Vicenç Fisas (Barcelona, 1952) es una referencia en el análisis de conflictos, política internacional y procesos de paz. Materias fundamentales para tratar de salir, como él mismo apunta, de un callejón sin salida belicista y violento en el que parecemos inmersos. Cuenta Fisas que a los 17 años ya sabía que se quería dedicar a esto, y así lo lleva haciendo desde hace once lustros. Autor de más de 70 libros, esta semana recibirá en el Parlament de Catalunya el Premio ICIP Construcción de Paz 2024 en la antevíspera del 21 de septiembre, Día Internacional de la Paz.
¿Ha perdido influencia la investigación o militancia en favor de la paz?
Sin duda, no solo en España, en toda Europa. El movimiento por la paz está casi desaparecido, aunque hay que entenderlo de la forma más amplia y holística, porque forman parte de él las organizaciones de derechos humanos, desarrollo, ecología, feminismo y otros ámbitos sociales que sí que están activos. Pero el núcleo central, que pone el foco en las violencias, está un poco de capa caída. Justamente cuando se requiere una voz muy potente en todos los países. Es un déficit que tenemos que subsanar.
La esperanza en un futuro mejor hoy parece desdibujada, de ahí también el avance reaccionario.
Creo que ha influido mucho la guerra de Ucrania, sobre todo en Europa, porque los planteamientos que teníamos de seguridad compartida, mutua, se han roto. Estamos ante una nueva Guerra Fría. Ha vuelto el rearme otra vez con mucho impulso. Están creciendo los gastos militares, las fábricas de armamento se están forrando, y tenemos un panorama muy lamentable en seguridad de cara al próximo futuro. Además, lo que está pasando en Gaza, que es terrible, con la división en el mundo entre los que apoyan o van en contra de los palestinos, todavía agrava más esta situación.
Su trabajo desmiente esa caricatura del ‘buenismo’, término con el que algunos desdeñan el trabajo por la paz
De ahí la labor que han de hacer los centros de investigación, porque son los que pueden aportar datos, análisis y esquemas realistas, pero atrevidos, para buscar salidas a los conflictos complejos que tenemos en la actualidad y poder avanzar.
Para un colega suyo ya fallecido, Alfons Banda, la opinión pública es el instrumento más importante para provocar cambios. Pero hoy está muy fragmentada en pedazos.
La opinión pública, antes, ahora y en el futuro, es la que tiene la fuerza para hacer cambiar las políticas de los Estados y gobiernos. Todo el trabajo de la gente que está pensando en la paz y los conflictos tiene que estar orientado a crear una opinión favorable a la búsqueda de soluciones y alternativas. Ahora, con las redes sociales, hay una capacidad de manipulación mucho más grande que en el pasado, y es un reto que hemos de afrontar. Es la realidad que tenemos delante, y es mejor no olvidar los desafíos que supone.
La construcción de la paz se enfrenta a la fabricación del enemigo, como usted constató en un libro.
Los procesos de construcción del enemigo están bastante bien estudiados. Responden a un propósito planificado. Es muy importante reforzar la comunicación, el intercambio de ideas y conocimientos, el acercamiento entre culturas, religiones... para deshacer esas construcciones del enemigo tan fáciles a partir de liderazgos maléficos, que los hay.
¿El fin de la guerra en Ucrania está cerca? Zelenski plantea una propuesta de paz al tiempo que drones ucranianos han alcanzado, entre otras, a la región de Moscú.
No creo que estemos en la fase final de esta guerra. Pienso que va a durar bastantes años, porque las partes no están dispuestas a ceder nada. Tampoco Zelenski. Ahora se ha entrado en una fase donde Ucrania ocupa una parte del territorio ruso. Eso es contradictorio con lo que ha venido denunciando respecto a su propio país. Esto va para largo. Pienso que aunque es muy triste lo que voy a decir, al final en este conflicto seguramente habrá que ceder territorios a Rusia para lograr un alto el fuego y dar garantías de que no vuelvan a suceder episodios como el del inicio.
¿Le sorprende la dimensión de la brutalidad en Gaza?
Sí, el nivel de destrucción que está dispuesto a ejercer Israel para liquidar toda la infraestructura de la Franja de Gaza, matar a decenas de miles de personas, arrinconar a la población destruyendo casas, hospitales, escuelas, con el pretexto de combatir a Hamás. Esto va a producir cantidad de odios entre los jóvenes y niños de Gaza, futuros combatientes contra Israel. Es una dinámica que no tiene fin, un círculo vicioso. No entiendo cómo Israel no se da cuenta de que está abonando futuros conflictos en esta guerra realmente terrible, y además muy simbólica. Hay otras que tienen más muertos, pero el simbolismo de la guerra entre Israel y Palestina es enorme. Tiene una influencia brutal en la geopolítica de Oriente Medio.
Usted ha denunciado la utilización perversa del hambre como estrategia bélica.
Escribí un libro sobre esto. Aunque no puse el caso de Palestina, porque entonces no era de los más graves, ahora sí lo es. Israel lo hace para minar los ánimos de la población, y arrinconarla hacia ya no se sabe dónde, porque no hay ningún lugar seguro. Es una impiedad total la que tiene Israel con los palestinos. Esto no se puede permitir, y es uno de los desastres más grandes del siglo XXI.
A juicio de su colega Alejandro Pozo, “imponer un embargo de armas a Israel es una obligación moral y legal”. ¿Lo comparte?
Sí, por supuesto. Vemos que Estados Unidos, a pesar de que a veces amenaza con interrumpir el envío de armas, continúa suministrando grandes cantidades de material bélico. EEUU es la que tiene la llave para terminar con este conflicto. Ojalá una nueva Administración de Kamala Harris ponga un poco de orden, y presione a Israel para alcanzar un alto el fuego, permitir la ayuda humanitaria, que es muy urgente, y empezar a reconstruir todo lo que se ha derrumbado de forma tan cruel.
¿No hay riesgo de crear demasiadas expectativas sobre la actual vicepresidenta de EEUU?
Yo no tengo grandes expectativas, digo que si alcanza la presidencia tendrá otra capacidad de decisión y puede ser capaz de presionar más a Israel que ahora. Biden ha sido muy poco dado a hacerlo a fondo al Gobierno de Netanyahu, pero esto podría cambiar en el futuro. Ojalá.
EEUU puede ser determinante ante Israel y China serlo sobre Rusia. Usted escribió un libro sobre el gigante asiático.
Desde el inicio de la guerra de Ucrania dije que China tenía la llave para terminar con el conflicto, porque es el único país con la capacidad para hacer cambiar de opinión a Putin, su gran amigo. Pero China ha jugado un papel indefinido, nada claro.
Ahora está de maniobras con Rusia.
Sí, por una parte defiende la integridad territorial de los Estados, pero al mismo tiempo permite que Putin se haya saltado a la torera este principio al invadir Ucrania. China tenía la posibilidad con una simple llamada telefónica de Xi Jinping de haberle dicho: Vladimir, esto se tiene que terminar mañana. Esto no lo ha hecho ni lo hará. Se ha perdido esta oportunidad.
Presentó un plan y quedó en agua de borrajas. ¿Era muy abstracto?
No valía para nada, porque era muy genérico y no tenía recorrido. Fue un desengaño muy grande, pues había expectativas algo más altas.
¿Y si China no mueve ficha, es por una guerra fría larvada con EEUU?
Es sobre todo comercial. Puede haber fórmulas de cooperación que disminuyan la tensión actual, pero esto no tiene nada que ver con las posibilidades evidentes que tenía China de influir sobre Ucrania, que no las ha aprovechado.
¿El Gobierno español hace lo correcto en torno a Venezuela? Sánchez no reconoce a Maduro y apuesta por alinear a la UE en una posición común reclamando las actas.
Me parece interesante y positiva esta actitud. La negativa a mostrarlas quiere decir que Maduro ha hecho trampas. Esto parece evidente, porque si no, no tendrían miedo a hacerlo. Otra cosa es que no se rompan relaciones diplomáticas. Aquí conviene ser muy cuidadoso porque, al final, si quieres tener capacidad de influencia para abrir negociaciones, has de tener siempre una puerta abierta.
Una cosa es no reconocer a Maduro, y otra el reconocimiento de González como presidente electo.
Reconocerlo sin antes ver las actas forma parte del mismo problema. La exigencia de mostrarlas es lo básico.
Algo tan deseado como el final de ETA, que parecía casi imposible, se logró hace trece años. ¿Cómo lo valora desde el recuerdo y la actual sobrealimentación de ciertos discursos?
Realmente fue un logro fantástico, y la confluencia de dos factores. El trabajo policial, muy intenso y efectivo en los últimos años, y al mismo tiempo, una maduración en el pensamiento de la izquierda abertzale, que se dio cuenta poco a poco, despacito pero sin pausa, de que la lucha armada ya no tenía ningún sentido, y surgieron las voces internas dispuestas a terminar de una vez con este conflicto. Ahora lo que no vale es utilizar a ETA como instrumento político para denigrar al oponente, porque hace mucho tiempo que ya no existe, y por tanto estamos ante otra realidad. No hay que echar mano del pasado para sacar provecho político sobre cosas que hay que analizarlas de otra forma.
Esta semana se ha conmemorado el 23 aniversario del tremendo atentado del 11S. ¿Qué cambió aquel día?
Fue el inicio de una nueva etapa en los planteamientos de la seguridad internacional con la lucha antiterrorista en primer plano entre las agendas de los países. Esto ha tenido consecuencias bastante negativas en muchos sitios, porque se ha querido mezclar con las migraciones y, sobre todo, con el islam. El sentimiento antiislamista viene de la mano de lo que pasó aquel 11 de septiembre. Esto hay que deshacerlo, y realizar una pedagogía sobre qué es cada cosa, de naturaleza diferente.