Libro o cuaderno en el que una persona escribe día por día sus vivencias o pensamientos. Así define el diccionario la palabra diario en su segunda acepción. Casi nueve décadas después de la última Guerra Civil sufrida en Euskadi sur, son escasos los apuntes publicados por editoriales de los combatientes del Ejército vasco republicano que apechugó ante el órdago de militares totalitaristas españoles como fueron los Franco, Mola, Varela o Vigón. Por ello, los investigadores valoran que esos diarios de gudaris y milicianos –la mayoría hombres de paz no militares de oficio– son aún más claves para seguir exhumando qué ocurrió, cuál fue la verdad ante el manto de mentira fascista que lo ha cubierto todo durante el periodo bélico e, incluso, la denominada transición y democracia de herencia franquista en la que cohabitamos.

El diario del que más se ha escrito y quizás investigado es el de Pablo Beldarrain, del batallón Martiartu, quien llegó al grado de comandante. La lista de algunos de los combatientes que dejaron manuscrito su día a día en la guerra y que han trascendido al formato de libro fueron José Manuel Mendizabal Mañul, Timoteo Casado, Mario Salegi, Juan Beistegi, José Mari Mugerza, Luis Haranburu, Ramón de Galarza o Jaime Urkijo. También se conoce la existencia de otros vascos que escribieron sus diarios, pero no han llegado a ver la luz. Se desconoce si hubo alguno de alguna mujer miliciana en el origen de la guerra o empleada del Ejército vasco.

Pablo Beldarrain Olalde (Abando, 1909-Bilbao 1997) se puso manos a la obra como encargo del lehendakari Aguirre. El objetivo: informar al Gobierno español de la República. Este activo miembro del PNV vería con los años su encomienda materializada libro bajo el título Historia crítica de la guerra en Euskadi y editado por los incombustibles Intxota 1937 Kultur Elkartea. En la presentación del volumen estuvieron presentes sus hijos y la viuda, Mari Carmen Amoriza.

El Diario de un gudari condenado a muerte, fe y esperanza, de Ramón de Galarza (Bilbao, 1914-1984) fue el título de unas páginas que “nunca fueron escritas para ser publicadas” y que vieron la luz “como fueron redactadas, furtivamente en la penumbra de las cárceles que recorrió el autor”, valoran desde la editorial Kirikiño. En su testimonio, este soldado del batallón Sukarrieta se dirigía a sí mismo como Rafael Garate, sobrenombre que utilizó al escribir su diario como capitán de la infantería. Detallaba, en este caso, los cinco años preso de Franco que sufrió en la cárcel.

“Conocí a De Galarza –aporta el exsenador Iñaki Anasagasti– en 1976. Su fama le precedía. Había editado el Diario de un gudari condenado a muerte con nombre supuesto que respetaba sus iniciales. Rafael de Garate era Ramón de Galarza, aunque todos le conocían como Ruidos. Quizás porque era un hombre animado, ruidoso, simpático, organizador de cosas y muy orgulloso de haber sido un gudari, un vencido más, de una guerra que a toda aquella juventud le cayó encima como plomo líquido”.

El condenado a muerte escribió un sábado día 7: “Ayer fusilaron a un patriota. Lo trajeron anteayer. En el juicio celebrado hace solo dos días dijo que él era de nacionalidad vasca y que, por lo tanto, no le podían juzgar los españoles. Ha durado un día. Ahora continúo con mi gran afición: el aprendizaje del euskara. ¿Servirá para algo?”, se preguntaba.

El diario de otro gudari se llevó incluso a la pantalla en formato de documental. José Manuel Mendizabal Mendiola (Donostia, 1910-1978), conocido como Mañul, fue integrante del batallón Saseta, teniente de la compañía Aitzol. El rodaje del film quedó para la historia en DVD. El patriota vasco escribió su testimonio desde el inicio de la guerra hasta su salida de la prisión, en 1943. “Lucharon, soñaron e incluso murieron muchas de aquellas personas. Mañul narra su vida, su sufrimiento, pero también sus esperanzas e ilusiones en la trinchera y en la prisión. Su aportación se entrelaza con el de testigos directos y descendientes de aquellos gudaris para ofrecer una nueva visión de aquella época, a través de los ojos de quienes la vivieron”.

De gran valor

El año pasado los escaparates estrenaron en euskara y castellano el libro 366 días de combate por Euzkadi, firma del comandante del batallón Loyola del PNV Juan Beistegi Ugalde (Eibar, 1911-Zarautz, 1993). Editó Sabino Arana Fundazioa. “Estas memorias tienen un gran valor, tanto para las personas interesadas en el conocimiento de la Guerra Civil en particular, como para el gran público que se asoma a descubrir la historia vasca en su amplitud. Es una recopilación de episodios de extraordinaria importancia política, nacional y social, ocurridos en el siglo XX y dados a conocer desde los ojos y las vivencias del autor: el nacionalismo vasco, el socialismo, la industria armera, la enseñanza, la monarquía, la dictadura, la república, la revolución, el estatuto, la guerra, la cárcel, la represión, más dictadura y, por último, la esperanza”, valoriza Aitor Miñambres, director del Museo Memorial del Cinturón de Hierro situado en Berango.

En el frente también estuvo Jaime Urkijo Anduaga Jagoba (Altza, 1908), un ingeniero que hizo carrera como gudari. Un libro publicado por Intxorta 1937 Kultur Elkartea en 2014 arrojó luz sobre la figura de este donostiarra que luchó en el frente vasco y que ya en el exilio de Iparralde bregó contra el nazismo. Un total de 572 páginas es el lienzo que dibuja el Diario de un gudari en el frente de Euskadi, capitán ayudante de Cristóbal Errandonea, quien fuera comandante del Batallón nº4 Rosa Luxemburgo Arrosa y jefe de división. “La riqueza del testimonio de Urkijo transita desde la primera línea de la trinchera del frente hasta los escalones de los Puestos de Mando u oficinas gubernamentales”, estiman los editores. El antifascista escribió artículos en el periódico de ANV, Tierra Vasca, con el seudónimo de Iñigo de Lemona.

El caso de Timoteo Casado también merece parada. La editorial Pamiela publicó Memorias de un gudari republicano en 2014. “Al escribir estas memorias militares colmo un deseo que tuve siempre. Muchos hemos estado privados de exhibir nuestros galones militares, que en mi caso fueron los de brigada del Ejército de Euzkadi y los de teniente del arma de Infantería del Ejército Republicano de la Segunda República española”.

A ese testimonio se suma uno más, al impreso en 2005 como Verano del 36. Memorias de un gudari, de Mario Salegi Ostolaza. En este caso de diario se deriva a memorias y de memorias a novela. “El verano de 1936 es recordado por el golpe de Estado de unos cuantos militares que, apoyados en el discurso fanático de la derecha española, provocó una guerra civil cuyos ecos aún resuenan en nuestras conciencias. Mario Salegi, autor de esta novela y fiel al guion de lo que sucedió en esas semanas, nos cuenta en primera persona los pormenores de la insurrección en Donostia, la defensa de sus calles, los combates, la desolación y la muerte. Y lo hace desde una posición inusual: la mitad de sus compañeros son comunistas, con los que ha militado recientemente, y la otra mitad, patriotas vascos, de la “tribu”, como él mismo los denomina”, constreñía la editorial.