El próximo 9 de junio procederemos en los 27 estados de la Unión a renovar la composición del Parlamento Europeo. Es la institución co-legislativa más compleja, diversa y multilingüe del mundo. La idea de convertir la diversidad en un elemento de unión en vez de una causa de enfrentamiento fue tan revolucionaria como la de compartir la gestión de los recursos estratégicos de la época, el carbón y el acero. Así nació la CECA, se firmó el tratado de Roma y hemos ido completando la Unión Europea. Un proyecto en el que se implicó desde sus primeros pasos la Euskadi institucional desde su exilio. Nada como sentirse parte de una diversidad perseguida para implicarse en un proyecto cuya clave es una Unión propiciada por la adhesión voluntaria frente a los modelos, aun en boga en algunos lugares, de Unidad, una medida estándar, inalterable. Metafísica.
Esta idea fundacional se percibe en el euro parlamento volcado siempre en añadir ambición a las propuestas de la Comisión y en debate permanente con los estados representados en el Consejo. De esa tensión nace lo posible. Algo siempre mejor que lo que había, más integrado y aderezado siempre con la adhesión convencida de toda la diversidad que interviene en los procesos de decisión.
Por esa vía esta legislatura hemos conseguido poner en pie el plan de recuperación y resiliencia y su brazo financiero los fondos Next Generation. Una operación imposible sin la decisión, impensable hace cinco años, de endeudarse juntos para mucho más que salir juntos de la crisis que generó la covid. Se trata de transformar radicalmente nuestro modelo de desarrollo, de convertir la Unión en la primera región del mundo libre de emisiones para 2050 mediante una transición justa basada en la digitalización, la descarbonización y un modelo social que aporte estabilidad y cohesión a nuestras democracias. Porque el mejor aliado del estado de derecho es la justicia social. Las vacunas y la ejemplar campaña que nos devolvió la movilidad son otras de las joyas de esta legislatura aleadas en el mismo crisol.
Por eso hay que preservar a toda costa el tono, las dinámicas y el espacio para la convivencia, el diálogo y el acuerdo entre muy diferentes que es el Parlamento Europeo. La primera y principal amenaza que plantea el crecimiento de las opciones populistas y ultras de todo signo es exportar a Estrasburgo ese campo de minas en que se ha convertido el debate político en muchos estados miembros. Los extremistas no quieren acabar con la unión. Quieren cambiarla. Y para ello necesitan acabar con su actual transversalidad.
La estrategia ha comenzado por atraer a la eurocámara algunos debates nacionales que propician que el tono bronco, las descalificaciones y los insultos condicionen lo que hoy sigue siendo un fecundo campo de acuerdos. A ese proceso contribuyen otros populismos de signo contrario pero igual radicalidad que coinciden en demasiadas votaciones. Formaciones que despliegan una narrativa antisistema centrada en la hipérbole y la caricatura.
La triste guinda de este pastel la aporta el derrumbe de un sistema sano de contrapesos que influye decisivamente en la calidad del relato que llega a la gente. El modelo de negocio tradicional de los medios está en crisis. La concentración y la desinversión en capital humano con experiencia ha propiciado que las redes sociales, que venden datos y necesitan para ello generar tráficos que “funcionen”, les roben el gobierno de la agenda informativa.
Así muchos periódicos, radios y televisiones persiguen la estela del último trending topic, generalmente un ejemplo de desinformación, para sindicarse con un modo de capturar audiencias que nada tiene que ver con el rigor y la calidad de los contenidos. El tremendismo, las boutades, adecuadamente retribuidas con dosis de notoriedad, han condenado así a la irrelevancia cualquier aporte racional que dicen echar de menos los mismos que lo hacen desaparecer de las escaletas de sus informativos.
Esa trituradora se cierne en estas elecciones sobre el Parlamento Europeo, por ahora, un contrapunto que desmiente el relato sobre la inutilidad de la política y enseña el camino para descontaminar espacios viciados por la espiral descrita. Un informe de su servicio de estudios refiere no menos de veinticinco aportaciones críticas para la mejora de la vida de la ciudadanía vinculadas al diálogo y la negociación. Los acuerdos que los propician se alcanzan en un entorno en el que 701 diputados procedentes de 27 estados, agrupados en siete grupos parlamentarios en los que se integran un centenar largo de partidos. Una demostración de que la diversidad es un vigoroso cemento si se pone al servicio de la empatía, el reconocimiento y el respeto.
Por eso hay que alertar sobre los extremismos de todo signo, porque amenazan la transversalidad que en la Unión es el valor fundacional más necesario para nuestro progreso. Si el resultado electoral les permite seducir a la derecha tradicional, sufrirán el reparto progresivo de la riqueza, un modelo social que no deje a nadie atrás y un estado de derecho digno de tal nombre porque protege frente a la arbitrariedad. La partitura del himno de Europa solo suena bien si se interpreta en clave de diversidad. Si el extremismo combinado logra cambiar ese rango tonal por el de la uniformidad las hipérboles de hoy serán pronto una triste realidad.
El autor es periodista y ha trabajado los últimos quince años en el Parlamento Europeo. Anteriormente fue jefe de gabinete de dos presidentes del Parlamento Vasco, Juan María Atutxa Mendiola e Izaskun Bilbao Barandica.