Hace solo una semana que se celebraron comicios forales y municipales en Navarra, y parece que ha pasado una eternidad. La convocatoria de elecciones generales para el 23 de julio ha alterado todo el calendario postelectoral, con una nueva campaña por medio que añade incertidumbre al siempre complicado proceso de negociación. El inesperado anuncio de Pedro Sánchez ha emborronado un mapa siempre incierto, así que conviene volver al punto de inicio para entender mejor dónde estamos y dónde podemos acabar.
La campaña electoral y las valoraciones posteriores han generado mucho ruido, pero apenas han alterado una realidad política en Navarra que sigue siendo muy parecida a la que había antes del 28 de mayo. La política institucional es sobre todo una cuestión aritmética y, más allá de posibles combinaciones, el resultado de la ecuación sigue siendo el mismo.
El Ayuntamiento de Pamplona es un buen ejemplo. Han cambiado algunas siglas y han bailado algunos números, pero todo sigue donde estaba. Así que poca sorpresa puede suponer lo que ha sucedido esta última semana. La derecha ha vuelto a ser primera fuerza, esta vez con las siglas de UPN. EH Bildu ha crecido, pero no lo suficiente, y los socialistas vuelven a tener la llave de la Alcaldía. Y ahí Elma Saiz no ha hecho sino lo que dijo que iba a hacer. Se podrá compartir o no su decisión, pero su posición es coherente.
Quizá la novedad esté en la vía abierta por Geroa Bai, que evita postular directamente a Koldo Martínez, pero que empieza a valorar la posibilidad. A estas alturas posiblemente la única alternativa efectiva a UPN. Pero para que salgan los números será necesario el apoyo expreso de PSN y EH Bildu y eso ahora mismo no parece probable.
Porque que los socialistas siempre han preferido recibir los votos que tener que darlos, y no va a querer complicar más la situación política al PSOE ahora que está en campaña. Y porque a EH Bildu no le interesa habilitar una opción alternativa que no hace subrayar su propia debilidad para sumar mayorías. Una cosa es facilitar la investidura de Chivite sin contraprestación y otra ceder la Alcaldía de Pamplona, su gran apuesta en estas últimas elecciones. Por mucho que su argumento en esta campaña haya sido frenar a la derecha en cualquier lugar y en cualquier circunstancia.
Así que todo apunta a que será la candidata de UPN quien asuma la vara de mando de la capital el próximo 17 de junio. Lo que deja el Ayuntamiento en el mismo lugar en el que estaba en 2019. Con una mayoría progresista incapaz de pactar un gobierno municipal, y un gobierno municipal de derechas condenado a otra legislatura de parálisis institucional. No será fácil vender ilusión dentro de cuatro años.
En cualquier caso, era un escenario más que previsible. El PSN sabe que su posición no compromete su futuro al frente del Gobierno de Navarra porque EH Bildu, que ha logrado los mejores resultados de historia, difícilmente puede forzar una investidura fallida de la mano de UPN, PP y Vox. La alternativa sería una repetición electoral en octubre en un contexto reaccionario, y ese es un escenario que, más allá de utilizarlo como arma de presión, no interesa a ninguno de los partidos llamados a sostener al Gobierno de Navarra.
El proceso de investidura
Nada, sin embargo, se puede descartar a día de hoy. Las conversaciones para formar Gobierno acaban de comenzar, y las diferencias siguen siendo importantes. Hay desconfianzas arraigadas desde la pasada legislatura que la constitución de los ayuntamientos y de la propia Mesa del Parlamento no han hecho sigo acrecentar.
Algo que entra en parte dentro del proceso negociador, que el PSN quiere rentabilizar a su favor pese a su minoría parlamentaria, y en el que Geroa Bai reivindica su papel como socio prioritario e imprescindible para consolidar su protagonismo institucional. Con EH Bildu molesta por una nueva exclusión difícil de entender tras cuatro años de colaboración pública y estable con el PSOE en Navarra y en Madrid, y Contigo Zurekin rechazando ser solo un socio menor en la coalición de Gobierno. La elección de la Mesa del Parlamento dará una pista sobre el camino que pueden tomar las conversaciones.
En cualquier caso, los ingredientes aquí también son parecidos a los de hace cuatro años. La posible coalición de Gobierno suma un voto más que la derecha, y la abstención de EH Bildu sigue siendo suficiente para garantizar la gobernabilidad. Por lo que el resultado final probablemente también será similar al de hace cuatro años.
Hay, sin embargo, algunos elementos que puede complicar este escenario final. El Gobierno de Chivite tiene ya cuatro años de experiencia y ha mostrado algunas lagunas y desconfianzas que vuelven hoy a primera fila. Y las elecciones generales son un elemento distorsionador que va a afectar a todo este proceso, aunque todavía no esté claro en qué sentido.
Y aunque el camino apunta a una nueva investidura de Chivite, cualquier tropiezo, por un error de cálculo o por exceso de ambición, puede dificultar un proceso que previsiblemente quedará para después del 23 de julio. Lo que no deja de ser un riesgo añadido en un momento en el que Navarra volverá a estar en el foco del debate.