Solo quedaba Ana Obregón. Y los evangelistas. En este guirigay de la política española no hay tregua para los despropósitos. Un día es el exotérico Tamames candidato a presidir un gobierno y vendiendo su discurso como rosquillas en las redes; otro, una predicadora que se cuela en el ingenuo barniz de la nueva dirección ideológica del PP para alucinación del respetable sensato y hazmerreír del resto; al siguiente, una vedette de la prensa rosa abriendo el melón de los vientres de alquiler, cuestión siempre tan embarazosa. En el medio, el ansiado alumbramiento, por fin, de Sumar tras una intrincada gestación. De hecho, muchos de los invitados al nacimiento de un nuevo movimiento (?) sortean agachados los cuchillos afilados desde Galapagar, en un descarado propósito de aguar la fiesta propia de la intrincada reunificación de la izquierda progresista que persigue Yolanda Díaz.

En un espacio político tan líquido e inconsistente como el dominante, basta una chispa para provocar un incendio. Así se explica el tsunami Obregón. Basta la imagen provocadora por inédita de una vedette sensacionalista sosteniendo un bebé comprado a un vientre de alquiler en EEUU para que se reabra con una fuerza inusitada el debate sobre una cuestión sentenciada como ilegal en el Estado español. Toda una conmoción mediática. Impensable cada vez que muchas parejas anónimas repiten la misma operación. Eso sí, suficiente para dinamitar la serena reflexión sobre una cuestión ética, femenina, humana y familiar de tan honda trascendencia. Propicia para el inmediato oportunismo partidista, aunque con riesgos, como le ha ocurrido internamente al PP y, desde luego, claramente refractaria al interés de la izquierda gobernante para atender una hipotética revisión que se antoja minoritaria por su incapacidad social de alterar siquiera unos puñados de votos.

En la Corte se aburre quien quiere. Tampoco es difícil caer en la desesperación al otear las perspectivas. No hay límite para el pudor escénico. Sólo desde la desvergüenza y el estrepitoso error de cálculo se entiende que una moralista creyente de que hay cura contra la homosexualidad tuviera su hueco intercediendo públicamente a mayor gloria por la triada Feijóo-Ayuso-Almeida ante el pasmo generalizado de una audiencia atónita. Mucho más para el resto de una ciudadanía pasmada por tan embarazosa situación y habida cuenta de que sigue siendo el único partido de alternativa real al actual gobierno.

Los resbalones de Génova se suceden sin tregua. Ocurrió con el traspié de Feijóo desbarrando contra los autócratas presentes en la reciente Cumbre Iberoamericana donde Felipe VI despachaba tan a gusto estremece a muchos dirigentes populares con un mínimo sentido de Estado.

La diferencia entre gobernar Galicia con una mano y entender desde la mañana a la noche la realidad geoestratégica nunca fue tan sideral. El pluriempleo de Borja Sémper apagando fuegos aquí y allá produce hilaridad y desasosiego.

En cuestiones de ansiedad, Podemos y Sumar acreditan un máster. En vísperas del día esperado para su consolidación como nueva dirigente política, Yolanda Díaz sigue mirando de reojo la última jugarreta de ese Pablo Iglesias encorajinado por el nuevo orden que se intuye en la izquierda progresista y que no le cobija.

Las rencillas y traiciones acumuladas en este conglomerado de formaciones minúsculas y vanidades gigantes conformarían un manual insuperable del cainismo más ruin. La unidad suena a espejismo, aunque todos comparten en Sumar el mismo ideario por salvarse del Titanic en el que ahora navega aquella ilusión surgida en torno a los círculos y así acariciar la única posibilidad de continuar en el poder. La alternativa es el precipicio, el frío en la oposición y la llegada triunfante del PP. Tampoco Iglesias desde su empecinamiento y animadversión al PSOE y Sánchez se iba a rasgar las vestiduras. Incluso, aprovecharía para reprocharles la pérdida del gobierno sacudiéndose, por supuesto, toda responsabilidad. Y puede ocurrir.

Ahora bien, para situaciones embarazosas, ahí queda la encrucijada judicial de la desafiante independentista Laura Borràs, malversadora de fondos públicos de su propio país hasta que no haya otra sentencia contraria. Su contundente condena, además, echa más leña al fuego de la insoportable enemistad entre ERC y Junts, y que en las próximas elecciones de mayo puede provocar escenarios institucionales difícilmente imaginables durante el desestabilizador estallido del procés, que ahora se antoja reducido a una simple quimera.