El Perro vuelve a ser presidente. El Perro Sanxe, mote con el que la derecha ha querido ridiculizar a líder socialista, va camino de ser el segundo presidente más longevo de la historia de España, solo superado por Felipe González.

Sus cartas no eran buenas el 29 de mayo, pero las ha jugado bien para sacar adelante una investidura difícil que apunta a una legislatura complicada. Y que arranca con la derecha crispada y pidiendo elecciones antes de empezar.

Pero el Perro es presidente, que es de lo que se trataba. Y lo es con más apoyos que la última vez. Sánchez ha sabido convertirse en la referencia de una izquierda preocupada ante el auge de la extrema derecha. Y ha amarrado una coalición amplia y plural en el Congreso que le va a dar muchos problemas, pero que no va a dejar caer al Gobierno. Y Sánchez lo sabe. El PP ha vuelto a subestimar al Perro, y el Perro es más listo.

A Sánchez se le podrá reprochar su oportunismo. Que pacte con quien dijo que no iba a pactar y que acepte lo que antes rechazaba solo porque necesita votos para la investidura.

Pero eso no resta legitimidad a su gobierno, ni puede sorprender a una derecha que hizo la última campaña al ritmo del Que te vote Txapote. El PP convirtió el 23J en un plebiscito sobre el sanchismo y perdió.

Porque las elecciones no van de sacar más votos, sino de sumar mayoría para gobernar. El PP apostó fuerte por un Gobierno con Vox, una alianza que ha llevado a muchas instituciones y que ha movilizado a sus adversarios. Y el abrazo a la ultraderecha es también su propia condena.

La derecha puede elevar el tono y mantener el pulso en la calle, pero la aritmética parlamentaria está en su contra y lo seguirá estando los próximos años.

El problema real, el que mantiene movilizada a la derecha, no es tanto la amnistía como la propia investidura. Feijóo, que llegó a ofrecer un Ministerio al PNV, habría facilitado también el regreso de Puigdemont si eso le hubiera garantizado el Gobierno.

La derecha sigue lejos del poder cuando creía que lo tenía garantizado y la respuesta airada, estrafalaria y desmedida que hemos visto estos días en el Congreso no es sino el reflejo de su propia impotencia.

Legislatura larga

Es cierto que hay muchos condicionantes que van a complicar la gobernabilidad durante los próximos años. Los aliados de Sánchez tienen aspiraciones y también contradicciones, y va a ser difícil poner de acuerdo a todos, cada día. Hay además elecciones europeas de junio, históricamente intrascendente pero que esta vez asomarán nuevamente con tono plebiscitario en torno a la figura del presidente del Gobierno.

Pero se equivoca el PP si apuesta todo a una legislatura corta. La apuesta de Sánchez por la amnistía y la normalización política en Catalunya es difícil, pero no va a ser rápida. Irá de la mano además de la negociación presupuestaria, que llevarán implícitos los acuerdos de investidura con los aliados que han facilitado la investidura. Muchos alicientes para sostener a un Gobierno que nadie va a dejar caer porque nadie le conviene, al menos por ahora, abrir la puerta a una alternativa, como ha quedado claro esta semana, será mucho peor.

Nunca se sabe cuánto tiempo puede durar el nuevo Gobierno. Pero con la derecha radicalizada, presupuestos aprobados y la aplicación de la amnistía ralentizada, Sánchez tiene al menos garantizados los dos primeros años. Posiblemente más si la coyuntura económica no se le vuelve en contra.

La política no deja de ser una carrera de fondo y el PP, arrastrado por Vox al grito de “Gobierno ilegítimo”, ha empezado a correr demasiado rápido. Un pulso que la extrema derecha tratará de sostener, cada vez con menor capacidad de movilización y quizá con más radicalidad. Mal panorama para Feijóo, que sigue la senda que antes llevó al precipicio a Pablo Casado y a Albert Rivera. A este ritmo se le puede hacer muy larga la legislatura, si es que la termina.

Y también UPN, que se vuelve a ver arrastrado por una deriva en la que no solo se está desacreditando el Gobierno de España. También al resto de las instituciones del Estado, desde el Tribunal Constitucional a la propia Corona, señalada ya por no impedir la investidura. Si el PSOE quería un argumento para propiciar una moción de censura en Pamplona, se lo está poniendo muy fácil.