Si alguien encarna mejor que nadie el mantra de que allí donde surge una crisis aparece una oportunidad, ese es Pedro Sánchez. No hay semana sin una tormenta que le lleva al borde del abismo y desata augurios de que se bajará del caballo y adelantará las elecciones. El presidente del Gobierno español ha estado desahuciado en infinidad de ocasiones, pero siempre ha resurgido como el Ave Fénix con un giro de guion y un nuevo asunto de conversación pública sobre la mesa, sin que hasta la fecha nadie haya sido capaz de descabalgarlo de La Moncloa. Crisis sobre crisis, siempre recurre a su kit de supervivencia antiemergencias. A punto de llegar al ecuador de la legislatura, Sánchez avanza en su carrera hacia las elecciones generales de 2027 salvando los campos minados, consciente de que el PP sigue fuera de foco pese a sus estridencias y de que su mejor arma es seguir avivando la amenaza del PP-Vox como alternativa a él. Lo verdaderamente decisivo es si la recomposición del espacio a la izquierda del PSOE permite seguir soñando a Sánchez con el horizonte de 2027.

Con permiso de la crisis del apagón eléctrico de hace una semana, cuyas consecuencias e impacto en el Gobierno de Sánchez están por ver, el último vendaval al que ha tenido que hacer frente el presidente español ha sido el rocambolesco episodio de la compra de munición para la Guardia Civil a una empresa israelí, después de que el propio Sánchez pusiera la mano en el fuego para rechazar toda operación de compraventa de arsenal a Israel, país que ya ha asesinado a más de 51.000 gazatíes desde que Hamás hiciera lo propio con otros 1.300 israelíes en octubre de 2023.

Sánchez, uno de los pocos mandatarios europeos que ha reconocido al Estado palestino (conviviendo con un Estado israelí), se acerca al ecuador de la legislatura en medio de la convulsión desatada por la compra de 15 millones de balas por valor de más de seis millones de euros a la compañía israelí IMI Systems. El presidente español se puso en el ojo del huracán y para salir del trance tuvo incluso que desautorizar al ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, y ordenar la anulación de la compra para aplacar a Sumar, su socio minoritario en el gobierno, que presionó al máximo para impedir la operación.

Cruje la coalición

A su vez, los de Yolanda Díaz ya habían dicho que no aceptarían nada que no fuera la cancelación del contrato, al considerarlo un incumplimiento flagrante de los acuerdos con el PSOE. La noticia sentó muy mal en el seno del partido y desató la indignación de Izquierda Unida (uno de los partidos que integran Sumar). Esta formación valoró incluso la ruptura de la coalición de gobierno con el PSOE, aunque finalmente la sangre no llegó al río y unos y otros decidieron mirar adelante, mantener la coalición y poner fin, de momento, a las tensiones vividas. Esta vez no solo estaba en riesgo la estabilidad de la coalición de gobierno, lo que estaba en juego era la propia imagen del presidente Sánchez fuera del partido, pero sobre todo dentro del gobierno.

La pregunta resulta inevitable: ¿cuánto tiempo más aguantará Sánchez? El presidente del Gobierno español mantiene intacta su pretensión de agotar la legislatura y llegar a 2027. No hay acto de Gobierno y de partido en el que Sánchez no repita que está determinado a seguir y que las elecciones serán cuando tocan, dentro de dos años. Lo afirma, pese a reconocer las dificultades con la aritmética parlamentaria para sacar adelante sus iniciativas, entre ellas unos presupuestos del Estado que aún no han visto la luz en esta legislatura.

Si la falta de unos presupuestos actualizados es una debilidad objetiva para cualquier gobierno, no lo es menos la fragmentación parlamentaria del ejecutivo de Sánchez que le tiene en vilo de manera permanente. Lo volvió a comprobar a raíz del último desencuentro entre los socios de gobierno por la compra de munición israelí, así como con el encontronazo por el aumento del gasto en defensa hasta el 2% por valor de 10.471 millones de euros. Ambos rifirrafes a punto estuvieron de hacer saltar por los aires la coalición gubernamental y precipitar la caída del gobierno.

Además, los socios del bloque de investidura también traen de cabeza a Sánchez porque cada vez son más impredecibles y exigentes a la hora de apoyar las leyes y mociones que se votan en el Congreso de los Diputados, cuya aprobación pasa necesariamente por el apoyo de todos los partidos que hicieron presidente del Gobierno a Sánchez, esto es, Junts, ERC, EH Bildu, PNV y Podemos.

En los últimos meses, los de Jone Belarra han reforzado su perfil y tratan de marcar distancias con Sumar, con quienes compiten por el espacio a la izquierda del PSOE. La formación morada ha endurecido mucho su nivel de exigencia a la hora de apoyar las iniciativas parlamentarias del Gobierno Sánchez e incluso ha dejado caer algunas votaciones. También Junts se ha convertido en un quebradero de cabeza para el ejecutivo y ha renunciado a dar su apoyo a varias propuestas. El PP ha visto por ese flanco un prolijo filón para desgastar a Sánchez, unas veces resucitando el mensaje del Gobierno Frankenstein y otras despotricando por la cesión ante el independentismo catalán.

La debilidad parlamentaria la ha padecido Sánchez en más de 100 votaciones perdidas. Esta cifra no solo incluye las iniciativas legislativas que no ha logrado sacar adelante, sino también las mociones que se han aprobado en contra del criterio del PSOE. Por si fuera poco, el Congreso también ha reprobado al ministro de Transportes, Óscar Puente, y al del Interior, Fernando Grande-Marlaska. Y a todo ello hay que añadir el frente judicial que cada día que pasa estrangula más al Gobierno con los casos de su esposa Begoña Gómez, su hermano David, el caso Koldo en el que está implicado el exministro Ábalos, o la causa del fiscal general del Estado.

Pero los presupuestos y los imprescindibles apoyos parlamentarios no son el único frente. Moncloa ha apostado por aumentar el gasto militar, en línea con lo que está pidiendo la UE. El mandato de Sánchez está experimentando un nuevo giro de guion que pone en el centro de la política la defensa y la seguridad europea y con ello el gasto militar y armamentístico. El primer paso que ha dado tiene más que ver con un compromiso político que con acciones concretas, cerrando filas con los 27 en la voluntad de avanzar hacia una respuesta conjunta de Europa a los desplantes, amenazas y desafíos que plantean Estados Unidos y Rusia.

La nueva situación supone la ruptura de los consensos establecidos en Occidente tras la II Guerra Mundial y tiene consecuencias aún imprevisibles. Sitúa a Europa ante el reto de su autonomía estratégica, política, económica y también defensiva. “España lidera el crecimiento en la UE y lo hace mientras aumenta el presupuesto en Defensa en más de 10.000 millones de euros, en 120.000 millones las políticas vinculadas a los servicios sociales y en más de 20.000 a la transición ecológica. Es posible y es factible hacer todas estas políticas a la vez”, sostiene el presidente español, aunque no aclara cómo logrará la cuadratura del círculo.

Rearme

Una de las citas clave para el futuro del Gobierno Sánchez será en La Haya en junio en la cumbre de la OTAN. El presidente español no solo tendrá que revalidar su apuesta por la Alianza Atlántica sino que tendrá que tragar sapos más grandes que el 2% de incremento del gasto en defensa y seguridad. IU, y por extensión Sumar, estarán muy pendientes de la cumbre. Será la segunda parte del partido, que pondrá a prueba las costuras del gobierno de coalición y permitirá ver hasta dónde está dispuesta a llevar la izquierda al PSOE la recomposición de su espacio.

La posición sobre el rearme refuerza la imagen internacional de Sánchez, que también se ve beneficiado por la situación económica española. En los últimos tiempos los vientos de la macroeconomía le son favorables. Ni siquiera la guerra arancelaría ha impedido que el crecimiento vaya a triplicar al de la zona euro. España es la única gran economía del mundo que se libra de la rebaja de previsiones del FMI por la guerra comercial desatada por Donald Trump. Sánchez sigue aferrado a su tabla de salvación de azuzar la amenaza de la derecha y la ultraderecha para maniatar el apoyo de sus socios de gobierno y de investidura. Contra viento y marea, con su kit de supervivencia insiste en que es en el Boletín Oficial del Estado (BOE) como se planta cara al tándem PP-Vox. Tan sencillo y tan difícil, así es su receta para mantenerse en el “lado correcto de la historia frente a la multinacional ultraderechista”.