El primer Gobierno vasco, condenado a un largo exilio
El lehendakari Aguirre tuvo que seguir con su mandato lejos de su tierra
El franquismo no solo acabó con la vida de un gran número de personas en Euskadi, sino que también aplastó las instituciones propias que tanto esfuerzo había costado constituir. Es el caso del primer Gobierno vasco de la historia, cuyo lehendakari, José Antonio Aguirre, convertido en uno más de los miles de vascos que vivieron y murieron en el exilio, se encargó de mantener con vida en la lejanía. Lo mismo hizo su sucesor, Jesús María Leizaola, quien al menos tuvo la oportunidad de regresar a ella para pasar los diez últimos años de su vida.
Aguirre juró su cargo de lehendakari junto al Árbol de Gernika el 7 de octubre de 1936, con la Guerra Civil ya empezada. Atrás habían quedado intentos como el de 1931, cuando el Estatuto de Estella, que integraba a Nafarroa junto a los otros tres territorios de Hegoalde, fue rechazado por las Cortes en Madrid. Dos años más tarde se aprobó en referéndum otro que solo incluía a Bizkaia, Gipuzkoa y Araba, pero que también quedó congelado por la llegada de la derecha al poder en el Estado español. Así que es ya con la guerra iniciada cuando las Cortes republicanas españolas, en su última sesión, aprueban el 1 de octubre de 1936 el Estatuto vasco y, pocos días después, Aguirre es designado como lehendakari.
A la vista de las circunstancias, opta por constituir un Gobierno de concertación, en el que tuvieran cabida todas las familias que apoyaban la causa republicana como una muestra de unidad frente a la amenaza franquista. Así, entre los consejeros hay representantes del PNV, pero también del PSOE, PCE, ANV y de partidos como Izquierda Republicana y Acción Republicana.
Sus esfuerzos se centraron en organizar el Euzko Gudarostea y de construir el Cinturón de Hierro para proteger Bilbao del avance de un ejército franquista que ya había tomado Araba y gran parte de Gipuzkoa. Pese a ello, ocho meses después de la formación de ese primigenio Gobierno vasco, los golpistas se hacen con la capital vizcaina, lo que marca el final de la Guerra Civil en Euskadi y el inicio de la dominación franquista.
Aguirre consigue huir a Francia, donde sostiene al Ejecutivo vasco ya en el exilio. El estallido de la Segunda Guerra Mundial y la invasión del territorio francés por la Alemania nazi le obliga a iniciar un periplo internacional que le lleva a trasladar el Gobierno vasco a Nueva York. Desde allí intenta ganarse el apoyo de las potencias occidentales para acabar con el régimen franquista. Pero la geopolítica acabó dándole la espalda. La extensión de la influencia de la Unión Soviética en buena parte del este de Europa convirtió a Franco, a ojos de los Estados Unidos, en un aliado útil para contrarrestar el poder comunista en la guerra fría que ya se fraguaba. El ingreso en 1955 de la hasta entonces marginada España franquista en las Naciones Unidas es la puntilla para las esperanzas vascas.
Para entonces, hacía casi una década que Aguirre había reinstalado el Gobierno vasco en París, donde moriría en 1960, recién cumplidos los 56 años. Tomaría su relevo Leizaola, que regresaría a Euskadi en diciembre de 1979, con el Estatuto de Gernika recién aprobado en referéndum, para ceder el testigo a Carlos Garaikoetxea, por entonces presidente del Consejo General Vasco y quien en abril de 1980 se convertiría en el primer lehendakari después de Franco. Un dictador que, pese a todo el daño causado, no logró romper con la herencia legítima de aquel primer Gobierno vasco de José Antonio Aguirre.
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