ala vista de la victoria en Granada y por aquello de recuperar ciertos pálpitos, decidí montar el sábado una cena en casa con amigos para compartir entre plato y plato la oferta futbolística y de otros deportes que la televisión ofrece. Una de las cosas con las que más disfruto es poniéndome delante de los fogones (que jactancia la mía) para preparar platos con los que sorprender a quienes aceptan sentarse en la mesa cuadrada del comedor. Generalmente, dispongo un picoteo variado de primero y un segundo más o menos vistoso, para que la gente no se quede con hambre. Prefiero que sobre antes que falte.
Aunque pueda parecer sorprendente, donde más dudas surgen siempre es con el postre. Las mismas que me invaden cuando como o ceno fuera de casa. Han desaparecido de las cartas la tradicional tarta de manzana, las torrijas de toda la vida que ahora son otra cosa más sofisticada, la mamia casera con sabor a quemado como los insuperables kaikus de Venta Ultzama en Belate y el arroz con leche.
Este, precisamente, es una de mis asignaturas pendientes. Cuidado que lo he intentado unas cuantas veces, pero nones. Cojo los ingredientes tradicionales, aquellos que vienen en el libro de cocina de Adriana de Juaristi que usaba mi abuela y que heredé como un preciado tesoro con sus tapas rojas de plástico para que no se estropease ni manchase la portada.
Doy todos los pasos, uno a uno. Es un horror. Me ha pasado de todo. Una vez con leche desnatada, aguado a más no poder. Otra, como un engrudo incomible; otras con el arroz tiesito, otras pasado o quemado, otras poco dulce o con demasiada canela? otras con exceso de ralladura de limón. Vamos, que no hay manera. Por eso, cuando encuentro un sitio en el que lo bordan no cabe más que aplaudir y reconocer los méritos del autor/a.
Como suele sucederles a muchos entrenadores, no consigo el remate de la faena. Los socorridos quesos con dulce de manzana, yogures o compotas (que las bordo), chocolates y galletas bretonas? constituyen el recurso para el fin de fiesta. Una comida sin buen postre queda huérfana, lo mismo que un buen equipo con estupendos jugadores sabe a poco si no gana. Se trata en todos los casos de dar con la tecla.
Agirretxe lo hizo en Granada acertando con sus remates. Los tres goles le dieron al equipo calma y tintaron con mejor color el juego colectivo, aunque no fuera ni mejor ni peor que otras veces. Esa victoria llamaba a intentar la continuidad, si no con el juego, que sigue siendo pobre, sí con un resultado victorioso que saque al equipo de la incertidumbre. El derbi, sin duda, era una oportunidad, porque el rival es un equipo poderoso y con recursos que no ofrece ninguna facilidad y que te remata si le concedes la oportunidad de hacerlo. En eso, buena nota, porque el equipo no cometió errores en la contención.
La Real dispone de unos cuantos futbolistas aptos para el buen manejo del balón pero no juega al fútbol. Ayer también eligió el patadón largo de los rojiblancos y los dos equipos nos ofrecieron un partido de ida y vuelta de muy poca calidad. Emoción, sí. Juego, no. Nadie discute la entrega hasta el final de los protagonistas, pero hubo que esperar a la entrada de Bruma y Jonathas para que el paisaje cambiara algo y dejara de ser tan sumamente previsible.
A Moyes se le pegó el arroz y cuando se dio cuenta fue tarde. Al equipo le cuesta una barbaridad crear ocasiones y llevar peligro a la portería contraria. Suma tres encuentros en casa y no ha ganado ninguno. Ayer lo pudo hacer si en la jugada del barullo final alguien acierta a meter la puntera y colar la pelota. Hubiera sido el delirio de la sufrida afición que empuja y empuja para ver si los suyos matan un partido de verdad, pero no hubiera respondido al marchamo del encuentro.
La próxima cena que haga en casa voy a invitar a los dos centrales del equipo, al lateral derecho (si le dejan venir) y a ese pedazo de futbolista que nació en Mutriku. También al delantero de Usurbil que se lo merece y al pelirrojo y al del Elgoibar y a quienes vengan con el postre dulce en las manos. El de ayer quedó un poco ácido, con la leche cortada.