La canción del pirata
Creo haber leído hace pocos días que quienes deciden los planes de educación y la pedagogía en la enseñanza se están planteando potenciar la memoria de los niños como parte importante del aprendizaje. Parece que los estudiantes de ahora pegan los codos a la mesa pero no se les queda tanto lo que leen en los libros y apuntes. Quieren recuperar aquel tiempo en que aprendías las comarcas de la provincia de Burgos y no se te olvidaban jamás por la cuenta que te traía.
Repetíamos y repetíamos en voz alta, una hora tras otra, las cuestiones que debíamos aprobar. Daba igual que fueran los afluentes del Ebro, los cabos costeros o la parábola del buen samaritano. No existían las modernas evaluaciones sino exámenes y notas todas las semanas. Era imposible bajar la guardia o tirarse a la bartola porque si lo hacías no veías el cielo.
Uno de los días grandes del curso era la fiesta de fin de año. En las butacas del salón de actos se sentaban los padres y abuelos para aplaudir la representación de sus hijos y nietos. Como entonces en los colegios de niños sólo había niños y niñas en los de niñas, no cabía otra que tirar de imaginación para conseguir un programa más o menos variado y unisex. Siempre había un coro. Quien mejor voz tuviera cantaba como solista. No faltaba nunca la representación teatral de un sainete y un espectáculo elemental de magia.
Pero el momento estelar de la mañana, el cursi por antonomasia, se relacionaba con el recital de poesía. Estábamos en segundo de bachillerato y quiso alguien que supiéramos de pe a pa tres poemas. Los cuarenta y tantos alumnos ensayábamos antes en clase. Pasábamos al estrado y delante de los compañeros, moviendo los brazos de dentro a fuera y viceversa, soltábamos las rimas asonantes de Romance del Duero que escribió Gerardo Diego y un poema de Bécquer, Volverán las oscuras golondrinas. Los que mejor recitaban eran elegidos para el solemne acto.
El tercer texto correspondía a José de Espronceda y su Canción del pirata. Seguro que os suena. “Con diez cañones por banda, viento en popa a toda vela, no corta el mar, sino vuela, un velero bergantín; bajel pirata que llaman por su bravura el Temido?”
De los tres era el que más nos gustaba, supongo que por la presencia de un pirata en medio del texto. El comienzo causaba estragos. Recuerdo (no olvides que estamos hablando de memoria) el momento en que un alumno que se llamaba Edu inició su interpretación. Todo comenzó bien hasta que salió de su boca “baje el pirata”. Y el que se bajó de la silla fue el cura que, remangándose la sotana, fue a por él y le sopló una guantada, por no decir hostión, que dejó blanca al aula y la cara del chaval rojo carmesí. ¡Bajel, no baje el?!
Ni sabíamos lo que era un bajel, ni lo habíamos visto nunca, ni entendíamos nada, pero lo recitábamos sin vacilar, en versión abreviada, hasta que concluíamos con “mi única patria, la mar”. Entonces, respirabas porque la memoria no te traicionaba y evitabas una marca de cinco dedos en el carrillo.
El fútbol no es ajeno a esta realidad. Todos recordamos partidos, goles, resultados, fechas históricas, porque se supone que un día impactaron en nosotros y dejaron huella. El gol de Zamora perdurará por los siglos de los siglos, como el de Iniesta, o la mano de Dios de Maradona o?
Pero también compartiréis que un conjunto que lo bordaba, deja de hacerlo. Es entonces cuando los aficionados concluyen, tanto a nivel individual como colectivo, “a este equipo se le ha olvidado jugar”. Dependemos siempre de rachas, de la capacidad de los jugadores, de los sistemas tácticos, del tacto con la pelota y, sobre todo, de lo que deciden los entrenadores. A unos les gusta tocar el balón y a otros martirizarlo. Al final, lo que vale es ganar.
Y la Real anoche afrontó sin su particular pirata el combate ante el necesitado Málaga. Los andaluces no habían mojado todavía ni sabían lo que era la victoria. Los realistas, tras sumar cuatro de seis, trataban de aprovechar las dudas de los de Javi Gracia. Dudas disipadas a los siete minutos, porque para entonces se encontraron con sendos regalos que Charles, que no es pirata de pata de palo, los mandó al fondo de la meta de Rulli.
Desde ese momento, la Real lo intentó de todos los modos. Agirretxe devolvió la esperanza con su tanto y Kameni evitó con un par de paradas el revolcón. El Málaga, con uno menos y pidiendo la hora, le sacó los colores a todo el mundo con un tercer tanto del protagonista del encuentro, el sustituto del lesionado Amrabat.