La Real ganó en Bilbao. Fue su cuarta victoria consecutiva y su octavo derbi sin perder. Ninguna de las trayectorias es fruto de la casualidad. Como tampoco lo eran los pobres resultados que cosechó en el primer tercio del campeonato. El equipo txuri-urdin justificó con argumentos lo que muchos llevamos tiempo defendiendo, y es que esta plantilla es por lo menos tan buena como la del vecino. A falta de trece partidos para la conclusión de la temporada, los tres puntos de ayer suponen el empujón definitivo para entrar de lleno en la carrera por Europa. Lo comentaba un periodista bilbaino durante la semana y lo ratificó Valverde en la previa; la Real es un rival directo para la sexta y la séptima plaza. En el vestuario rojiblanco llevaban semanas esperándoles; lo que seguro que ni imaginaban es que tras el 0-1 de ayer se les han puesto a dos puntos, con el gol-average vencido y sin ninguna otra competición que afrontar.

El triunfo de ayer fue la confirmación de que, aparte de las grandes individualidades capaces de decidir duelos, los blanquiazules están edificando un bloque sólido y fiable desde la llegada de Eusebio. El pucelano es la cabeza visible de una resurrección maravillosa, y casi inesperada por muchos, debido a la cadena de decepciones acumuladas en el primer tercio de la competición. Este equipo puede mostrar varias caras a lo largo de 90 minutos y domina muchos registros del juego. Como ya sucediera el año pasado, los donostiarras fueron muy superiores en el primer acto. Salieron al campo enchufados de confianza y con la mente puesta en que se encontraban ante la oportunidad más importante de la campaña. Una opción que no podían desaprovechar si pretenden aspirar a firmar algo importante en este tramo final de la Liga. Daba igual que fuese en el fortín del vecino, donde hasta la fecha solo habían vencido el Barcelona y el Madrid. Para soñar con Europa tenían que lograr una gesta de mucho valor y no se puede restar méritos a su victoria. Como decía De Pedro, en Bilbao les gusta mucho repetir que el de la Real no es su derbi, pero es de largo el encuentro que más les fastidia perder. Cuando acumulan muchos partidos sin ganar les genera un ansia que les llega hasta a cohibir. Y eso lo llevan fatal, porque no hay un equipo que crezca más cuando realmente se lo cree como el Athletic. Por el contrario, los ocho derbis sin conocer la derrota aumentaba la tranquilidad y confianza de los realistas, que tenían muy preparada su hoja de ruta y que se llevaron los tres puntos de oro sin que su portero, que solo tuvo que hacer una parada de mérito, pasara demasiados apuros.

Los entrenadores están para tomar decisiones y cuando aciertan solo cabe aplaudirles. El fútbol es así, impera el resultadismo y Eusebio parece tocado por una varita mágica. Pero su verdadero acierto reside en que todo el que entra en su once rinde al mismo nivel que el que estaba. Ayer no contó de inicio con Pardo, en una decisión sorprendente, ya que el riojano atravesaba por el mejor momento de su carrera. A los técnicos todavía les cuesta prescindir del capitán (Prieto), sobre todo en duelos de vital importancia y por algo será. Fue de más a menos, pero antes del descanso intervino mucho y dio muy buenos pases con destellos de calidad. A diferencia de Cornellà, el planteamiento de los realistas era presionar arriba para intentar que se vieran obligados a jugar en largo. Illarra se pegó a Reyes, formando una muralla importante por delante de los dos centrales, que, sobre todo Iñigo, rayaron a gran altura y anularon por completo al delantero del momento, Aduriz. No es de extrañar que los piropos que vertió el de Ondarroa sobre el delantero no fueran más que otra estrategia más para la batalla que iban a mantener. También hay que destacar el trabajo de los dos extremos para aguantar las subidas de los dos laterales locales. De Marcos reventó a Mikel Oyarzabal, pero este se hizo mayor sacrificándose por el equipo cuando seguro que, a sus 18 años, sus intenciones eran más bien las de liarla en el área rival. Como es tan bueno, le dio tiempo para poner dos centros sensacionales antes del entreacto. Por último, a la hora de repartir elogios no puede pasar inadvertido Aritz Elustondo, quien acreditó ser una pantera, además de demostrar que nadie tenía más ganas de derbi que él.

de más a menos La Real fue muy superior al Athletic antes del descanso, al que pudo llegar incluso con mayor ventaja en el marcador. A los dos minutos, Reyes estuvo a punto de anotar con un buen disparo. Poco después, tras una combinación preciosa, Aritz puso un pase de la muerte y el disparo de Illarra lo repelió Gurpegi . No fue hasta el cuarto de hora cuando hizo acto de aparición el héroe del duelo. Jonathas siempre ha parecido un futbolista de noches importantes. Ayer todos los focos estaban puestos en su figura, y no decepcionó a nadie. Logró que todo el campo le odiara al sacar de quicio a toda la defensa rojiblanca, pero salió vencedor del duelo al marcar el gol, provocar un penalti y ser un peligro constante. No, no debe ser fácil lidiar 90 minutos con una bestia extramotivada y con los ojos bañados en sangre. Su primer intento lejano lo atrapó Iraizoz. Pero a la segunda marcó un golazo magnífico tras recibir un pase perfecto de Vela, que sigue marcando diferencias en la racha blanquiazul, y, tras controlar, encañonó con la zurda un disparo que hizo una especie de folha seca y se coló por encima de la cabeza del meta navarro.

El tanto escoció en el Athletic. Y es curioso, porque en el campo que venden que más fútbol se respira de la Liga, cada vez les importa menos el juego en sí. Cuando se les tuercen las cosas se centran en sacar petróleo de las demás facetas apoyados en la presión de una afición que protesta al colegiado como la que más, consciente de que su clamor obtiene buenos resultados. La Real lo ha sufrido en sus carnes. El Athletic ondea la bandera de la casta y la garra, pero sus futbolistas lo protestan todo y piden tarjetas a diestro y siniestro. Hasta en un leve empujón en su propia área. Lo triste es eso, que están muy mal acostumbrados. Es a base de faltas cerca del área como suele dominar a sus rivales, a los que acaba embotellando cerca de su propia meta. Esta vez la Real se multiplicó para frenar el bombardero aéreo. Ni qué decir tiene que cuando saltó al campo Raúl García, que es uno de los jugadores más marrulleros de Primera, la cosa se agravó aún más. Dio la sensación de que el único objetivo que tenía el navarro era provocar la expulsión de Reyes. Por último, y para acabar con este apartado del otro fútbol, es absolutamente intolerable que los rojiblancos intentaran levantar del suelo continuamente a los realistas que estaban doliéndose de un golpe. Para eso hay un árbitro, que es el que tiene que descontar minutos después, pero ellos no saben si el rival está lesionado de importancia y no tienen por qué tocarle. Mención aparte para Laporte, que quiso seguir jugando cuando Rulli llegó a lanzar fuera un saque de puerta para que atendieran a Aritz, que estaba retorciéndose con el gemelo subido. Fair play y eso. Nada nuevo bajo el sol...

Jonathas rozó el doblete en una buena contra de los realistas tras una asistencia de Xabi Prieto, pero su remate suave lo atrapó Iraizoz. La única opción reseñable de los vizcainos fue un posible penalti de Yuri a Williams, que ni las imágenes de televisión confirman con nitidez, aunque es justo reconocer que pudo serlo. El que fue clarísimo y no admitía discusión fue el derribo de Laporte a Jonathas dentro del área pequeña, sin venir a cuento y cuando el balón ya había superado a los dos. Si los rojiblancos no jugaban mejor era simplemente porque no les dejaban.

un triunfo sufrido Tras el descanso, la idea de la Real era aguantar con las líneas bien juntas y la defensa arropada por los hombres de delante, que tenían que buscar cazar una contra para liquidar el duelo. El Athletic seguía sin jugar a nada, pero, como los realistas no tenían el balón, la sensación de agobio fue aumentando minuto a minuto. Las únicas ocasiones del Athletic llegaban todas a balón parado, sobre todo en los córners. En ese momento, apareció la imagen de Illarra, que se comió el centro del campo. El realista que más kilómetros recorre de largo en cada partido se multiplicó para evitar que su adversario jugara cómodo en la sala de máquinas. Eusebio arriesgó mucho dando entrada a Pardo en lugar de Markel, lo que confirmó su talante como entrenador, que prefiere buscar el segundo que aguantar el tanto de ventaja.

Los blanquiazules dispusieron de varias contras para liquidar el choque, pero sus jugadores, agotados, casi siempre eligieron mal. Pardo cometió un error muy grave que pudo aprovechar Muniain, al que se le escapó el esférico alto. Pero el riojano se resarció minutos después dando un pase de gol a Xabi Prieto, al que se le fue el disparo rozando el larguero.

Tanto la Real como el colegiado aguantaron la fuerte presión y las mil gargantas txuri-urdin gritaron de rabia y alegría cuando se llegó al final del choque. El equipo realista está más fuerte que nadie en su carrera por entrar en Europa. Y lo mejor de todo es que cada día que pasa se lo va creyendo más. Ahora se siente capaz de todo. Y no nos importa decirlo, ayer venció el partido que más nos gusta del año. Hay otros que llevan años sin poder hacerlo. O décadas defendiendo su cuento chino de su inventado derbi. No dejo de imaginarme a Aperribay cantado el txuri-udin de vuelta a casa. ¡Gran Real!