Un estilo en pañales
aquella tarde de 2012 salí de San Mamés con la sensación de que me habían robado la cartera. La Real marcó un gol, el del empate, pero Mateu dijo que no, que el disparo de Vela no había superado la línea de gol. Falló. Como falló ayer Velasco Carballo en una jugada que nos tenía que haber costado medio derbi. Justo es reconocerlo. Era penalti de Illarra. Y expulsión. Cualquier análisis del partido debe partir de lo que tuvo que ser y no fue, para, sobre esa base, explicar también por qué pasó lo que pasó, y por qué esa acción de Aduriz no resultó algo aislado del juego, sino una consecuencia del mismo.
Ya no podemos decir aquello de que la Real no sabe a lo que juega. Tiene un plan. Rudimentario. No se trata de la panacea táctica. Pero es un plan al fin y al cabo. Está jugando menos abierta, menos expuesta, con más centrocampistas, presionando más arriba. Busca robar en posiciones comprometidas para atacar desde un punto de partida mucho más sencillo que el de las ofensivas estáticas y posicionales. Y si no consigue este primer objetivo al menos fuerza un mal menor. El rival tiene que jugar en largo de forma frontal, una bendición para los centrales. Pero, claro, esto cambia cuando enfrente está el Athletic. Porque esos golpeos aéreos encuentran a Aduriz y a Raúl García. A Valverde no le hacen falta centrocampistas. Sus organizadores juegan en punta. A partir de ellos se puede construir juego.
El Athletic lo hizo ayer encontrando con relativa facilidad las espaldas de Canales y sobre todo de Pardo. Los nuestros iban a la presión. E iban bien. Pero Iraizoz, Laporte y Etxeita solo tenían que ponérsela por encima. Casi todas las jugadas del rival terminaban cerca del área de Rulli. O incluso dentro, como la del penalti, por lo que la Real recuperaba el balón a 80 metros de la portería. Y no a 40, como era nuestra intención inicial. ¿Arreglarlo? 90 minutos, cero soluciones. El plan, el famoso plan, parece que lo hemos trabajado más bien poquito. Las alternativas, menos aún.