos convocados, se trataba de adivinar la alineación, el sistema de juego y la fórmula de ganar a un rival que también cuenta en su banquillo con un buen estratega, empeñado en dinamitar el plan del contrincante.

Jugando a entrenador ayer por la mañana, mientras el viento y la lluvia arreciaban, imaginé un equipo inicial. Debo comentar, antes de colgarme una medalla y ser ventajista, que no coincidió el suyo con el mío, ya que mi centro del campo era diferente y conllevaba una modificación en la vanguardia. Sin más.

Durante la semana se habló mucho de partido táctico. Los de Javi Gracia responden a buen patrón. Los primeros veinte minutos del encuentro fueron suyos y merodearon con peligro la meta del seguro Rulli. La Real se fue desperezando poco a poco para llegar al descanso con las tablas iniciales. Más tarde cambió el panorama. Cop adelantó a los suyos y nos lo puso todo cuesta arriba. Nos faltaba un referente en el ataque y Eusebio se decidió por Agirretxe. El de Usurbil cobró una volea desde una posición dudosa y niveló la contienda. Empate que sabe a gloria o, si lo preferís, a cánticos celestiales.